Uno de los problemas más serios que tiene la izquierda madrileña es tratamiento mediático que recibe de la prensa local: cuando no es el ninguneo, es la distorsión. Los periódicos de tirada nacional dedican un par de páginas a la información local pero, a diferencia de la prensa regional, no ofrecen una elaboración más pormenorizada de las noticias. Madrid es el centro político de España y, por tanto, es de sentido común que sea el blanco de la información periodística. Sin embargo, en la Comunidad de Madrid también se producen hechos de sumo interés para los madrileños que lamentablemente no son reflejados por la prensa local.
Esta es la paradoja: aquello que es noticia para los madrileños es insustancial para la prensa nacional y aquello que es información para el resto de España es consustancial al pueblo de Madrid. Y como Madrid carece propiamente de una prensa regional, resulta que aquí estamos en primera línea con los problemas de España y en cuarta fila con relación a los propios. Pero, además, el inconveniente con que se encuentra la izquierda madrileña (PSOE e IU) es que de lo poco que noticia la prensa nacional apenas sale algo de sus denuncias.
Un ejemplo paradigmático es el tratamiento periodístico que se otorgó al último pleno de la Asamblea de Madrid (21 de junio), en el que el Gobierno de Esperanza Aguirre presentaba la modificación a los presupuestos de 2012. Un recorte de 1.045 millones de euros y una retahíla de subidas de tasas. Era como para decir: “Amanece que no es poco” y sin embargo la prensa, unos porque están en lo “global” para salvar sus cuitas económicas, otros porque andan por el “mundo” caramelizando al gobierno regional y otros porque dictan el “abc” olvidándose de que también existen las letras “xyz”, digo, la prensa escrita y publicada en Madrid, no reflejó absolutamente nada de lo que se dijo en el pleno.
La noticia fue: “Aguirre quiere que se cierre el Tribunal Constitucional”. Recomiendo al lector que visite la página web de la Asamblea de Madrid y vea en “retransmisión de sesiones”, después de las preguntas a los miembros del gobierno, el debate que se produjo sobre los presupuestos. ¿Cómo es posible que no hayan publicado nada? La respuesta está más allá de la lógica o, dicho de otra manera, en la confluencia de los intereses económicos de esos grupos mediáticos. En la misma semana, unos publican las querellas internas de IU (el sábado en El País, un “retrato” de Miguel Reneses) y otros la crisis económica del PSM (el viernes en El Mundo y días anteriores en La Razón). Objetivo común: hacer el vacío a la izquierda madrileña. Mejor dicho, ponen el foco en aquello que resalta las debilidades internas.
Con ello no estoy defendiendo que no sea noticiable las propias carencias de los partidos de izquierda, sino que la cuestión consiste en el criterio de relevancia informativa. Está claro que la prensa nacional ha resuelto no hacer patente que tanto el Partido Socialista de Madrid como la coalición regional de IU tienen una alternativa de gobierno frente a la derecha madrileña. Ponen el acento en los problemas internos de ambos y ocultan lo que es esencial para la gran mayoría: que otra política económica y social es posible. Aquí reside la confluencia de intereses de los medios de comunicación: mostrarles a los ciudadanos que no hay otra alternativa a las políticas del centro derecha.
Nada nuevo hay en lo que digo, aunque en la actualidad el problema es más sangrante. En el pasado, jugaron a que UCD (el partido de Adolfo Suárez) fuera una fuerza política determinante y cuando ésta terminó disgregándose internamente, se inventaron la “operación Roca” que concluyó en un solemne fracaso. Ahora inauguran un nuevo recorrido: tratan de mangonear los planteamientos de izquierda para recluirlos en el radicalismo y ahorman nuevas plataformas como es el caso de UPyD.
No hemos de perder de vista que cuando el centro derecha ve peligrar el orden social estatuido gira sin recato hacia posicionamientos más extremos. Sirva de ejemplo el apoyo que obtuvo de UPM la formación política de Le Pen en las recientes elecciones en Francia. Así también, tras el triunfo de Nueva Democracia en Grecia, el editorial de El País se titulaba: “Salvado el escollo griego”. Esto es, según el rotativo “global”, los griegos respiraron con “alivio” porque Syriza no podía formar gobierno. A la estela de la línea editorial un artículo nos “informaba” de que los helenos habían preferido a un “ladrón” antes que a un “loco”. Aún carecemos del diagnóstico psiquiátrico de Alexis Tsipras, líder de Syriza, pero no importa, es lo de menos: se trata de mostrar que si ganaba la coalición de izquierda, Grecia iría al caos.
Decía que la historia es vieja aunque esta vez más descarnada: las sociedades occidentales progresaron porque se cimentaron en un contrato social –entre empresarios y trabajadores, entre jóvenes y mayores, entre hombres y mujeres, etc.-, pero ahora ese pacto social se está liquidando a una velocidad de vértigo y las clases medias, que se habían convertido en el elemento fundamental de estabilidad social y política, se están fracturando. ¿Cómo reacciona nuestra prensa nacional ante este crucial acontecimiento? Posicionándose con la clase media alta y la clase alta: sólo hay que ver sus revistas dominicales. ¿A quiénes están dirigidas? No hace falta ningún estudio sociológico para darse cuenta de cuál es la fisonomía social de su público.
Fría constatación: la izquierda madrileña es y será tratada por El País, El Mundo, el ABC u otros periódicos de tirada nacional como lo ha sido Syriza. Antídoto: tanto IU como PSM-PSOE tendrán que buscar amplios foros de debates abiertos, canales de interlocución interdisciplinares y redes sociales que dinamicen el tejido asociativo. De lo contrario, haremos intervenciones espléndidas en los plenos, denunciaremos los desmanes del gobierno regional en las Comisiones, pero todo quedará sin pena ni gloria en las amarillentas hojas del Diario de Sesiones. Como no hagamos un esfuerzo mayúsculo para concienciar y movilizar a la sociedad civil conseguirán que el ciudadano de a pie acabe convenciéndose de que no hay alternativas al centro derecha y si se ofrecen, serán elucubraciones de locos e irresponsables. En un tiempo la religión fue el lenitivo de las conciencias desgraciadas, no dejemos que en el presente los medios de comunicación desgracien nuestras conciencias.