El Rey concedía el título de marqués de Crémenes al empresario David Álvarez Díez, presidente del Grupo Eulen, este miércoles. Un reconocimiento que le llega a la edad de 87 años y “tras una larga y fructífera carrera empresarial”, según palabras del monarca, pero que estaría marcada en su final por las disputas familiares.
David Álvarez nació en 1927 en la pequeña localidad leonesa de Crémenes. Padre de siete hijos y casado en terceras nupcias, Álvarez creó de la nada un gigante empresarial que factura al año más de 1.300 millones, según cifras de la propia compañía. Sin embargo, el éxito empresarial no iría acompañado al personal. Su enorme fortuna es un caramelo muy goloso y dividir entre Juan Carlos, Marta, Pablo, María José, Jesús David, Elvira y Emilio no es tarea fácil.
Herederos 'leales' y 'díscolos'
Álvarez vería en el ocaso de su vida cómo el poder y la riqueza resquebrajarían su familia en 2010, y dividiría a sus hijos entre los “leales” y los “díscolos”. Según El Mundo, los primeros –Jesús David y María José- serían nombrados herederos universales. Los otros cinco se percibirían sólo la legítima, unas migajas, seguro, nada despreciables.
La guerra de los Álvarez habría comenzado y los damnificados no se quedarían así. Hace cuatro años, en 2010, los cinco “desleales” relegaron a su padre del Consejo de Administración de Eulen y le forzaron a jubilarse en un intento de “defender nuestro legítimo patrimonio e impulsar la gestión y el negocio”. Los cinco hijos alegaron que, a pesar de sus “infructuosos intentos de reconciliación” con su padre, Don David solo querría marginarles para siempre de la gestión de la sociedad.
Pero gracias a su mayoría accionarial y al apoyo de sus herederos universales, Álvarez consiguió escalar hasta la posición más alta y hacerse con el control de la empresa, otra vez. No correría la misma suerte con su otra empresa, el Grupo El Enebro (sociedad propietaria de Bodegas Vega Sicilia y Valles de Esla), a las que el padre acusa a sus hijos de “vaciar” y de llevarse, en total, más de 80 millones de euros. Los cinco hermanos controlan esta segunda compañía, a pesar de que la justicia no les da la razón y esperan al último dictamen del Tribunal Supremo.
La batalla familiar se recrudece cuando entran en escena más miembros. Desde que falleciera, en 1985, a causa de un cáncer su primera mujer y madre de sus siete hijos, María Vicenta Mezquiriz, el pilar fundamental de la familia parecía resquebrajarse. A Mezquiriz le seguiría, años después, María Teresa Vidaurrázaga, con la que no aumentaría la descendencia y de la que enviudó de nuevo en 1999.
Diez años más tarde, reharía su vida con María Teresa Esquisabel Barrena, una mujer 25 años menor que él y que fue su secretaria. Para Esquisabel, el empresario asignaría una renta vitalicia de 12.000 euros mensuales, así como un capital en efectivo de tres millones de euros, según fuentes del diario El Mundo.
Las económicas no son las únicas disputas por las que se conocen a la familia Álvarez. Emilio, uno de los siete hermanos, protagonizó las portadas de la prensa rosa tras su boda con Paloma Segrelles hija, miembro de la Asociación Cultural Club Siglo XXI, con la que tuvo dos hijas. Pero más serían las cabeceras que se hicieran eco de sus infidelidades, poniendo punto y final a un matrimonio de seis años.