Ni el propio Adolfo Suárez hubiera imaginado nunca una despedida así. Traicionado, denostado, humillado… Así fue como vivió sus últimos años de carrera política el que fuera el primer presidente de la democracia, uno de los grandes arquitectos de la Transición, uno de los principales pilotos de la libertad y de la paz en España. Así ha sido como le ha recordado el pueblo durante estos días de luto; y los elogios que ha recibido de toda la 'clase política', incluso de aquellos que en su día le apartaron y desprestigiaron. Claro que cuando la muerte llega, nada de lo que ocurrió en vida importa. Entonces es cuando llega la solemnidad, los honores y los vítores a favor de una de las figuras claves de nuestra historia moderna. Y bajo este aura ha transcurrido el último adiós a Adolfo Suárez.
Un manto de silencio ha inundado las inmediaciones al Congreso de los Diputados. Ni los cientos de personas que este martes se agolpaban a las puertas de la Carrera de San Jerónimo se han sentido durante los primeros toques de tambor. Conteniendo la respiración, con el corazón en un puño, los allí presentes -familiares, autoridades, Fuerzas Armadas, periodistas y multitud de ciudadanos de a pie-, han presenciado uno de los momentos más emotivos de la jornada de este martes: la salida del féretro, con los restos mortales del presidente, cubierto con la bandera española, portado por piquete de honor, y dejando a sus espaldas el salón de los «Pasos Perdidos», donde ha permanecido durante 24 horas, y por donde más de 30.000 españoles han pasado para rendir su particular homenaje al expresidente.
A las 11.00 horas en punto, La Puerta de los Leones, que solo abre en ocasiones muy especiales, se ha vuelto a abrir este martes para dejar marchar al primer presidente de la Democracia. En los escalones, custodiados por los dos míticos leones, le esperaba todo el cuadro de autoridades: el presidente Mariano Rajoy; los presidentes de Congreso y del Senado, Jesús Posada y Pío García Escudero, respectivamente; todos los ministros del Gobierno, todos los miembros de la Mesa de ambas Cámaras, los portavoces de los grupos parlamentarios y algunos presidentes autonómicos –Luisa Fernanda Rudi (Aragón), Ignacio González (Madrid), José Manuel Monago (Extremadura), María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha), Alberto Núñez Feijóo (Galicia). Y ya en las primeras filas, la familia y amigos más cercanos -donde el torero Juan José Padilla ha ocupado un sitio especial-.
El féretro de Suárez ya está en Ávila
Un batallón mixto al mando de un teniente coronel del Regimiento Inmemorial del Rey Número 1 formado también por miembros de Infantería de Marina, del Ejército del Aire y de la Guardia Civil le ha rendido honores con himno nacional y arma presentada a su salida del Congreso. El cortejo ha arrancado después de que sonara el himno nacional y en un respetuoso silencio que no ha tardado en romperse por los aplausos y vítores de los ciudadanos al paso del féretro, seguido en primer lugar por su familia y allegados, las autoridades presentes encabezadas por el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, y los presidentes del Congreso y del Senado, Jesús Posada y Pío García-Escudero. Dos militares portaban tras el féretro dos cojines sobre los que reposaban las máximas condecoraciones que puede recibir un civil: el Toisón de Oro que le concedió el Rey y el Collar de la Real Orden de Carlos III, que el Gobierno le otorgó el lunes a título póstumo.
El cortejo ha hecho un recorrido de alrededor de medio kilómetro desde el Congreso de los Diputados hasta la Plaza de Cibeles, pasando por la Plaza de Cánovas del Castillo (Neptuno) y el Paseo del Prado. «Gracias, presidente» y «Viva la democracia» han sido algunos de los gritos más coreados por los ciudadanos congregados a lo largo del paso del féretro. Gritos, aplausos y lágrimas que han convertido este cortejo en uno de los más emocionantes vividos a los largo de estos más de treinta años de democracia. «Se va un grande», gritaban desgallitados españoles apostados en las vallas colocadas a lo largo del recorrido. Un recorrido que ha durado en torno a una hora y que ha concluido en la Plaza Cibeles. Uno de los pocos momentos en los que hemos podido ver al Gobierno, diputados y senadores fuera de su hábitat natural, en la calle, junto al resto de ciudadanos. Una de las grandes estampas que quedarán para la posteridad; y de nuevo uno de los grandes logros de Suárez.
Los actos en la capital del Reino han concluido en la Plaza de Cibeles, donde el féretro ha permanecido aproximandamente diez minutos antes de ser introducido en el coche fúnebre que le trasladaría a la Catedral de Ávila, donde ha sido enterrado. Rodeado de familiares y autoridades, se han rendido los últimos honores. «Gracias, presidente», han vuelto a ser los últimos gritos que se han podido escuchar mientras la comitiva, ya en coche, se dirigía a su provincia natal, donde ha sido recibido por el presidente Rajoy, el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, y el alcalde de la ciudad, Miguel Ángel García Nieto. Los aplausos y los vítores también han sido la reacción mayoritaria de los abulenses.
El expresidente Suárez ha sido enterrado en el Claustro de la Catedral, junto a los restos mortales de su mujer, Amparo Illana, que fueron exhumados este lunes de la capilla de Mosén Rubi. Fue el propio Suárez quien tras fallecer su esposa, por doble carta, dirigida al Cabildo de la Catedral y al entonces obispo obulense, manifestó su deseo de ser enterrado en la Seo abulente.