Milena Agus, nacida en Génova pero afincada en Cerdeña, donde es profesora de instituto, es una autora muy conocida en Italia, sobre todo a raíz de la publicación de Mal de piedras, Premio de los libreros franceses 2009. Sus obras, traducidas a 19 idiomas, ya tienen un millón de lectores. En España, hasta la fecha, sólo Siruela ha publicado dos de sus libros, dominados por los ‘males’ de esta época convulsa que nos ha tocado vivir y, sin embargo, llenos de un optimismo contagioso.
Con alma de relato, Mientras duerme el tiburón, traducido al español, como el resto de sus obras, por Celia Filipetto, es un libro que se devora más que se lee. Cada pequeño capítulo es como una pieza de un puzzle que el lector encaja con facilidad mientras se va adentrando en la historia de la familia Sevilla Mendoza, que a pesar de su nombre es sarda desde el Paleolítico Superior.
Compuesta por un padre con espíritu de misionero que nunca está en casa, una madre pintora en constante búsqueda de la belleza, un hijo que vive por y para el piano, una tía que sueña con encontrar el amor de su vida y una hija, la narradora, adolescente, con unos kilos de más y enamorada de un hombre imposible, la familia Sevilla Mendoza es cualquier cosa menos convencional. Sin embargo, como a cualquier otra familia de cualquier otro país, sufre el acecho del tiburón. Un tiburón gigante, de esos que tienen los dientes muy afilados y que parecen no dormir nunca, siempre esperando a que alguien se descuide para devorarle. Por eso, los personajes de esta novela intentan pasar desapercibidos, cuentan historias para dormir al tiburón y poder huir.
Un viaje a la felicidad lleno de comicidad y miseria
Este viaje hacia la felicidad está lleno de momentos cómicos en los que, sin embargo, el lector también se encuentra cara a cara con la miseria con la que conviven los protagonistas, que a veces flotan a la deriva en ese océano del que tanto desean salir. La autora italiana construye una bella metáfora de las cosas feas de la vida a las que podemos dominar y sobrellevar si somos conscientes de nuestras limitaciones.
El acierto de Mientras duerme el tiburón es, quizá, una mezcla de su estilo directo, libre de tabúes, con el que la autora habla de temas corrientes -el sexo, el amor, las frustraciones- y otros que no lo son tanto -la existencia de Dios, que se pasea por esta novela como si fuera un personaje más, o las ataduras físicas y psicológicas que a veces pueden desbordarnos, como le ocurre a la narradora de la historia-.
Quienes no hayan disfrutado de la humanidad que destila esta obra todavía están a tiempo de hacerlo. Encontrarse cara a cara con ese tiburón que nos acecha a todos, aprender a dormirlo contándole historias. Y cuando está dormido, alejarse muy rápido, para que cuando despierte no nos encuentre cerca. Toda una aventura.