Es necesario «no dejar pasar el tiempo» y seguir dando «más pasos» en la dirección del diálogo político para conseguir instaurar la «paz definitiva» en el País Vasco. Éste es el mensaje que el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, ha traslado al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el encuentro que este martes ha tenido lugar en el Palacio de La Moncloa, que ha durado dos horas y que ha transcurrido en un ambiente de «total cordialidad». Lo hace ocho meses después del anuncio del cese definitivo de la violencia por parte de la banda terrorista ETA, y a escasos seis días de que se hiciera pública la controvertida sentencia del Tribunal Constitucional en la que se permitía la legalización de la nueva marca política de la izquierda abertzale, Sortu.
Ésta es la segunda vez en lo que llevamos de año que el líder de los nacionalistas vascos visita la residencia presidencial, y una muestra más que evidente de la importancia que tiene para el Ejecutivo español el conflicto en el País Vasco. La posición del Gobierno a este respecto es clara: «No habrá ni concesiones ni diálogo con los terroristas». Aunque Mariano Rajoy es consciente de la importancia de mantener un diálogo fluido con todas las fuerzas políticas vascas, y especialmente con el PNV, a quien reconoció en su debate de investidura como interlocutor preferente en cuestiones relacionadas con Euskadi.
«Hay que dar una oportunidad a la paz»
Aprovechándose de esa ventaja objetiva, Urkullu ha trasladado al presidente del Gobierno la importancia de «no dejar pasar el tiempo» y la necesidad de aprovechar «este momento», en el que existe un nuevo clima político y social por la decisión de la banda terrorista de no cometer más asesinatos. Tal y como ha explicado el presidente del PNV en la rueda de prensa posterior a su encuentro con el presidente, «hay que dar una oportunidad a la paz». En este sentido, ha utilizado un símil ciclista para recordar a Rajoy que cuando alguien monta en bicicleta y deja de pedalear, al principio seguirá moviéndose por la inercia, pero después corre el riesgo de pararse y caerse. Un riesgo, que a ojos del PNV, sería catastrófico para el futuro del País Vasco, cada vez más cerca de alcanzar la «paz deseada».
Así pues, ha explicado que el PNV está en disposición de alcanzar un gran acuerdo, «el mayor que jamás haya podido concretarse» -ha matizado-, pero que para ello hay que dar paso a la actividad política. Sin mencionarlo explícitamente, pero en clara referencia a la reciente legalización de Sortu -y que públicamente él ya ha respaldado-, Urkullu ha dicho que con la «legalidad en la mano» y «juntos», podremos «pasar página del terrorismo»; y ha insistido en que hay que permitir que todas las «opciones hagan política». «Seremos leales y discretos, pero también estaremos empecinados en conseguir la paz verdadera y definitiva», ha sentenciado.
Hay que permitir que todas las «opciones hagan política»
En este sentido, el PNV ha dicho que está dispuesto a ayudar al Ejecutivo. Urkullu ha reconocido que el comunicado del 20 de octubre de 2011 supuso un punto de inflexión en las relaciones entre el PP y el PNV, aunque cree que hay que «superarlo». Tal y como ha explicado el líder nacionalista, si Rajoy decide abordar la fase definitiva de ETA, el PNV facilitará el marco de consenso necesario para que prospere, puesto que considera que el Ejecutivo está «dando pasos» y es consciente de la realidad y de que el escenario ha cambiado. De hecho, Urkullu cree que está habiendo «gestos positivos» por parte del Gobierno, como por ejemplo, el plan de reinserción para presos de ETA o el rechazo del PP a iniciar los trámites para la ilegalización de Amaiur propuesta por UPyD en el Congreso, aunque ha insistido en que son necesarios «más».
A este respecto, Urkullu no ha querido entrar en concreciones. Para ello ha apelado en numerosas ocasiones a la «discreción y lealtad» que le ha prometido a Rajoy. Y en todo momento se ha ceñido a las tres líneas generales y básicas de actuación: política penitenciaria, relación entre víctimas y verdugos y la renuncia a la violencia por la política. Hasta ahí ha podido leer. El resto lo ha dejado a disposición de lo que ocurra en el futuro, y a la deseosa idea de que ETA desaparezca para siempre.
En este contexto, el líder del PNV ha huido de hacer elucubraciones. Esta semana, Iñaki Oyarzábal, responsable de Justicia del PP, aseguraba que en «los próximos meses» presenciaremos la inminente disolución «incondicional» de ETA. Unas palabras que ni el Gobierno, ni el PNV han querido confirmar. Según el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, la mejor manera de garantizar la disolución incondicional de ETA es seguir actuando como «hasta ahora». Urkullu, por su parte, lo único que se ha atrevido a pronosticar es que la violencia de épocas pasadas nunca volverá a repetirse porque «esta ETA no volverá a ser». «Ojalá lleguemos a un momento de disolución de ETA. Pero, si todo esto fuera un engaño, al primero que le pasaría factura es a la propia izquierda abertzale«, ha sentenciado.
Una formación que cada día parece incomodar más al Partido Popular. Sobre todo después de que este martes, el portavoz de Amaiur en el Congreso, Xabier Mikel Errekondo, rechazase la detención de dos presuntos etarras en Francia. Según Errekondo, el Gobierno «sigue empeñado en dar pasos justo en la dirección contraria a la resolución del conflicto político». Unas palabras que han caído como un jarro de agua fría en Génova, donde ya se comienza a hablar ilegalización. Y que el líder del PNV ha preferido minimizar. «Esa reacción responde a un catecismo del pasado que debería estar superado», ha dicho Urkullu, que ha asegurado hasta en dos ocasiones, que en su encuentro con el presidente no se ha hablado nada de «supuestas ilegalizaciones».