La emisora del coche oscuro chisporrotea y sale una voz enérgica: “¿Por qué no estábamos informados de que había esto?”. Felipe de Borbón es una persona que, en jerga militar, se definiría como “operativa”. En jerga militar, porque ese es uno de los principales ambientes que entender para interpretar al futuro Rey de España. Durante un periodo largo de tiempo, lo primero que fue Felipe VI fue un oficial de la Fuerzas Armadas. Infante, marino y piloto, y sigue siéndolo, aunque los avatares de la vida lo han reconvertido a un papel más intelectual. Pero eso no es óbice para que pida explicaciones directamente a sus escoltas por medio de la emisora por un inoportuno control policial. Va a ser un Rey operativo. Y riguroso.
Felipe VI va a ser un rey al volante. No solo porque le gusta conducir su propio todoterreno híbrido de la marca Lexus, cosa que hace siempre que no tenga un acto oficial. Sino porque tras su aspecto formal hay unas cuantas tomas de decisión claves inesperadas y heterodoxas. La más importante, Letizia, por la que echó un órdago a sus padres el 12 de octubre de 2003. Y lo ganó.
El príncipe militar sabe guardar perfectamente la jerarquía, sobre todo con su padre. Además tiene un fuerte concepto del Estado en la cabeza. Pero no ha querido encastillarse en La Zarzuela y su ambiente, algo apolillado a veces.
Cada etapa en la formación de Felipe de Borbón ha supuesto captar un grupo de amigos que mantiene una fidelidad absoluta al futuro Rey. Algunos del colegio –si bien Letizia enfrió alguna amistad–, otros de las academias –con devota lealtad castrense–, de las etapas de estudios en el extranjero, de la mar, y los recién llegados con su mujer, la Princesa de Asturias. Una serie de círculos concéntricos y separados por ambientes que han mantenido una discreción absoluta sobre la vida privada del futuro Rey de España.
Pero Felipe de Borbón ha querido abrir aún más el círculo. Por La Zarzuela han pasado expertos de todo tipo, con los que el Príncipe ha debatido y charlado durante horas. Muchos encuentros programados, otros que han surgido al calor de los acontecimientos, como movimientos definitivos de la banda terrorista ETA, atentados a escala global de yihadismo, o como consecuencia de la crisis económica.
Se puede decir que de esta manera Felipe de Borbón se ha convertido en un hombre acostumbrado a los equilibrios. Entre las rancias costumbres de su abolengo, las tradiciones castrenses, el chorro callejero de Letizia, los contactos de alto nivel, los contactos con especialistas pegados al terreno… De salida el nuevo rey Felipe VI parte con respeto y buenas relaciones en los dos principales partidos. Y también en alguno más a la izquierda, aunque sus líderes no quieran reconocerlo en público.
Pero si algo ha caracterizado a Felipe de Borbón es el escrupuloso sentido de su vida privada. Acostumbrado a los focos y el escrutinio por cada una de sus novias, una condición sine qua non para formar parte de sus círculos de amistades es la discreción absoluta.
La vida en palacio no ha ablandado a Felipe VI, un hombre operativo. Soldado, marino y piloto, disfruta de la velocidad. Y se mueve con habilidad por el marasmo del tráfico de Madrid. Sus escoltas detrás, pero con un detalle significativo. El hasta hoy Príncipe de Asturias lleva emisora de radio en el coche particular para comunicarse con su equipo de seguridad. Y si algo falla en la previsión de los traslados o hay incidencias, pregunta y pide explicaciones. Como aquel día que el convoy principesco, con Felipe de Borbón al volante del Lexus híbrido, se topó con un control policial inesperado.
–¿Por qué no estábamos informados de que había esto?
La frecuencia de radio de la seguridad de SAREPA 1 (nombre en clave del príncipe) quedó muda por unos segundos.
Es lo que pasa cuando se tiene al volante a un Rey en plenitud y operativo.