Algo va mal cuando uno oye decir a un socialdemócrata español: “España no es Grecia” y, a su vez, forma parte de la dirección de la Internacional Socialista. Que España no es Grecia lo sabe hasta una hortaliza. ¿Qué está afirmando cuando dice que nosotros, los españoles, no somos como los griegos? Me imagino que no estará sacando pecho del inveterado orgullo nacional u olisqueando el angustioso caldo de la hoya griega. ¿Qué pensaría si un socialdemócrata holandés, por no decir alemán, le dijera: “Holanda no es España”? Los tulipanes también saben que crecer en la meseta ibérica lo tienen difícil. Si cada socialdemócrata europeo se entrega a la piel de sus fronteras, evidentemente la socialdemocracia se cuartea. Y, sin embargo, en estas andamos: cada uno por su lado tratando de preservar los “intereses nacionales”. Sabemos bien que ante la globalización financiera este camino nos lleva al abismo, la historia nos aporta conocimiento suficiente y, no obstante, parece ser que deseamos repetir la mala jugada. Prueba de ello es que en el Parlamento Europeo los socialdemócratas no son capaces de aunar sus fuerzas, pegar un puñetazo en la mesa y gritar al unísono: “Esta Europa no. Así no”
Cada grupo se ocupa de “salvar su cesta nacional” a la vez que montan delegaciones para deliberar sobre el futuro de Egipto, observar el cumplimiento de la pulcritud democrática en las próximas elecciones de Venezuela y otras actividades por el estilo. Y uno se pregunta: “¿Y de Europa cuándo vais a discutir en serio?” Quizá algún parlamentario europeo me reproche ser injusto y puede que tenga razón, pero lo que no me negará es que si debaten sobre Europa, entonces hablan muy bajito. No los oye nadie.
Hace dos meses atrás, Alfredo Pérez Rubalcaba viajó a Italia y a Alemania para entrevistarse con los líderes de la oposición de ambos países. ¿Qué le dijeron Pier Luigi Bersani (líder del Partido Democrático de Italia) y Frank-Walter Steinmeier (jefe del grupo parlamentario del SPD)? ¿Acordaron un programa conjunto europeo para salir de la crisis financiera? Cada uno de ellos enredados en el ovillo nacional y tirando de un hilo que los distancia aún más. En consecuencia, resulta bastante lógico que la gente se interrogue por el futuro de la socialdemocracia.
Quizá nunca antes hubo tanta información sobre el origen de la crisis económica, quiénes son los culpables, cómo tratan de disolver sus responsabilidad, etc. Probablemente sea este el momento en que experimentamos en carne viva el significado de lo que es vivir bajo la sombra de la “post-política”, es decir, el Estado sucumbiendo al poder del mercado, la política triturada por la tecnocracia, el bien común aprisionado con la losa del egoísmo posesivo y la decepción ciudadana acampando en el sentimiento colectivo. Y todo ello con una peculiaridad: nadie se vive culpable de nada. Los de Europa del norte, sin reconocer un ápice los beneficios obtenidos de los excesos inmobiliarios de los pueblos del sur, dicen estar hartos de aportar tanta solidaridad y los del sur, sin asumir la gran estafa que ha sido su modelo de crecimiento, dando tumbos para de alguna manera amortiguar el sufrimiento social. Pero, quiéranlo o no, unos y otros son responsables de este fracaso: los del norte porque para salvar el ahorro interno se dedicaron a financiar el ladrillo sureño y los de aquí fomentaron la deuda privada hasta extremos inauditos para, como dijo Habermas, alentar la ensoñación europea de España. No perdamos de vista que ha sido el presidente del SPD, Sigmar Gabriel, quien ha dicho que el modelo inmobiliario español ha sido un gran negocio para Alemania. ¿También lo va a ser ahora? La salida a la crisis del euro no debe ni puede pasar por un choque de intereses insalvables entre las clases medias del norte y las del sur. No puede ser que el precio del bienestar de unos sea la fractura social de los otros. De lo contrario, ¿qué clase de proyecto común es Europa?
Como decía, estamos cargados de información, conocemos el arsenal de la post-política y asumimos nuestra parte de responsabilidad. ¿Qué espera la gente de nosotros? Lo que realmente nos demanda no son sólo propuestas, que las tenemos, sino que hagamos algo. Hacer, hacer y hacer. Y donde gobernamos, ¿hacemos cosas que nos distancien con nitidez del centro derecha? ¿Hemos puesto en valor el pacto PSOE-IU en Andalucía? No con la contundencia que se esperaba. ¿Y en Asturias? Aún es pronto para valorar la gestión de los socialistas asturianos, pero el sector minero quiere, con justicia, una salida que no se reduzca a un talón bancario. En la medida en que no hagamos cosas distintas de la derecha incrementaremos las razones para sospechar que la socialdemocracia ha llegado al fin de su ciclo político.