El fin de semana ha estado preñado en España de actos políticos a los que habría que dejar de llamar, de una vez por todas, “preelectorales”. Los principales partidos han celebrado cónclaves territoriales donde, o bien han proclamado candidatos oficialmente o bien han lanzado proclamas para ocupar espacio en los telediarios y en la prensa en general. En fin, estrategias de comunicación cuyo mensaje no se sabe a ciencia cierta si cala en el receptor o si este puede cambiar de opinión el escucharlo. La verdad es que nuestros políticos son, en general, tan insulsos que ni siquiera saben colocar e interpretar la frase del argumentario, por otra parte también vacío de contenido.
Con todo, estos dos días se han esforzado, y hay que reconocerlo. Así, hemos escuchado a Zapatero decir que “«lo que hoy sembramos es la prosperidad de mañana» y a Rajoy contar que “el cambio empieza en Castilla-La mancha y luego habrá un cambio en toda España”.
Los segundos espadas también han tenido su cuota de gloria. Y González Pons, como la tiene tomada con Rubalcaba, aprovecha cualquier oportunidad para darle caña aunque no venga a cuento: «En España tenemos de portavoz de Gobierno al político que tiene más fama de manipulador y hay mucha gente a la que le hace gracia, a mí –a Pons- me parece peligroso». Para variar, lanza la frase que tocaba y se despreocupa en aclarar qué clase de peligros representa Rubalcaba. ¿Y como encaja el Ministro del Interior las ácidas palabras del popular? Con mucho estoicismo: «La gente espera de nosotros -de los socialistas- algo más que insultar a Mariano Rajoy». Pues sí, los ciudadanos esperamos que nos saquen de este atolladero, pero tampoco parece que estén por la labor.
En escalones más bajos, se observa impaciente a Camps que va viendo cómo se va a quedar con el nuevo traje sin estrenar y sin acto de aclamación como el que vivió en Albacete María Dolores de Cospedal. Por cierto, la candidata a sustituir a Barreda y actual Secretaria General del PP, no dijo ni media respecto a la denuncia lanzada hace unos días por su partido sobre unos espías que no lo eran y que, supuestamente, estaban pagados por el PSOE, que tampoco, para investigar a políticos populares de Ciudad Real. Al final todo resultó un esperpento valle-inclanesco con un funcionario, exmilitante del PP, que se veía acosado laboralmente en el ayuntamiento.
Y para dura realidad, como la vida misma, la que sigue teniendo el PSM. Como estaba escrito en el guión, Tomás Gómez ha “pasado a cuchillo” a la mayoría de los críticos a su gestión y partidarios de Trinidad Jiménez. Únicamente ha incluido en la lista a uno de los 23 diputados que apoyaron a la ministra en las primarias. Pero la responsabilidad de esta purga no es solo de Gómez como ejecutor, también lo es de Jiménez que, como también estaba escrito y una vez derrotada, dejó a los suyos, literalmente tirados y con el culo al aire. Ya sin oposición interna y en una frase para que quede grabada en su breve historia, el líder socialista madrileño con toda razón, ha dicho: “hemos zanjado ya el tema orgánico, ahora hay que salir a la calle, porque quedan 93 días para la victoria«. La de Esperanza Aguirre, claro, e irán tres a pesar del estado de la sanidad, la educación y el Gürtel. Y todo ante las narices socialistas que no lo huelen.