España ha decidido expulsar al embajador sirio en Madrid, Hussam Edin Aala. Es una respuesta contundente a la matanza de Hula, en la que fallecieron más de cien civiles. El embajador, un conocido de los opositores sirios en España, mandaba, según fuentes de estos últimos, a sus servicios secretos a grabar a los disidentes que se manifestaban contra el régimen de El Asad y sus políticas represivas, y luego enviaba estas imágenes al gobierno de Damasco para que actuara contra los familiares de los manifestantes opositores.
Es una reacción compartida por Francia, Alemania y Australia. El régimen dictatorial ve así un fuerte rechazo a su estrategia represiva que tendrá, seguramente, más efecto que la política de disuasión que las naciones Unidas intentaban establecer mediante la aplicación de un Plan de Paz inservible hasta el momento. Si la presión efectiva internacional se extiende, el régimen tiránico se tendrá que atener a las duras consecuencias de un aislamiento que pondrá en jaque su política represiva.
Es hora de actos, no cabe duda. Las intenciones difusas y la voluntad de conciliación pasan a un segundo plano ante la firme decisión de nuestro Gobierno. Una noticia que no sólo debe satisfacer a la comunidad opositora residente en España sino también a todos los españoles que defienden los derechos humanos, las libertades civiles y la paz.