El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, asegura que un tercer informe del doctor José María Bermúdez de Castro, uno de los investigadores de Atapuerca, confirma que los restos de las Quemadillas, la finca del padre de los niños de Córdoba desaparecidos Ruth y José, son de un menor de 6,22 años de edad.
Fernández Díaz explicó que este tercer informe se ha realizado después de que el investigador contratado por la familia, el doctor Etxeberría, hubiera determinado que los restos de la hoguera encontrada en la finca de las Quemadillas eran humanos, aunque sin determinar la edad de los mismos.
Este informe, según el titular de Interior, fue encargado por la familia de los niños, después de que un primer informe policial, de noviembre de 2011, determinara que eran restos de pequeños animales.
El ministro ha anunciado también que el juez que lleva el caso ha dictado nuevas diligencias debido a la contradicción de los informes, el primero de la Policía y los dos últimos de expertos independientes.
Informe de la familia materna
Los resultados del doctor José María Bermúdez de Castro refutan los del informe de Francisco Etxeberria, -contratado por la familia materna-, y que señalan que los restos hallados en la finca de Las Quemadillas son de los menores.
En un primer momento se descartó que los restos pertenecieran a los menores ya que la Policía científica realizó pruebas que determinaron que correspondían a animales. Sin embargo, el informe del antropólogo contratado por la familia materna y corroborado por los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) ya indicaba que los restos hallados en la finca de Las Quemadillas eran de los pequeños. Pese a ello, los agentes requerían de un contrainforme que certificara que los restos eran de Ruth y José.
Tal y como ha publicado la prensa provincial, el nuevo examen de los restos de la hoguera ha confirmado la existencia de elementos humanos de dos niños de la edad de Ruth y José, todo ello a pesar de la dificultad que entrañaban estos análisis ya que la temperatura de la hoguera, dispuesta de tal forma que la convertían en un auténtico horno, habría podido alcanzar temperaturas en torno a los 800 grados que destruyeron la práctica totalidad del material orgánico.
Al respecto, el informe pericial apunta a que el progenitor habría construido un horno crematorio valiéndose de una chapa y de ladrillos para conseguir una temperatura de más de 800 grados centígrados con el fin de pulverizar los cuerpos de los dos pequeños y borrar huellas.
En concreto, el hallazgo de los restos humanos se confirmó hace 15 días, pero no fue hasta este domingo cuando trascendió la información. Una dificultad añadida es que los restos encontrados no se pueden someter a las pruebas de ADN, pero sí se ha constatado que las muestras pertenecen a dos niños de seis y dos años, las edades que, precisamente, tenían Ruth y José.
El juez pide nuevas diligencias
El juez del caso de Ruth y José ha solicitado dos nuevas pruebas de carácter morfológico para comprobar «si efectivamente son restos humanos» los que contenía la hoguera de la finca de Las Quemadillas y que un informe realizado por un antropólogo a petición de la familia materna certifica que así es, al igual que algunas pruebas periciales realizadas por la Policía Nacional.
Así lo ha manifestado en declaraciones a los periodistas el letrado de la defensa, José María Sánchez de Puerta, quien ha informado de que de nuevo se ha vuelto a decretar el secreto de sumario y este martes su cliente, José Bretón, el padre de los niños, tendrá que acudir a la finca para un interrogatorio en relación con la hoguera.
La familia materna, «muy mal»
La madre de Ruth y José, Ruth Ortiz, conoce el resultado del informe de Etxeberria desde hace una semana. «La familia está muy mal, aunque esto no nos pilla de sorpresa», dijo este domingo a El Día de Córdoba, Juan David López, el primo de Ruth.
La casa de la familia de Bretón en la calle Don Carlos Romero, en La Viñuela, en la capital cordobesa, permanecía este domingo sumida en un silencio absoluto, mientras que en la fachada de la vivienda podía leerse una pintada en la que llamaban «asesino» al progenitor de los niños.