La únión hace la fuerza. Éste es probablemente el refrán castellano que mejor ilustra la relación que actualmente mantienen el Partido Popular y el PSOE. Rivales eternos, aunque protagonistas del mismo juego. Llevan más de 30 años alternándose el poder en España y ahora, por primera vez en toda nuestra historia democrática, contemplan preocupados cómo la irrupción de otras fuerzas políticas podrían arrebatarles el poder. Los resultados electorales del pasado 25 de mayo han puesto muchas cosas de manifiesto, pero hay una que está afectando al sueño de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba: ya no reúnen juntos ni el 50% del apoyo ciudadano.
El PSOE es el principal damnificado. Tanto, que su secretario general ya ha anunciado que se va. No ahora, sino en julio. Antes pretende dejar todo listo para que su legado no se pierda. En su lugar colocará a una persona de confianza. Y las opciones no parecen muchas. La presidenta andaluza, Susana Díaz -la gran triunfadora socialista de los comicios europeos- parece contar con todas las papeletas. En Ferraz no ha habido tiempo de llorar la marcha del secretario general, el máximo responsable de los peores resultados electorales de la historia del PSOE. Todos se han apresurado a marcar sus posiciones. Unos, los menos, a favor de la decisión del secretario general de convocar el 19 de julio un Congreso Extraordinario. Otros, los más, de uñas por la decisión de Rubalcaba, al que acusan de querer seguir mandando en el partido, y al que reclaman efusivamente un proceso de primarias en el que los ciudadanos decidan la estructura del partido.
Mientras, el Partido Popular contempla preocupado el devenir de los hechos. Las lamentaciones están llegando de este lado. No sólo los resultados del 25M ponen en tela de juicio la desconfianza de sus asiduos votantes a las reformas emprendidas. Algo que bien podría explicarse por el contexto de crisis económica en el que nos encontramos -como ya intentó hacer Rajoy ante su Comité Ejecutivo Nacional-. Sino que en el PP existe una preocupación mayor. Y es que los resultados no hayan favorecido a sus principales rivales, al PSOE, sino a otras fuerzas políticas que quedan al margen de sus tentáculos. Por esta razón, desde este domingo a las 23.00 horas, en el Partido Popular se ha evitado hacer sangre del hundimiento de los socialistas.
Únicamente ha habido buenas palabras. Este lunes, en la rueda de prensa posterior al Comité Ejecutivo Nacional que se celebró en Génova, Cospedal se limitó a expresar su «respeto» por el proceso que se había abierto en el PSOE y la decisión de Rubalcaba de abandonar el trono. Aunque el verdadero 'feeling' se ha podido apreciar este martes en un desayuno informativo protagonizado por Pedro Arriola en Madrid, quien incluso ha llegado a admitir que él «dormiría más tranquilo» con Rubalcaba como presidente. El gurú, primero de José María Aznar y ahora de Mariano Rajoy, ha intentado minimizar la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo y despreciar las tesis que hablan del fin del bipartidismo. Pero lo cierto es que sus palabras desprenden preocupación.
Tanto, que incluso ha empleado parte de su intervención en ensalzar la figura de Rubalcaba. «Es una persona de categoría y un hombre de Estado», ha reconocido Arriola, antes de señalar incluso que el PP le «echará de menos» al frente del principal partido de la oposición. De esta manera, las alertas sobre una hipotética coalición PP-PSOE se han vuelto a activar. «A la hora de gobernar, hay que tener cuidado con las novedades», ha llegado a advertir Arriola.
El PSOE, por el momento, se deja querer. Bastante tiene con lidiar la crisis interna que se ha iniciado tras las europeas. En campaña aseguraron por activa y por pasiva que entre sus planes no estaba una alianza con el PP a la alemana, pero las urnas han hablado.
De cualquier manera, 'populares' y socialistas siguen empeñados en recordar que «nada» tienen que ver los resultados de unas elecciones europeas con los que se obtendría en unas generales. Pero por si sus cálculos fallan harán cambios. El PSOE sustituirá a su líder -a ver si con un lavado de cara consigue remontar en 2015- y el PP ya está preparando un «plan de acción» para devolver la «ilusión» a sus votantes. Claro que los cambios de calado no se contemplan. Ambos consideran que las crisis económicas tienen este efecto: castigar a los partidos gobernantes. «El bipartidismo ya había y lo volverá a haber», ha zanjado Arriola.