El esfuerzo final de todos ha sido casi un grito llamando a la participación. Las previsiones más optimistas cifran la participación entre un 50 y un 53%; es decir que casi la mitad de los ciudadanos pudiendo votar sobre la gestión de sus intereses más inmediatos optan por quedarse en casa, dejando a voluntades ajenas su gobierno. Esto da que pensar. Felipe González reconoció que no podía entender como con tanto autogobierno, sin parangón en la historia, un porcentaje muy alto de ciudadanos no se sentían motivados. Es verdad que tradicionalmente en Cataluña se ha votado más en generales que en autonómicas, pero después de los revueltos tiempos vividos como consecuencia del Estatut la lógica lleva a pensar que mañana domingo todos los catalanes a una acudirían a las urnas. Los motivos de esta previsible apatía electoral son muchos pero no hay que hacer mucho esfuerzo para concluir que lo vivido en esos tiempos revueltos y recientes era más ficción que realidad, que el debate estatutario estaba alejado de las preocupaciones mayoritarias, que lo que algunos nos contaban no se ajustaba a la realidad y que o los políticos abandonan su burbuja o los ciudadanos les van a abandonar a ellos. En cualquier caso, mañana domingo Cataluña vivirá una jornada de libertad y después de tanto vídeo y tanto mitin solo cabe decir eso de que las urnas repartan suerte.