La crisis de los cuarenta empieza en los 30. Llega entre los 35 y los 45 años y consiste en que la mitad de la vida ya está gastada. Entonces llega la pregunta: “¿Cómo quiero gastar la otra media?”. Y la sentencia; “Sólo me queda la otra mitad”. Y ahí cada persona mira hacia atrás y hacia adelante y, como en una balanza, empieza a sopesar las metas fijadas y los logros obtenidos.
Según un análisis del Foro Español de la Familia, la crisis matrimonial durante esos años es realmente una crisis de personalidad. Y empieza con los siguientes síntomas:
- Se empieza a enfriar, el primer amor que les llevó al matrimonio. Se resquebraja la unión familiar para sacar adelante a los hijos y aparece la sensación de haber cumplido las metas matrimoniales.
- Comienzan a registrarse las primeras limitaciones físicas, cambios emocionales y de conducta. Se entra en la madurez, el principio de un tobogán que se precipita a la vejez.
- Es la época donde algunas parejas se sienten atraídas por lo que existe fuera.
- Es una etapa donde algunas parejas se dan cuenta que no han llegado a los objetivos que tuvieron cuando se casaron.
- Se dan cuenta de que han desperdiciado unos estupendos años de vida, cuando el intelecto y el cuerpo, estaba en los mejores momentos de su máxima potencialidad.
- También aparecen los cambios físicos, que suelen ser deterioros corporales. Arrugar, canas y kilos.
- Aparece la preocupación por las enfermedades, chequeos médicos y en algunas personas, se empieza una actitud hipocondríaca.
- Se aumenta la belleza interna y la tranquilidad de espíritu, lo que origina que aparezca esa otra belleza que nada tiene que ver con la frescura corporal de los años jóvenes.
- Comienza a sentirse el cansancio motivado por todas las responsabilidades.
- Comienza a mantener una postura apática, ante el sexo con su pareja.
- Los hijos comienzan a ser independientes y se alejan poco a poco. Hay que enfrentar a la rutina matrimonial.
- En el entorno laboral aparece alguien a quien le dedican más tiempo y atención que el debido. Empiezan los coqueteos con otras personas. Incluso, sin ninguna razón profesional, se pasa demasiado tiempo en el trabajo o fuera con compañeros justificando así la llegada a la casa a última hora.
Tras los primeros síntomas llegan las causas que abren la puerta de entrada hacia esta crisis matrimonial:
- Dar por terminados los objetivos que ambos tenían en común.
- Perder el norte, los valores humanos que les daban seguridad a la hora de actuar y sustituirlos por actitudes materialistas que llevan a ver la vida bajo otros enfoques.
- Considerar que sus tareas familiares conllevan un exceso de responsabilidades imposibles de sobrellevar y que el matrimonio empieza a ser una carga difícil.
- Los cambios físicos, biológicos, psicológicos, religiosos, económicos y sociales que se producen, al llegar a esa edad, hacen creer a algunos que han disminuido o desaparecido las cosas importantes que tenía en común la pareja.
- No estar preparados para sobrellevar el llamado síndrome del “nido vacío”, que es cuando los hijos dejan la casa paterna.
- Que uno de los miembros de la pareja luche para seguir adelante con los planes que hicieron, para cumplir los objetivos de vida en común y que la otra persona, se acomode a quedarse atrás.
- Cuando aparecen los aspectos psicológicos de desilusión, cansancio y desengaño, y se reflejan en la crisis.
- Los esposos buscan nuevas experiencias muy atrevidas o de alto riego matrimonial para evitar la sensación de tiempo perdido o de aburrimiento. Coquetean con personas, incluso más jóvenes, sin tener en cuenta, el riesgo matrimonial.
- La práctica de deportes de alto riesgo, exagerado cambio de imagen o grandes inversiones económicas por llamar la atención.
- Un cambio profundo en la vida económica, física o social de la pareja, una situación social inestable o peligrosa. La modificación del carácter motivado por la excesiva preocupación por la salud, la aparición de enfermedades imaginarias, una cierta pérdida de interés por el trabajo profesional.
Todo problema tiene solución y para alcanzarla, nada mejor que querer hacerlo.
Redacción Estrella Digital