lunes, noviembre 25, 2024
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Caer desde un noveno piso y poder contarlo

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La vida no suele dar segundas oportunidades. Una regla que tiene su excepción en la historia de superación de Yorvin Villamil, un joven de 29 años que sobrevivió milagrosamente a una caída desde los 37 metros de altura del noveno piso en que trabajaba en Las Palmas de Gran Canaria.

«En mi vida se tiró una moneda al aire y yo la cogí, afirma Yorvin en una entrevista con Efe en la que recuerda el accidente, que tuvo lugar el 2 de febrero de 2010 y que le costó la vida a su compañero, «que no tuvo tanta suerte». Ambos eran encofradores y estaban en un andamio a 37 metros del suelo echando hormigón en los pilotes del último piso del nuevo edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria cuando sobrevino el accidente.

Ese día había alerta naranja por vientos, aunque sobre las once de la mañana amainó y comenzaron el trabajo, momento en el que la pluma de la grúa golpeó el andamio y lo movió lo justo para que se ladeara provocando la caída de Yorvin y su compañero. Yorvin, natural de Caracas y residente en Las Palmas de Gran Canaria desde 2005, intentó asirse a algún sitio pero no pudo, perdió el casco y se precipitó al vacío en una caída de casi 3 segundos.

Cuando fue consciente de que caía cerró los ojos con la seguridad de que «aquí ya me maté, aunque al volver a abrirlos se encontró en el suelo.
Había caído de pie a una velocidad de unos 96 kilómetros por hora, sufriendo fracturas en el tobillo izquierdo, la rodilla derecha, el brazo izquierdo y 8 costillas, una de las cuales le perforó el pulmón izquierdo.

Sus compañeros le contaron después que su cuerpo rebotó dos veces contra el suelo y que, por si acaso la caída no era suficiente para haberse matado, le cayó encima el andamio de unos 850 kilos de peso, fracturándole la pierna derecha a la altura de la rodilla. Su compañero Javier se encontraba a unos metros de él con la cabeza ladeada e inmóvil. Había muerto como consecuencia de un paro cardiaco que le sobrevino durante la caída y una fractura en el cráneo, datos que Yorvin sólo conoció dos semanas después.

Lo excepcional de su caso, a tenor de los comentarios de sus médicos, es que no sufrió ningún daño en la cabeza, la columna vertebral o las caderas, por lo que en el hospital y entre sus conocidos se ha ganado el sobrenombre de «muchacho milagro». Asegura que es cierto que «ves la película de tu vida pasar ante tus ojos» en los 2,6 segundos escasos que tardó en llegar al suelo, tiempo en el que se le hicieron presentes su hijo, su madre y su novia.

Se siente «muy alegre, mucho» de seguir con vida y es consiente de que su caso es especial y extraordinario, casi milagroso, sobre todo porque no es la primera experiencia que tiene con las alturas. Entre risas cuenta ahora que con 6 años se precipitó desde un segundo piso en Caracas, fracturándose el brazo y la clavícula izquierdos.

La familia Villamil tiene un «ángel de la guarda» a dedicación exclusiva ya que uno de los hermanos de Yorvin sufrió un atraco y recibió un disparo entre los ojos que no traspasó el cráneo, sino que dio la vuelta al ojo y se incrustó en el tabique nasal, lo que le permitió salir con vida.
Yorvin sabe que «otra oportunidad como esta no te la da nadie, y con conservar la vida ya se siente más que satisfecho: «yo ya cobré y lo que venga es ganancia».

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