La Real Academia de las Ciencias de Suecia distinguió al estadounidense Richard F. Heck y a los japoneses Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki por sus estudios sobre «las reacciones de acoplamiento cruzado catalizadas por paladio en síntesis orgánicas».
Se trata de una herramienta «que ha mejorado ampliamente las posibilidades de crear (compuestos) químicos sofisticados, por ejemplo moléculas basadas en el carbono tan complejas como las presentes en la propia naturaleza», según el fallo.
Las tres reacciones tienen en común su eficiencia y una característica «única», ya que se pueden llevar a cabo en «condiciones benignas y con precisión muy alta».
La química orgánica es la «base de la vida», resaltó la Academia, pero la estabilidad del carbono y el hecho de que sus átomos no reaccionen fácilmente entre sí obligan a usar agentes externos para sintetizar nuevas moléculas, de ahí la importancia de esta herramienta.
Fue la industria química alemana Wacker la primera que usó en la década de 1950 el paladio como catalizador, para transformar el etileno en acetaldehído, un compuesto usado en la síntesis de plásticos, pinturas y lacas, entre otras aplicaciones.
Animado por el creciente interés por el «proceso Wacker», Richard F. Heck, que entonces trabajaba para una compañía química en Delaware (EEUU), empezó a emplear el paladio como catalizador.
Heck publicó en 1968 una serie de trabajos en los que mostraba cómo había logrado encadenar un anillo de átomos de carbono con otro fragmento más pequeño de carbono para obtener estireno.
Ahí estaba la base de la «reacción Heck», fundamental para crear reacciones de átomos de carbono y que se usa en la producción de medicamentos como el antiinflamatorio naproxeno o el montelukast -contra el asma-, pero también en la industria electrónica.
Negishi desarrolló en 1977 una variante del reactivo de Grignard, uno de los más importantes en la química orgánica, sustituyendo el magnesio usado más de medio siglo antes por el físico francés por zinc, lo que resolvió los problemas de inestabilidad.
Dos años más tarde Suzuki ideó la reacción que lleva su nombre usando el boro, un activador más benigno y menos tóxico que el zinc, una ventaja en aplicaciones a gran escala como la producción de sustancias para proteger los cultivos agrícolas de hongos.
Las reacciones de acoplamiento cruzado catalizadas por paladio permiten sintetizar de forma artificial sustancias existentes en pequeñas cantidades en la naturaleza, usadas en la lucha contra el cáncer o el VIH, y mejorar la eficacia de antiguos antibióticos.
Los científicos también han usado esta herramienta para optimizar la calidad de las pantallas de última generación con tecnología OLED (orgánicas de diodo emisor de luz).
Aunque estas reacciones son ya de «gran importancia» para la humanidad, teniendo en cuenta los avances que se están produciendo en laboratorios de todo el mundo, «es probable que sean aún más importantes en el futuro», destacó el fallo del jurado.
Esta es la quinta vez que se otorga el Nobel a trabajos sobre enlaces carbono-carbono, «la base de la química de la propia vida», en palabras de la Academia.
Con anterioridad fueron premiadas la reacción Grignard (1912), la reacción Diels-Alder (1950), la reacción Wittig (1979) y la metátesis de olefinas (2005).
El estadounidense Heck (Springield, 1931) es profesor emérito en la Universidad de Delaware (Nueva York), mientras sus colegas nipones Negishi (Changchun, 1935) y Suzuki (Mukawa, 1930) están vinculados respectivamente a las de Purdue (EEUU) y Hokkaido (Japón).
Los tres se repartirán las 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros o 1,5 millones de dólares) con que está dotado el premio, que se entregará el 10 de diciembre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel.
Tras los premios de Medicina, Física y Química, la semana Nobel continuará mañana con el de Literatura y seguirá en los próximos días con el de la Paz y el de Economía.