sábado, noviembre 23, 2024
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Los autores del triunfo más lúgubre de la historia del PP

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Una designación de cabeza de lista demasiado tardía, un desastroso debate televisivo muy mal preparado, un candidato con una imagen muy poco cuidada, un cúmulo de comentarios desacertados; y como guinda del pastel: el desatino que supuso la gestión de la crisis ‘machista’ que se desató en Génova tras el inoportuno comentario de Miguel Arias Cañete sobre su “superioridad intelectual” frente a Elena Valenciano. Estas son algunas de las pinceladas que podría servir para analizar una de las peores campañas no sólo de estas elecciones europeas, sino probablemente de la historia del Partido Popular. En consecuencia han perdido 2.600.000 votos y ocho escaños en el Parlamento Europeo respecto a 2009.

El exceso de confianza es probablemente el mayor pecado cometido por el Partido Popular durante esta campaña electoral. Tanto, que hasta el último momento –en torno a las 22.00 horas de la noche electoral– los ‘populares’ aún veían posible una victoria holgada respecto al PSOE de en torno a 5 escaños. Pero nada más lejos de la realidad. La brecha entre ambos partidos se ha ampliado en un escaño, pero el PP ha conseguido el segundo peor resultado electoral de su historia: un 26,03% de los votos, un nefasto porcentaje únicamente superado en los comicios de 1989, el mismo año de fundación del PP, cuando los ‘populares’ obtuvieron un 21,41%.

Quince días le han valido a Carlos Floriano, director de la campaña, para hundir la imagen del ministro mejor valorado de la legislatura de Mariano Rajoy. Parecía que la experiencia de Cañete en la Unión Europea y la simpatía que había logrado despertar durante estos dos años de duros recortes e impopulares subidas de impuestos serían suficientes para lograr una amplia victoria. Pero de nuevo, el PP subestimó el hartazgo de la calle. Probablemente el descenso de manifestaciones multitudinarias a lo largo y ancho de la geografía española durante los últimos meses les confundió. Pero las urnas les han devuelto a la realidad.

Un día después de este descalabro, resulta inevitable señalar a los culpables de esta victoria tan amarga. “Nuestro objetivo era ganar y lo hemos conseguido”, intentó justificar Cañete durante la noche electoral . Pero demasiado tarde para el triunfalismo. Los resultados arrojaban datos verdaderamente desoladores para los ‘populares’. Su electorado, considerado como uno de los más fieles del espectro nacional, o bien decidió quedarse en casa o bien optó por otras formaciones: UPyD logró tres escaños más, Ciudadanos entró en el Parlamento con 2 escaños y Vox, aunque no logró asiento, se hizo con 244.000 votos de los desencantados del PP. “Ha habido una franja del electorado del PP que no ha entendido la necesidad de las medidas o no le han gustado”, reconocía este lunes apesadumbrado Cañete.

Por lo tanto, Rajoy es identificado como uno de los principales culpables. Sus políticas no han sido entendidas. Aunque no ha sido lo único que su electorado ha castigado. Finalmente se ha demostrado que la tardía elección del candidato no fue una buena idea, así como tampoco la elección del director de campaña. El tándem Cañete-Floriano no ha resultado ser una buena combinación. El trascurso de la campaña ha estado plagado de fallos mayúsculos. El candidato no estaba suficientemente bien preparado –probablemente la falta de ganas de encabezar esta candidatura haya sido decisiva–. Y el director de orquesta, elegido por la secretaria general, María Dolores de Cospedal, tiene mucha culpa de ello.

Según aclaran fuentes ‘populares’ a ESTRELLA DIGITAL, Carlos Floriano ha sido el principal responsable de la marca Cañete. Él ha elaborado su agenda y su itinerario de campaña. Y a él también se le atribuye la autoría de la estrategia del nefasto debate televisivo. Su bajo perfil y su insistencia en leer lo que llevaba escrito le llevó a Cañete a ser proclamado -incluso por los suyos- como el perdedor del debate. Un título que le costó probablemente la mayor metedura de pata de esta campaña electoral: apelar a su “superioridad intelectual” para justificar su falta de gancho durante el ‘cara a cara’ con Elena Valenciano.

«El debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, porque si haces un abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa». Esta fue la declaración de la discordia. Y a partir de ahí, todo se complicó para el Partido Popular. El candidato se desanimó y su equipo de campaña –entre los que se encuentran Ramón Moreno y José María Rivas– erró en la fórmula elegida para salir de la crisis.  Optó por la ‘estrategia Rajoy’, probablemente alentado por la cabeza pensante del PP, Pedro Arriola: dejar pasar el tiempo esperando que el temporal arrecie por arte de magia. Pero en esta ocasión no funcionó.

El PSOE lo intentó utilizar electoralmente, incluso amenazó con vetar a Cañete en la Comisión. Así que al ‘popular’ no le quedó más remedio que pedir perdón. Tardó cinco días, y por el medio tuvo que anular varias entrevistas en medios de comunicación para no dar la cara, pero finalmente se disculpó. Es más, “probablemente estas disculpas sean las únicas capaces de salvar a Miguel Arias de seguir en las quinielas de comisarios”, consideran las fuentes ‘populares’ consultadas. Aunque no han sido suficientes para salvarle de lograr uno de los peores resultados de la historia de su formación en Europa.

Ha ganado, y por la mínima –como muchos ‘populares’ habían asegurado firmar si se producía-, pero no con los resultados que sus encuestas internas (tracking) les había hecho creer. Los 16 escaños obtenidos quedan bien lejos de los 20 que algunos de sus miembros 'vendían' en conversación informal con los periodistas. Ni el “España va mejor” de Rajoy, ni siquiera los últimos indicadores económicos han valido para animar a un electorado que ha demostrado haber dejado de confiar en sus representantes.

¿La única salvación del PP? Que el PSOE aún está peor que ellos. Una formación en crisis permanente que no ha sabido sacarle rédito electoral ni a dos años de duros sacrificios ni a una campaña plagada de errores garrafales.

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