Intermón Oxfam ha denunciado que los recortes en ayuda humanitaria sitúan esta política «al borde de la desaparición» y podrían suponer el abandono de casi siete millones de personas que necesitan ayuda frente al «devastador efecto» de los conflictos y los desastres naturales.
En este sentido, el estudio ‘Crisis alimentaria en el Sahel: ¿prevenir o curar?’ de la organización incide en que los Presupuestos Generales del Estado, que concluyen su tramitación parlamentaria esta semana, contemplan un recorte «sin precedentes» de un 90 por ciento en esta partida, que pasa de 127,5 millones de euros en 2010 a 12,3 millones en 2013.
Para calcular la cifra de personas que podrían ser abandonadas, el informe toma esta reducción, que asciende a 127,5 millones de euros, y la compara con los dos millones de euros destinados a Mauritania durante la crisis del Sahel por España, que han servido para ayudar a 120.000 personas.
A juicio de la responsable de Advocacy Humanitario de Intermón Oxfam, Lara Contreras, los recortes van a impedir que la cooperación española siga ayudando a «las poblaciones que lo han perdido todo» y que pueda cumplir «los compromisos ya adquiridos». «Apostar por las personas que más sufren es una cuestión de voluntad política», asevera.
Por ello, la organización pide al Gobierno que aumente como mínimo los fondos humanitarios en 50 millones de euros, sumados a los 12,3 millones ya presupuestados, para que España pueda mantenerse como «donante clave dentro del sistema humanitario». A su juicio, de esta forma también se aseguraría «la coherencia con los compromisos ya pactados», como el que adquirió el pasado mes de septiembre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con la región del Sahel ante la Asamblea General de Naciones Unidas, cuando recalcó su voluntad de «renovar el compromiso del país» con la región.
Además, el informe indica que la respuesta en el Sahel ha evitado una catástrofe humanitaria, en parte, gracias a las lecciones aprendidas de la respuesta tardía en la emergencia del Cuerno de África. De hecho, destaca que los gobiernos de la región y algunos donantes internacionales «supieron escuchar los sistemas de alerta temprana reconocieron la inminencia de la crisis y prepararon planes para prevenirla». En el caso de España, subraya que el país participó en «los espacios estratégicos y de coordinación de la repuesta» y que su intervención en los mismos fue valorada «positivamente» por los diferentes actores.
Respuesta humanitaria
No obstante, Intermón Oxfam lamenta que «el enfoque global de la respuesta española no tenía como objetivo último el fortalecimiento de las capacidades de los más vulnerables» y que esto solo se logró «de manera modesta y no planificada» en algunas de las intervenciones. Además, hace hincapié en que «la mayor parte» de las intervenciones apoyadas por España se concentraron en la fase de emergencia y en los países anteriormente priorizados por la cooperación española.
En esta línea, aboga por dar «un enfoque de resiliencia» a la respuesta humanitaria en la zona, como ya hacen muchas organizaciones españolas, y asegurar así «una respuesta preventiva y un enfoque de continuidad que permita a las comunidades vulnerables recuperarse más allá del momento de la emergencia».
Según Contreras, «invertir en prevención y resiliencia cuesta 1.000 millones de euros menos que responder a una crisis». Como ejemplo, cita Níger, en donde los programas de nutrición y ayuda alimentaria han conseguido reducir casi en un millón los casos de desnutrición aguda entre niños menores de cinco años.
Intermón Oxfam está trabajando en siete países del Sahel, atendiendo a las poblaciones desde que saltó la alerta temprana, durante el pico de la crisis y en la actual fase de recuperación. Hasta el momento, con 38 millones de euros, la organización ha llegado a más de un millón de personas afectadas por la crisis alimentaria. Al mismo tiempo, está proporcionando servicios de agua, saneamiento y ayuda alimentaria a más de 100.000 refugiados que han huido del conflicto de Mali y a las poblaciones de acogida en Burkina Faso, Mauritania y Níger.