Cuatro botellas de Moët Chandon, seis de Codorníu, 16 cajas de cerveza, 19 botellas de whisky, 24 botellas de vino tinto… y así hasta sumar bebidas por valor de 106.672 pesetas consumieron del bar del Congreso los guardias civiles que asaltaron la Cámara el 23 de febrero de 1981.
La relación detallada de bebidas y comestibles consumidas durante el golpe figuran en un documento elaborado el 28 de febrero por el Servicio de Intendencia de la Cámara, quien calculó en 106.672 pesetas de las de hace 30 años el valor de todo lo que desapareció del bar, entonces situado en el vestíbulo de Isabel II, tras la Puerta de los Leones.
Este informe ha sido guardado durante los últimos treinta años en el Archivo del Congreso y forma parte de una serie de documentos relacionados con el 23-F a los que este martes se ha permitido acceder a la prensa.
Los testimonios de quienes sufrieron el golpe siempre han destacado el lamentable aspecto que presentaba el bar tras haber pasado por allí los guardias civiles y haberse bebido prácticamente todas sus existencias, entre ellas 19 botellas de whisky, 18 de ginebra, así como coñac, vermut, anís…
También comieron, y en este caso la factura se calculó en 93.349 pesetas, valor de un buen número de latas de espárragos, mermelada o bonito, así como de chorizos, jamones, frutas, ternera, café y muchas otras viandas, a las que se añaden 54.800 pesetas en tabaco.
El informe está acompañado de otro referido a los daños materiales que hubieron de repararse por los destrozos ocasionados por los tiros de metralleta y por otras acciones, como el destrozo de las sillas que Tejero ordenó colocar en el centro del hemiciclo para prender fuego si la luz se cortaba.
Cuenta el arquitecto conservador de la Cámara, en un papel fechado el 21 de diciembre de 1981 que había 37 impactos de bala, cuya ubicación detalla exacta; en otra relación reseña del coste de las obras de reparación, por importe de 1.057.280 pesetas.
La Mesa del Congreso ha permitido también conocer el contenido de otro documento elaborado por el comisario del Congreso, justo después del 23-F, donde justifica que los policías de servicio no hubieran disparado contra los guardias.
Este papel acompañaba el relato pormenorizado de hechos elaborado por cuatro miembros de la Mesa y entregado al juzgado militar.
«Cualquier intento de resistencia por parte de algún funcionario del Cuerpo Superior de Policía hubiera producido una violenta reacción de incalculables consecuencias», advierte en su relato.
De hecho, hay otro informe suyo, más amplio, confeccionado varios días después, en el cual se relata desde el punto de vista policial el encontronazo entre policías y guardias civiles, donde reinó la confusión y los malentendidos.
Así, un agente que estaba de guardia en la puerta de la calle Zorrilla, lugar de acceso de las visitas, se adentró en el edificio tras escuchar las ráfagas de los CETME de los guardias, pensando que era un «comando» terrorista que había asaltado el Parlamento.
Se asomó, vio en un pasillo a varios compañeros suyos «tendidos en el suelo con las manos extendidas» y volvió a la puerta para cerrarla, pero irrumpieron varios guardias; ingenuamente, interpretó que entraban persiguiendo a los terroristas.
«Colocaros aquí, a la salida del pasillo, pues así vemos venir al comando», les pidió, mientras los asaltantes le decían «cuántos son, cuántos son», explica el comisario-jefe.
Sin embargo enseguida apareció «otro guardia metralleta en mano» quien despejó dudas a unos y otros al decirle que aquello «era un golpe de Estado» y ordenarle que subiera por las escaleras.
A los agentes de paisano, del antiguo Cuerpo Superior de Policía, les obligaron a entregar sus armas y tumbarse en el suelo, pero hubo alguno que se negó a hacerlo y en vez de dársela a un guardia civil, se la dio a un compañero policía.
Tejero entró a las 18,22 horas en el pasillo principal del Congreso al grito de «qué está pasando aquí» y «a tierra todo el mundo, en nombre del capitán general Milans del Bosch».
Tras disparar al techo de la sala contigua donde estaban los escoltas de los ministros, los agentes lograron reducirlos para a renglón seguido irrumpir en el pleno.
En su primer informe, el comisario incluye el siguiente comentario: «En algunos momentos se escucharon en los pasillos y salas de la Planta Baja ocupados por los miembros de la Guardia Civil gritos de ¡Viva España!, ¡Viva el Rey! y ¡Viva la Guardia Civil!
Otra relación de acontecimientos, rubricada por el teniente de la Policía Nacional Pedro Contreras Martín, a cuyo cargo estaban los policías uniformados que custodiaban el exterior del hemiciclo cuenta también como al llegar los guardias en los autobuses invocaron el nombre del Rey para poder entrar al Palacio.
Así, un capitán de la Guardia Civil le dijo que se estuvieran quietos, que con ellos no iba «nada» y que «se tomaba el Palacio del Congreso de orden de Su Majestad el Rey», explica.
Redacción