La profesora emérita de la Universidad de Georgetown, Estelle Irizarry, ha llegado a esa conclusión tras un análisis detallado de sus escritos donde la clave es una simple barrita inclinada, un elemento modesto que se había escapado a la atención de otros investigadores. Esa barrita, conocida como vírgula, es la que se usa actualmente en las direcciones de internet y con ella Colón jalonó sus escritos para indicar pausas.
El caso es que esa vírgula no aparece en escritos castellanos, ni prácticamente de ningún otro país, sino sólo en los producidos en el territorio de la Antigua Corona de Aragón donde se hablaba catalán, básicamente la Cataluña actual y las Islas Baleares, según Irizarry. «Las vírgulas funcionan como el ADN de Colón. Era un hábito suyo. Colón era un puntuador y era uno de los pocos de aquella época», dijo la profesora, autora de 34 libros sobre literatura.
Irizarry usa esa metáfora como título de su último volumen, El ADN de los escritos de Cristóbal Colón, en el que sigue la pista del escurridizo navegante en las huellas que dejó en más de 100 cartas, diarios y documentos que se atribuyen a él. En Ibiza, por ejemplo, un 75 por ciento de los cientos de documentos de la época analizados por la investigadora usaban vírgulas al modo de Colón, que las colocaba solas o en parejas y también empleaba espacios para señalar al lector una pausa de respiración.
A finales del siglo XV y principios del XVI los autores normalmente dejaban la puntuación para los editores y el propio Quijote sólo recibió puntos y comas definitivos en el siglo XIX, por lo que los hábitos de Colón son especialmente llamativos, de acuerdo con Irizarry. Su libro confirma algunas de las conclusiones alcanzadas por el investigador Nito Verdera, que identifica muchas palabras de origen catalán en el lenguaje de Colón.
Génova, Portugal o Ibiza
Verdera mantiene que el descubridor de América era ibicenco, en parte por los términos marítimos que usaba, pero Irizarry no va tan lejos. Ella cree que se crió en una región de habla catalana, lo que explica que no se expresara correctamente en español, que sería su segunda lengua. Muestra de ello es la inconsistencia de su ortografía, pues escribía «trujeron» y «trajeron» incluso en la misma frase, por ejemplo.
Además, estas grafías y otras semejanzas con el ladino, como se conoce al español hablado por los judíos, apuntan a que Colón era hebreo, según Irizarry. «Colón puntuaba hasta las apostillas e incluía copiosas notas alrededor de las páginas. En eso seguía la manera de puntuar de los escribas de la judería», dijo la profesora, quien afirmó que «el hebreo es uno de los idiomas más puntuados que existen».
Ese origen explicaría, a su juicio, el gran misterio sobre el lugar de nacimiento de Colón, al que él nunca aludió y que diversos historiadores colocan en sitios tan dispares como Génova, Córcega, Portugal y Grecia, además de España. «Las personas que se escondían más y tenían razón para hacerlo eran los judíos», afirmó Irizarry.
La profesora aporta a la investigación sobre Colón una mirada «fresca», según ella misma afirma, dado que no es medievalista, sino que se ha dedicado a estudiar autores vivos, tanto españoles como puertorriqueños. Como directora de la revista Hispania, a Irizarry le llamó la atención en particular la diferencia en la puntuación en los diferentes escritos atribuidos a Colón, la cual fue añadida en transcripciones posteriores.
Ahora ella cree que «lo que no lleve vírgulas no es de Colón». Un análisis detallado de todos los originales, a los que ella no ha tenido acceso, podría apuntar en qué lugar específico se crió el explorador, pero eso es trabajo para otro libro.