Que el Gobierno miente más que habla es un hecho irrefutable. Que las excusas para justificar esa cantidad tan ingente de mentiras son tan variopintas como falaces, tampoco es motivo de discusión y, para mejorar –si fuera posible- lo dantesco de la situación, hay que recurrir a la prensa extranjera para conocer el alcance de la verdadera masacre de derechos y la ignominia con la que trata a los ciudadanos y ciudadanas de este país, menoscabando a los funcionarios, a los parados o a las personas que menos posibilidades tienen de salir con un mínimo de garantías de esta crisis.
Subidas de impuestos y bajadas de derechos. Un presidente del Gobierno que huye, se esconde y que hace de su capa un sayo pero que pide a sus esbirros que alcen la cabeza ante una ciudadanía con cada vez menos esperanza y más rabia (de esa que, ante la falta de nada que perder, aflora cuanta mayor es la necesidad de lo básico). Un sinsentido de quien gobierna desde el desgobierno que produce el creerse dueño de la situación y no ser más que una marioneta de quién en otros tiempos creyó que eran sus iguales y utilizó para alcanzar el poder.
La manida herencia se ha vuelto como el peor de los boomerangs en todo el morro porque a lo mejor cayeron en la tentación de convencer a toda Europa de sus mentiras desarrogándose culpa alguna de la crisis que nos obliga a ser intervenidos, rescatados y maniatados. Como Rajoy es tan dado a escuchar fuera lo que no es capaz de oír en su país, los medios europeos le recuerdan a diario que nos están apretando el cinturón hasta la asfixia por la necesidad de salvar a los bancos. A esos bancos que financiaron obras imposibles de personajes del PP que contribuyen con arduo esfuerzo al estupidiario en que, los que ahora aplauden al líder cuando anuncia los recortes de la vergüenza, nos metieron.
Frente a la cara de un afligido Rodríguez Zapatero, la orgullosa de Rajoy . Y una imagen que vale mil –¡qué digo, millones!- de palabras.
Y el PSOE, tibio. Demasiado tibio. Si los partidos tienen que ser el reflejo de lo que la ciudadanía pide, el PSOE debe estar a pie de calle y a pie de problema. Con oposición firme y con líneas rojas nítidas, meridianamente nítidas. Pocos –por ser optimistas- pueden entender que se hablen de pactos cuando las líneas rojas no es que hayan sido sobrepasadas, es que han saltado por los aires. Hay que volver a recuperar la esencia del Socialismo, sí, con mayúsculas, volver a sentirnos obreros y recuperar lo que no tuvimos que dejar escapar.
La gente, mi gente, la que veo a diario y a la que atiendo en sus problemas cotidianos en el ayuntamiento, pide ayuda. Sí, ayuda. Nos necesita como nunca y no puede entender eso de la “responsabilidad” traducida en ambigüedad por mucho que ésta responda a una estrategia. A veces tengo la sensación de que nos lastra mucho una especie de injusto “Síndrome de Estocolmo” de nuestros años en el gobierno que pudiera dar la razón al PP en sus acusaciones. Si hoy la situación no es más dramática es por las políticas sociales que se llevaron a cabo en este país durante los últimos 8 años y que se torcieron cuando cedimos socialismo a los mercados. Sabiendo que hay muchas cosas que tenemos que cambiar y, hacer de la corrección de los errores la base de los futuros aciertos, hay que estar en la calle y, sobre todo, con la intensidad con la que se nos pide que estemos.
Colegios públicos con menos profesores, ancianos que habrán de decidir si comer o sanar, el mundo rural como en épocas franquistas, abandonado y con una discriminación con respecto a los núcleos urbanos atroz, dependientes que morirán antes siquiera de ser valorados y parados sin nada que echarse a la boca mientras que en la Catedral de Santiago desaparecen dos millones de euros sin que nadie se dé cuenta porque los dineros de la Iglesia, opacos cual chapapote, no tributan.
Hace algo menos de un siglo, los obreros consiguieron lo que hoy estudiamos en los libros de Historia. Quiero que mis hijas estudien en sus libros de Historia que los obreros recuperaron sus derechos en pleno siglo XXI porque fueron dueños de sus sueños, de sus trabajos y de sus ansias de justicia social y de Igualdad.
Trabajo y lucha. Nada nuevo bajo el sol.
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