Los jueces birmanos rechazaron el argumento de la defensa de que Suu Kyi fue juzgada y condenada por acoger en su casa a un ciudadano extranjero bajo una legislación de la Constitución de 1974, anulada por la Carta Magna aprobada en referéndum en 2008. Por contra, dieron la razón a la fiscalía, que durante todo el proceso ha insistido en que los artículos referentes a la seguridad nacional -que la activista presuntamente puso en peligro- siguen en vigor. La líder opositora birmana puede apelar la sentencia, según confirmó su abogado Nyan Win, quien antes de conocer la sentencia ya adelantó que agotaría la vía legal para que pueda quedar libre su cliente.
Nyan Win declaró a su salida de la sala que los magistrados no dieron justificación alguna a su dictamen, que fue acogido con pesar entre la comunidad diplomática. «Aunque la sentencia no es ninguna sorpresa, es decepcionante y seguimos creyendo que Suu Kyi debe ser liberada junto a los otros 2.000 presos de conciencia del régimen», aseguró Andrew Heyn, embajador del Reino Unido en Rangún y quien asistió a la vista junto a sus colegas de Australia, Estados Unidos y Francia.
El Supremo también confirmó las penas de año y medio de arresto domiciliario contra las dos mujeres que acompañan desde hace años a «La Dama», como es conocida popularmente por sus seguidores. Por el momento, si bien se desconoce la reacción de la propia Suu Kyi, su letrado señaló la víspera que se esperaba lo peor y bromeó incluso con la posibilidad de que el jefe de la Junta Militar, el general Than Shwe, la indulte una vez haya expirado su condena «siempre que me porte bien». El 11 de agosto de 2009 y tras un largo juicio, la Nobel de la Paz fue condenada a tres años de prisión y trabajos forzados por haber dado cobijo en su casa a un estadounidense que se introdujo sin permiso en la vivienda cercada por decenas de soldados.
La pena
Sin embargo, la pena fue luego conmutada por 18 meses de arresto domiciliario por orden de Than Shwe, su mayor enemigo. Aung San Suu Kyi ha pasado 14 de los últimos 20 años confinada en su hogar por pedir de manera pacífica reformas democráticas en Birmania, donde los uniformados detentan el poder desde el golpe del general Ne Win en 1962. El paupérrimo país no celebra elecciones libres desde 1990, cuando Suu Kyi y su Liga Nacional para la Democracia arrasaron en las urnas al partido de los generales, que jamás reconocieron aquella derrota.
La Junta Militar insiste en que este año habrá comicios, pero todavía deshoja la margarita de la fecha mientras espera a que la oposición se decida a participar o no en un proceso que ya ha tachado de inmensa farsa. A la votación no puede presentarse como candidata Suu Kyi, vetada porque estuvo casada con un extranjero -el fallecido profesor universitario británico Michael Aris- y sus hijos tienen pasaporte del Reino Unido. Por otra parte, la desestimación del recurso de la cabeza visible del movimiento democrático birmano es una muestra más de la errática política del régimen, que por primera vez en décadas se muestra dispuesto a restablecer sus lazos con Occidente a la vez que sigue empeñado en acallar toda voz disidente dentro de sus fronteras.