La ceremonia de gala, a la que asistieron además de los soberanos suecos y varios ministros del Gobierno alrededor de 800 personalidades, se celebró en la Ópera Real de Suecia, donde hace 63 años debutó la soprano Birgit Nilsson.
La artista estableció antes de su fallecimiento, en 2005, un legado para la institución de estos premios -que se nutren de los intereses que genera su herencia- y especificó que el primero debía ser para Domingo, aunque su decisión no se dio a conocer hasta febrero de este año. Domingo (Madrid, 1941) recogió muy emocionado el galardón y anunció que su importe lo destinará a dotar un premio del concurso fundado por él en 1993, «Operalia», para el mejor intérprete wagneriano y, en definitiva, a la formación de jóvenes intérpretes.
El honor de Plácido Domingo
«Estoy seguro de que Birgitt quiso que yo tuviera el premio para hacer con él precisamente esto», subrayó el tenor, que destacó la personalidad «magistral» de su benefactora, con la que coincidió numerosas veces en el escenario y a la que le unió hasta su muerte una profunda amistad y una admiración mutua «sin fisuras». Nilsson, nacida en 1918 en Vastra Karup, fue un icono entre las intérpretes de Wagner, Strauss, Puccini y Verdi y se retiró de la escena en 1982.
La soprano tenía en gran estima a Domingo, con quien actuó en varias ocasiones, por su forma de cantar, su capacidad de dirigir y su humanismo, y quería que el honor fuera para él como uno de los más grandes cantantes de todos los tiempos, recordó a Efe el presidente de la fundación, Rutbert Reisch. Tras la ceremonia de entrega del premio, en la que cantó la soprano Nina Stemme, Plácido Domingo compareció ante los medios para ofrecer una rueda de prensa antes de dirigirse a una cena de gala en el Ayuntamiento de Estocolmo.