La Policía ha desarticulado en Madrid un grupo internacional dedicado al «cárding», a usar de forma ilegítima tarjetas de crédito ajenas, y que podrían haber estafado «volcando» sus numeraciones unos 2,5 millones de euros. Los detenidos, hombres y mujeres procedentes de siete países, disponían de contactos e infraestructura para, en menos de seis horas, adquirir datos bancarios y volcarlos en tarjetas «blancas», medio de pago fraudulento que usaban en numerosos ámbitos.
La organización se servía de una empresa de paquetería y de un taller de vehículos para realizar sus actividades, así como de mercantiles «fantasma» en España y Venezuela para blanquear los beneficios, según informa la Dirección General de la Policía y la Guardia Civil.
Los arrestados lograban convencer a personas de diferentes entornos comerciales para que les facilitaran la utilización de las tarjetas de crédito falsas en sus negocios, a cambio de obtener un gran beneficio económico en cortos períodos de tiempo.
El cabecilla del grupo controlaba todas las actividades ilícitas a las que se dedicaban sus miembros, pero prácticamente no llegaba a tocar las tarjetas y sólo se encargaba de recibir los beneficios, que le permitían gozar de un alto nivel de vida, con vehículos de alta gama, sin haber trabajado ni cotizado durante los diez años que reside en España.
Su lugarteniente era el propietario de una empresa de paquetería, que la red utilizaba para el envío y recepción de útiles informáticos y tarjetas e incluso para el tráfico de drogas o billetes falsos.
El grupo utilizaba otras mercantiles, como un taller de vehículos para guardar el material relacionado con la falsificación y probar las tarjetas de forma esporádica.
Este empresario también se encargaba de financiar la compra de las numeraciones de tarjetas bancarias, con la intermediación de personas en Rumanía, que a su vez facilitaban el contacto con los vendedores de los datos, que eran ciudadanos rusos.
Ya con las numeraciones, que se adquirían casi a diario, el falsificador del grupo las volcaba en soportes, que en muchas ocasiones eran las propias tarjetas de crédito de los detenidos, pero en otras cualquier otro material, ya que en su mayoría eran utilizadas en establecimientos conniventes, como buenos restaurantes, locales de ocio nocturno y clubes de alterne.
A través de internet y de empresas especializadas, el dinero y las tarjetas viajaban a una gran velocidad: en un mismo día se podía enviar el dinero, recibir las numeraciones por internet, volcar las bandas magnéticas en los soportes y usarlas.
Otro forma con la que obtenían las numeraciones consistía en el uso de un lector grabador de tarjetas, que ocultaban en un vehículo abandonado: clonaban tarjetas de repostaje y después ofrecían a sus «clientes» la posibilidad de llenar el depósito de sus automóviles por un importe que suponía la mitad del carburante repostado.
Para ello, les acompañaban a las gasolineras y les cobraban en efectivo, pero a la hora de pagar lo hacían con una de las tarjetas falsificadas.
Las modalidades de blanqueo utilizadas por esta organización eran muy numerosas y diversas, como la compraventa de joyas, la solicitud de préstamos bancarios cuyas amortizaciones son pagadas con el dinero proveniente de las actividades ilícitas, partidas legales de póquer en casinos, o incluso empresas ficticias en España o Venezuela.
En los registros efectuados en Madrid se han intervenido dos lectores grabadores de tarjetas y 60 falsificaciones, así como dispositivos informáticos, una pistola de balines, una placa de policía, dos grilletes, varias joyas y dos vehículos de alta gama.