sábado, noviembre 23, 2024
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Chamberí, estación fantasma

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Una moderna estructura de acero, situada en la confluencia de las calles Luchana y Santa Engracia, esconde un ascensor que conduce a uno de los lugares más insólitos de Madrid. Un sitio donde podemos retroceder en el tiempo y conocer cómo era el metro hace cincuenta años. Se trata de la espectral y misteriosa estación de Chamberí.

Esta estación era una de las paradas de la línea 1 del metropolitano inaugurada en 1919. En aquel momento sólo tenía ocho estaciones que iban de Sol a Cuatro Caminos. Al igual que otras estaciones fue utilizada en la Guerra Civil como almacén y refugio contra los bombardeos. Más tarde la mayor longitud de los nuevos modelos de trenes y la imposibilidad de alargar sus andenes provocó que el 22 de mayo de 1966 fuera cerrada y abandonada. Ese día se convirtió en una estación fantasma por la que aún hoy pasan sin parar los trenes subterráneos.

La imposibilidad de alargar sus andenes provocó que el 22 de mayo de 1966 fuera cerrada y abandonada

En su vestíbulo y pasillos puede evocarse el bullicio, las aglomeraciones, las prisas de los viajeros de aquella España que intentaba olvidar los años oscuros de la postguerra sumergiéndose en los planes de desarrollo que querían situar al país en la modernidad. El vestíbulo conserva la taquilla principal, la de refuerzo, para cuando había gran número de viajeros, y la de revisión, el control de entrada, el cuarto de personal, los pasos enclavados y hasta el tablón de avisos en el que puede leerse lo que costaban los billetes.

La decoración es funcional y sencilla, obra del arquitecto Antonio Palacios que quiso imprimir luminosidad a este mundo subterráneo empleando acabados brillantes y coloristas. Tanto el vestíbulo como los túneles de paso fueron revestidos con azulejos y piezas cerámicas de color blanco y azul cobalto que hoy podemos admirar como los vieron los usuarios de la época.

A diferencia de los actuales paneles o letreros digitales, en aquellos años la información del recorrido se rotulaba a mano sobre la pared. Aunque lo más llamativo son los anuncios de cerámica de colores, encontrados debajo de los anuncios de papel que se utilizaban en los sesenta cuando fue clausurada. Ahí se quedaron hasta que Metro de Madrid decidió rescatar la estación para la historia con el proyecto Anden 0. Grandes recuadros de azulejos sevillanos limitan el contorno de estos anuncios que se mantienen tal y como fueron creados en los locos años veinte.

Entre otros, podemos ver los anuncios originales de la “Lámpara Philips. La mejor del mundo”, del mejor purgante que, según decían, eran las “Aguas minerales de Carabaña”, de las “Galletas Patria” o de los “Polvos Pinós” (para el engorde de animales) con los que “las gallinas comen mucho más”. Así como escenas del pasado que se van proyectando en las pantallas de uno de los andenes de la estación. 

Lo más llamativo son los anuncios de cerámica de colores, encontrados debajo de los anuncios de papel que se utilizaban en los sesenta

A lo largo de los años la estación fue objeto de leyendas urbanas. Los grafiteros dejaron también su huella en las paredes de sus pasillos despoblados y en alguna ocasión fue utilizada en el rodaje de películas.

En la actualidad, la estación de Chamberí es algo más que unas imágenes fantasmagóricas que los viajeros del metro pueden ver desde el interior de los vagones durante unos segundos. Es, para sorpresa de quienes la visitan, una máquina del tiempo que aviva los recuerdos de los más mayores y permite conocer a los más jóvenes cómo era el metro de sus abuelos y compararlo con el metro de nuestros días, uno de los mejores de Europa, que cuenta con 300 estaciones y 293 kilómetros de red. 

Para entrar no se necesita billete, es gratis. Para salir tan sólo hay que pisar alguna de las plataformas que abren las portezuelas metálicas aún practicables. Durante la visita, sólo una prohibición. No se puede utilizar el flash de las cámaras fotográficas para evitar deslumbrar a los maquinistas que cruzan la estación de paso. Antes de subir a la superficie es aconsejable recalar en la sala donde puede verse un vídeo sobre la historia del suburbano madrileño.

Tras nuestro paso, la estación volverá a quedar sumida en su sepulcral silencio hasta que el siguiente fin de semana (sólo se puede visitar de viernes a domingo) oriundos y foráneos, curiosos o buscadores de enigmas, la llenen otra vez de vida casi un siglo después desde que abriera sus accesos.

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