“Los lobbistas me hacen entender un problema en 10 minutos, mientras que mis colaboradores tardan tres días”. John F. Kennedy pronunció esta frase hace cincuenta años y Europa la ha importado. El Tratado de Lisboa marcó nuevas reglas y desde 2009, el Parlamento Europeo decide sobre la mayoría de la legislación de la Unión. Sus dictámenes finales afectan a 500 millones de personas, sin embargo, los lobbistas, sin ser elegidos por ningún ciudadano, influyen en las propuestas y votos de los más de 700 eurodiputados.
Los europarlamentarios cuentan con colaboradores especiales identificados como ‘lobbies’, que no siempre están preocupados por el interés general, sino por el privado. Pasan ya redactadas las iniciativas legislativas o las enmiendas presentadas a las proposiciones de ley y, según reconocen fuentes comunitarias a ESTRELLA DIGITAL, los eurodiputados sólo tiene que “cortar y pegar”.
Los lobbistas, sin ser elegidos por ningún ciudadano, influyen en las propuestas y votos de los más de 700 eurodiputados
Los mismos puntos, las mismas comas, las mismas mayúsculas. Pese al sueldo de 8.020 euros al mes de un europarlamentario, el trabajo ya les viene dado por los grupos de presión. La plataforma LobbyPlag denunció en 2013 la polémica práctica. Creada por un grupo de activistas, programadores y periodistas alemanes y austríacos, utilizaron un software para detectar plagios y descubrieron los documentos que las empresas hacían llegar a los políticos con las enmiendas que hacer al proyecto. Los británicos fueron identificados como los alumnos más aventajados en el copia y pega, pero los españoles tampoco quedaron fuera. “Antonio López Astúriz, Pilar del Castillo y Agustín Díaz de Mera –los tres del PP- han sido los que más han copiado”, denuncian fuentes cercanas al parlamento europeo.
Más de 1.800 millones de euros de presupuesto anual y 6.000 empleados en el Parlamento europeo suponen mucho dinero público para abrir la puerta a intereses muy concretos. Sin embargo, los europarlamentarios insisten en que sin estos grupos no se podría legislar. El exeurodiputado de Los Verdes, David Hammerstein, distingue entre lobbies buenos y malos: “El problema está en la desproporción entre los que defienden el interés público y los que defienden el interés privado”. Según Hammerstein, el número de organizaciones cívicas que defienden el “interés común” frente al de aquellas que defienden intereses sectoriales perseguidos por los lobbistas industriales o comerciales es ínfimo. “Estamos hablando de alrededor de una docena. Éste es el problema”, concluye el exeurodiputado de Los Verdes.
Actualmente hay alrededor de 2.500 empresas, organizaciones sociales o sindicatos que están haciendo todo lo posible por influir en la toma de decisiones comunitarias, según Corporate Europe Observatory. Entre 15.000 y 30.000 profesionales visitan diariamente el Parlamento Europeo y los despachos de todos aquellos eurodiputados que están dispuestos a escucharles.
Efecto puerta giratoria
Las empresas hacen llegar a los políticos documentos con las enmiendas que hacer al proyecto
El “efecto puerta giratoria” resulta clave para entender esta peligrosa relación. Muchos eurodiputados ven en ellos una futura salida profesional para cuando la ganga del Parlamento se acabe. Las concesiones hacia estos grupos de presión se hacen atractivas, independientemente del interés general que vaya implícito en estas actuaciones. Por ello, en la Unión Europea se han intentado atar en corto. Tras muchas protestas procedentes de organizaciones defensoras de la transparencia, en 2011, el Parlamento Europeo creó un registro de ‘lobbies’.
Según Transparencia Internacional (TI), para que la presión ejercida por los ‘lobbies’ sea considerada una actividad legítima es fundamental que exista transparencia e igualdad de acceso de todos los grupos de interés a los responsables políticos. Sin embargo, de los cerca de 30.000 lobbistas que inundan los pasillos de la Eurocámara, sólo una quinta parte de ellos están registrados porque no es obligatorio. Muchos ‘lobbies’ prefieren operar en la sombra aunque resulte menos democrático.
La Comisión y el Parlamento incluyeron en 2013 una serie de incentivos como el fácil acceso a la Eurocámara o a la información que se maneja para convencer a todos los ‘lobbies’ de que se registren. “Aún no han dado los efectos deseados”, reconocen fuentes comunitarias.
Con 24.000 lobbistas en la sombra, el Parlamento Europeo continúa funcionando con textos directamente redactados por ellos que afectan a millones de ciudadanos, incluidos los españoles. Mariano Rajoy lo advierte siempre que puede: “Más del 80% de la legislación que se aprueba en Europa se aplica directamente en España”.