Mucho se ha hablado esta semana del ascenso de Rubalcaba, de la caída de la vicepresidenta, de los cambios en el Consejo de Ministros y de ese debate, que tanto perjudica al PSOE, sobre quién será el candidato socialista en 2012. Pero el terremoto del miércoles no sólo ha transformado el Gobierno, sino también el partido. El relevo de Leire Pajín por Marcelino Iglesias al frente de la poderosa secretaría de Organización también merece un análisis porque no se entiende lo uno sin lo otro: porque los movimientos de estos últimos meses en Ferraz también explican en parte qué sucede en La Moncloa.
La clave está en ese enfrentamiento entre Leire Pajín y José Blanco; un conflicto cuyos antecedentes vienen de lejos. Pajín, al ser nombrada secretaria de Organización del PSOE, reivindicó para ella las mismas funciones que antes tenía Blanco en ese puesto, “ni más ni menos”. Entre ellas estaba la estrategia electoral y las encuestas, que Blanco, como vicesecretario general, quería mantener. Ganó Pajín ese poder, y también esa responsabilidad. Tras la derrota de las europeas de 2009, Blanco, en un corrillo de periodistas, bromeó con que el PSOE no perdería las elecciones de 2012 porque sería él quien se ocuparía de la campaña. La frase, después rectificada por el propio Blanco, provocó mucha espuma en los medios, pero también había un mar de fondo. Muchos dirigentes socialistas culpaban a la secretaria de Organización y a su equipo de asesores –gente joven a la que algunos en Ferraz califican despectivamente como “los biberones”– de ser en parte responsables del mal resultado: de la primera derrota del PSOE de Zapatero desde 2004.
En junio de este año, comenzó a circular un rumor entre los periodistas, que apareció publicado en varios medios: una inminente crisis de Gobierno, en la que Leire Pajín sería nombrada ministra. También se comenzó a filtrar en esas mismas fechas que Carme Chacón se iría a Barcelona, como candidata a la alcaldía. Ambos rumores eran interesados, porque, de confirmarse, forzaban la salida de Pajín del aparato socialista, al tiempo que eliminaban de la carrera poszapaterista a Chacón, una de las rivales con más posibilidades. Cuando Zapatero detectó esos movimientos, según fuentes socialistas, citó en un despacho de la zona de Gobierno del Congreso de los Diputados, uno por uno, a José Blanco, a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Manuel Chaves para cortar de raíz ese debate. No fueron reuniones cordiales.
Aunque el último gran enfrentamiento soterrado entre Blanco y Pajín ha sido con las primarias de Madrid. La entonces secretaria de Organización no supo de esa famosa reunión, en la que Manuel Chaves le pidió a Tomás Gómez que se retirase, hasta después de que se filtrara a los medios. Más tarde, una vez lanzadas las primarias, Pajín mantuvo una escrupulosa neutralidad que no gustó a los que respaldaban a Trinidad Jiménez. Tampoco ha ayudado nada a la continuidad de Pajín que muchos barones socialistas en privado –y José María Barreda en público– criticaran el rumbo del Gobierno.
Zapatero, finalmente, ha acabado haciendo aquello que tanto le molestó que se contase en junio: apartar a Leire Pajín del partido nombrándola superministra social –con una triple cartera que engloba los antiguos ministerios de Sanidad, Igualdad y Asuntos Sociales– . Saldrá también de la Ejecutiva Federal del PSOE, ya que no hay más cambio que su reemplazo, por lo que tampoco seguirá siquiera de vocal. Pero Pajín sigue siendo una de las personas que cuenta con más apoyo de Zapatero, que es especialista en mantener al mismo tiempo varios círculos de poder y de influencia que rivalizan entre sí. La solución que finalmente ha adoptado el presidente es, una vez más, un equilibrio en el que no todos ganan ni tampoco todos pierden.
El sucesor de Pajín, el presidente de Aragón Marcelino Iglesias, no es un hombre de Blanco. Tampoco de Pajín, Marcelino es de Iglesias; aunque, según algunas versiones, ha sido la secretaria de Organización saliente quien decidió su nombre junto con el presidente, frente a otras opciones más de la confianza de Blanco, como Elena Valenciano. Iglesias fue uno de los primeros barones regionales que respaldó a Zapatero en el 2000, cuando se presentó frente a Bono para ser el secretario general tras la derrota de Almunia. El presidente aragonés es un hombre muy respetado y querido dentro del PSOE, y probablemente será capaz de remendar los costurones del partido en un momento complicado. También aportará canas y mucho peso político ahora que Zapatero apuesta por la veteranía. Marcelino se lleva bien con Blanco y su intención declarada es trabajar con todos y cerrar filas.
Marcelino se apoyará mucho en una persona que ha sido clave en el equipo de Leire Pajín: Pilar Alegría. Es diputada, tiene 33 años, es aragonesa, fue jefa del gabinete de Eva Almunia –candidata socialista a la presidencia de Aragón– en la consejería de Educación. Leire la fichó en 2008 como su adjunta en la secretaria de Organización. Con la llegada de Marcelino a Madrid, Alegría mantiene el puesto, pero sus funciones irán a mucho más. Será ella quien se ocupe del día a día de la fontanería socialista, especialmente durante estos meses, hasta las elecciones de mayo, en los que el nuevo secretario de Organización tendrá que compatibilizar su cargo con la presidencia de Aragón.
Pero Blanco también ha incrementado, y mucho, su poder interno en Ferraz. Ha recuperado el área electoral y de las encuestas, que había perdido con Leire. Marcelino Iglesias será el portavoz en la rueda de prensa de los lunes tras la Ejecutiva Federal; pero Blanco volverá a recuperar protagonismo como portavoz informal del partido –ya lo hizo este mismo jueves, cuando salió a defender precisamente a Leire Pajín frente a los insultos machistas del alcalde de Valladolid–. Blanco también dirigirá el comité electoral, que se forma en unos días, y donde probablemente estarán también dos personas de su equipo –Antonio Hernando y Elena Valenciano– y otro hombre de la confianza de Rubalcaba y Chaves: Gaspar Zarrías. Además, el hecho de que Marcelino Iglesias tenga que estar saltando entre Zaragoza y Madrid hasta mayo dará aún más margen de maniobra al vicesecretario general. Será también Blanco quien lleve la batuta en una de las cuestiones más importantes en cualquier partido, donde se premian las lealtades y se castigan las traiciones: la elaboración de las listas electorales.