«El fin del mundo está cerca». Con esta profecía, muchas sectas han logrado mantener a sus fieles en vilo aguardando a que se acabe todo. Creencias apocalípticas o esperas de la salvación eterna que han acabado en suicidios colectivos y tragedias.
El milenarismo es la creencia en la llegada de Jesucristo para reinar sobre la Tierra antes del juicio final durante un período de mil años. Encuentran en su doctrina la salvación como algo total e inminente, viven esperando a que llegue el momento en el que el dolor, la muerte y las injusticias desaparezcan para siempre.
Uno de los grupos que ha augurado el fin del mundo ha sido el de los Testigos de Jehová, que lo lleva anunciando desde el año 1914. Han sido numerosas las profecías que no se han cumplido, a lo que responden que cuando Cristo resucitó ya no tenía cuerpo físico, sino espiritual y es por eso por lo que la segunda venida era invisible. En años sucesivos, 1918, 1925, 1940 ó 1945, se dictaron nuevas profecías que acabaron en fracaso, a la vista está. Joseph Franklin Rutherford, el presidente de la organización, mandó construir una mansión llena de lujos para acoger a Abraham, Isaac y Jacob en la llegada del fin del mundo en 1925. La visita nunca se produjo, así que la casa, que había sido creada gracias a las aportaciones de los fieles, fue habitada por él. Representantes de los Testigos de Jehová que llegaron después tampoco acertaron. Siete fracasos, pero siguen esperando ‘El Armagedón’.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día también cree en el regreso de Cristo después de que el anticristo ejerza gran poder sobre la tierra. Esta creencia se fundamenta en el Apocalipsis. Todos los salvados serán llevados al cielo donde pasarán unas vacaciones de mil años en una Nueva Jerusalén, para luego regresar a la ‘Tierra Nueva’. Siguen a la espera de esas vacaciones.
El 18 de marzo de 2000 hallaron 235 cadáveres en Kanúngu, Uganda, adeptos del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios. Sus creencias les hacían pensar que antes de que llegara el fin del mundo, debían inmolarse para alcanzar la salvación. Y así lo hicieron. Al igual que los seguidores de la secta Puerta del Cielo, que se suicidaron para que sus almas subieran a la nave espacial del cometa Hale-Bopp antes que se acabara el mundo.
Ideologías milenaristas que mantienen a los adeptos colgados de un hilo muy débil. Se barajan entre la vida y la muerte mientras los líderes se apoderan de sus bienes terrenales. ¿Cuánto poder tienen estos grupos para conseguir que los propios miembros quieran renunciar a su vida o se pasen los días esperando el regreso de Cristo? Sólo ellos lo saben. La próxima cita será el 21 de diciembre. ¿Qué ocurrirá?
Bea Ruiz Aranda