Volver a enfrentarse a situaciones similares de aglomeración en espacios reducidos y hablar de lo ocurrido «es la única manera de ser capaz de superar la cuestión», según ha explicado el experto del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Guillermo Fouce, en referencia a la tragedia vivida este miércoles en la que murieron tres chicas aplastadas durante una fiesta celebrada en el recinto Madrid Arena de la capital.
Así, el especialista ha indicado que, ante hechos como éste, «las secuelas siempre quedan y las cosas ya no vuelven a ser iguales». Sin embargo, afirma que para revertirlas, lo más óptimo es enfrentarse a una situación parecida «lo antes posible». Además, considera muy oportuno para los afectados «hablar de lo ocurrido y no quedárselo dentro».
Esta recomendación, la eleva también Fouce, en el caso de que acaben recuperándose, para las dos chicas que se encuentran ingresadas en el Hospital 12 de Octubre y en la Fundación Jiménez Díaz con pronósticos crítico y grave, respectivamente. No obstante, reconoce que son casos distintos, por lo que ellas deben hacerlo «con el tiempo y con acompañamiento».
En cuanto a las claves que envolvieron este suceso e hicieron que se produjera, el psicólogo señala al afinamiento y a la concepción como una amenaza de la bengala que se encendió en el túnel. A su juicio, ambas cosas hicieron que los asistentes «perdieran el control», ya que hacen a la gente «correr sin sentido, apelotonarse, empujarse o pasar por encima de otros».
Para él, estas reacciones son «innatas, pero irracionales». Y es que, en todo ello no influyó el carácter de las personas ni el hecho de que fueran jóvenes, sino que «es una cuestión imitación». Así, indica que cuando alguien dice ‘fuego’ y sale corriendo, el resto «hace lo mismo, desatándose el pánico».
En este sentido, manifiesta que, «pese a lo que solemos pensar», sólo se produce esto en situaciones de crisis en las que hay «fuego o afinamiento». «Estas circunstancias desatan los instintos primarios y de descontrol», lamenta Fouce.
Al respecto, pone el ejemplo de los atentados del 11 de marzo de 2004, también en Madrid, en los que «la gente salió a terreno abierto en el que existía una salida y no había fuego, por lo que evacuaron y se movieron de forma razonable», expresa. La misma situación se produjo durante la amenaza de bomba de la banda terrorista ETA durante un partido de fútbol en el Santiago Bernabéu en 2006, en el que «al no verse una amenaza, la gente mantuvo el control».
No obstante, durante la fiesta de Halloween celebrada el miércoles si se produjeron estas claves, por lo que los afectados «detectaron el peligro y activaron sus defensas más primaria para salir corriendo hacia donde fuera y huir de la amenaza». Éstos sufrieron «pérdida de control mental, sudoración, palpitación, aceleración del pulso y generación de adrenalina», asegura Fouce.
Por último, el miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid indica que el alcohol consumido por los jóvenes «podría haber influido» en este suceso, pero lo descarta como elemento primordial. «El factor clave es no tener salida ante la amenaza, en una zona abierta no se hubiera producido lo mismo», concluye.