El líder del PP, Mariano Rajoy, ha sido investido este martes presidente del Gobierno con 187 votos a favor (de su partido, UPN y FAC), el rechazo de 149 diputados y 14 abstenciones. Tras ocho años en la oposición, Rajoy se ha convertido así en el sexto presidente de la democracia española.
Mientras le ovacionaban los diputados del Grupo Popular en el hemiciclo, Rajoy saludó en primer lugar al presidente del Gobierno en funciones, José Luis Rodríguez Zapatero, y a su adversario en las últimas generales, Alfredo Pérez Rubalcaba, quienes se habían acercado a su escaño. También saludó a los miembros del Ejecutivo socialista y a partir de ahí fue recibiendo la felicitación de diputados de distintos grupos políticos.
La mayoría absoluta que Rajoy cosechó en las elecciones generales del pasado 20 de noviembre, las terceras a las que se presentaba como cartel electoral del PP, han permitido su investidura en una primera votación, que ha tenido lugar tras casi doce horas de debate parlamentario con el resto de grupos políticos, a los que ha pedido que se sumen a la difícil tarea de sacar a España de la crisis. En este trámite, ha estado acompañado por su mujer, Elvira Fernández, uno de sus hermanos y un primo.
El nuevo presidente del Gobierno ha logrado ser investido con más votos de los que obtuvo nunca en este proceso José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2004 fue nombrado jefe del Ejecutivo con 183 votos a favor, 148 en contra y 19 abstenciones y en 2008 vio menguado su apoyo hasta los 169 votos favorables, 158 en contra y 23 abstenciones.
De los seis presidentes que ha tenido la democracia española, el que ha sido investido con más apoyos ha sido Felipe González, que en 1982 recibió 207 ‘síes’, y también ha sido el que obtuvo menos, en 1989, con tan solo 167, aunque en aquella ocasión varias circunscripciones no estuvieron representadas en el hemiciclo por recursos electorales.
Por su parte, José María Aznar fue nombrado presidente del Gobierno por primera vez en 1996 con el apoyo expreso de 181 diputados y cuatro años después, y ya con mayoría absoluta, con el de 202.
Rajoy ha obtenido también más apoyo que los dos presidentes de UCD, tanto Adolfo Suárez, que en 1979 sumó 183 votos, como Leopoldo Calvo Sotelo, que en 1981, en la famosa votación interrumpida por la intentona golpista del 23-F, cosechó 186 síes.
Una vida dedicada a la política
A los 56 años, de los que ha dedicado más de 30 a la política, Rajoy llega a La Moncloa asegurando ser consciente de la enorme responsabilidad que supone hacer frente al panorama «más que sombrío» del país y de la «tarea ingrata» que requiere, pero también con la certeza de que España tiene «medios, posibilidades y voluntad» para salir adelante.
A este objetivo promete poner todo su esfuerzo y su experiencia, que, como a él le gusta recordar, pasa desde la política municipal –fue concejal y presidente de la Diputación de Pontevedra–, a la autonómica –como vicepresidente de la Junta de Galicia entre noviembre de 1986 y septiembre de 1978– y al Gobierno de la nación, ya que siempre formó parte de los Gabinetes ministeriales de José María Aznar.
En concreto, con el primer presidente ‘popular’, Rajoy fue ministro de Administraciones Públicas (de mayo de 1986 a septiembre de 1987), de Educación y Cultura (de enero de 1999 a abril de 2000), de Interior (de febrero de 2001 a julio de 2002) y de Presidencia (entre abril de 2000 y febrero de 2001). Además, durante más de tres años, entre abril de 2000 y septiembre de 2003), fue vicepresidente primero.
En septiembre de 2003 abandonó el Ejecutivo, tras siete años sentándose en la silla del Consejo de Ministros, cuando fue nombrado secretario general del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, para suceder a José María Aznar.
Ese nombramiento, que muchos daban por seguro que significaba también el relevo en La Moncloa, acabó convirtiendo a Rajoy, tras la derrota en las urnas de marzo de 2004, en el de líder de la oposición, que ha ostentando durante casi ocho años.
En estos años, como el mismo presidente del Gobierno ha reconocido, ha tenido luces y sombras, las segundas especialmente después de los dos fracasos en las elecciones de 2004 y 2008, que le llevaron a serias reflexiones sobre si debía continuar en política.
La crisis más grave fue la de 2008, cuando se alzaron voces que cuestionaban su liderazgo, hasta que salió reafirmado, definitivamente, del Congreso de Valencia. Desde entonces, Rajoy ha querido convertir aquella dura prueba en su fortaleza y ha hecho dogma de su autoproclamada independencia, que, según ha dicho, le inculcó su padre.
En concreto, en las semanas previas a las elecciones se le ha escuchado repetir en numerosas ocasiones que llegaría al gobierno sin deber nada a nadie y garantizando que en La Moncloa tampoco iba a dejarse influir por «los poderes económicos, mediáticos o de otro signo».