La fórmula «tú en tu casa y yo en la mía», ya no se considera una extravagancia propia de escritores, actores y artistas. A estas alturas, es una opción práctica de muchas parejas que no quieren convivir porque hoy, sobre todo, prima la independencia, la libertad y la autonomía.
Los LAT tienen permitido dejar el cepillo de dientes en casa de su pareja y otras pertenencias de uso diario, pero nada de desembarcar con una enorme maleta llena de enseres. Esta modalidad de establecerse está creciendo en el mundo entero y no significa renunciar a la fidelidad. La idea es tener una relación como otra cualquiera, pero cada uno en su casa, de tal manera que los involucrados mantienen completamente su independencia, su intimidad y nunca renuncias a su propio espacio vital.
Ángel Barrio, tiene 52 años, es empresario y es un ejemplo claro de los también llamados «matrinoviazgos». Nunca ha vivido con su mujer, Teresa, y sus dos hijos, pero pasan mucho tiempo juntos. Cenan todos los días en familia, suelen irse de vacaciones en Semana Santa y en otros períodos, celebran las navidades e, incluso, acuden después de cenar a la tradicional Misa del Gallo. «Yo estoy pendiente de mi pareja y de la educación de mis hijos y comparto mucha vida con ellos, pero tengo además de mi piso, un espacio propio, una serie de aficiones que me gusta realizar con amigos o sólo y no por eso les quiero menos», dice este madrileño del Barrio de Salamanca.
Son profesionales cualificados y de éxito en sus carreras, que no están preocupados por su estabilidad económica
La escritora española Carmen Alborch, autora del libro «Solas», los definió como «neosolteros». Son profesionales cualificados y de éxito en sus carreras, que no están preocupados por su estabilidad económica, ya que han alcanzado un «buen estatus» que les permite viajar, salir a comer fuera, ir al cine, teatro y un largo etcétera sin tener como prioridad la vida en pareja ni el matrimonio.
Las razones que se dan para vivir este estilo de idilio son muchas y variadas. Las más comunes según los especialistas son parejas jóvenes que estudian y deciden vivir de esta forma para poder compatibilizar su actividad educativa con otras actividades que realizan e incluso con el inicio de su etapa laboral, parejas divorciadas que se han vuelto a unir, optan por esta coexistencia para facilitar la relación con sus propios hijos adultos o menores y los hijos de su actual relación sin tener que vivir la tensión de una nueva casa, también se da el caso de personas que han vivido separaciones y prefieren vivir con sus propios espacios, debido a la mala experiencia vivida anteriormente, para mantener la idea de igualdad y no caer en ningún esquema de sumisión, es decir, se busca la equidad y evitar conflictos. Hay otros que lo hacen porque tienen la obligación de cuidar padres ancianos y no quieren vivir lejos de ellos, y por eso optan por este tipo de convivencia.
Esta última razón es la que ha hecho a Santiago Gómez vivir así su relación con Rocío. Él vive con su madre, pero además está divorciado, al igual que su pareja, y ambos están bien así. «Tenemos total libertad de movimiento. Como a mí no me gusta mucho viajar, ella se va de vacaciones con sus amigos cuando quiere y yo, que adoro el fútbol, quedo con los míos para ver los partidos que a Rocío no le interesan en absoluto. Dormimos juntos cuando queremos, en su casa o en la mía, y discutimos muy poco o casi nunca», explica Santiago.
John Haskey y Jane Lewis publicaron en la revista «International Journal of Law in Context», un informe titulado «Living-apart-together in Britain: contex and meaning», la primera investigación realizada en Inglaterra que señala claramente el fenómeno y muestra que en este país hay, al menos, dos millones de parejas que están juntos, pero viven separados, número que se ha equiparado al de casados viviendo en la misma casa. En Suiza de un 6% de parejas que vivían en esta condición en 1993 ha aumentado a un 14% en la actualidad. Además, según una investigación realizada en el año 2009 en Estados Unidos, en este país una tercera parte de los matrimonios de parejas viven en situación LAT.
«Dormimos juntos cuando queremos, en su casa o en la mía, y discutimos muy poco o casi nunca»
En Europa las personas de 30 años son las que más practican esta fórmula, seguidos de cerca por los que están entre los 40, 50 y más. En Canadá un 10% han elegido esta manera de relacionarse con su amor, incluyendo a jóvenes desde los 20 años. En Francia también un 10% de los hombres nacidos después de 1970 jamás han convivido en pareja, lo que no quiere decir que no la tengan.
De sobra es conocida la relación que establecieron Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, los legendarios escritores y filósofos franceses, que fueron pareja por décadas y, sin embargo, no vivieron nunca juntos. Cada cual tenía su propia residencia y hacía una vida independiente.
Así lo hicieron también Woody Allen y Mia Farrow, que vivieron en diferentes hogares en Central Park mientras estuvieron casados. Lo mismo ocurre con la actriz Helena Bonham Carter y su esposo el director de cine Tim Burton, que viven en casas adyacentes en Londres. En Chile uno de los casos más representativos que se conoce es el del matrimonio de la escritora Marcela Serrano con el ex ministro de Frei, Luis Maira, que con la intención de respetar los espacios del otro también han preferido morar en viviendas separadas.
Dicen los sociólogos que hoy el amor es más necesario que nunca, pero también más difícil. Ejemplos hay muchos y cada vez más. Pero ya, como hemos dicho al principio, no es sólo cosa de famosos.