La crisis institucional generalizada ha afectado directamente a la Monarquía y la Casa Real mueve ficha con el objetivo de contrarrestar la que era probablemente su mayor amenaza: la identificación de don Juan Carlos con la institución, para lo bueno durante tres décadas y para lo malo los últimos años.
La última radiografía política conocida a la democracia española, presentada hace unos días por la Fundación Alternativas, identificaba precisamente la crisis institucional, y destacadamente de “la Monarquía endeble”, como uno de los síntomas destacados de la crisis general del país.
“El continuo desgaste en la popularidad de la Monarquía que reflejan desde hace más de dos años los sondeos de opinión –dice Alternativas- ha llevado a abrir en España un amplio debate público no tanto sobre su legitimidad como sobre su manera de funcionar, la transparencia de su financiación, la capacidad de don Juan Carlos para ejercer hoy día correctamente la jefatura del Estado y su posible abdicación en el príncipe de Asturias, una decisión que unos urgen y otros consideran precipitada”.
Entre los argumentos utilizados sin duda el del mayor fondo sería la excesiva identificación entre Monarquía y la figura de don Juan Carlos, que institución y persona fueran ligados hasta el punto de que compartieran también caída.
La Fundación Alternativas también alude a la inoperancia de los sucesivos gobiernos, de partidos políticos distintos, en proteger la institución. El fuerte descenso de popularidad coincide con el estallido en 2011 del escándalo financiero que afecta directamente a Iñaki Urdangarín.
La decisión de la Casa Real es especialmente oportuna porque el deterioro de prestigio y popularidad de la Monarquía aún no se ha traducido en un clima de opinión mayoritario en favor de la República. “El debate no está planteado esencialmente en términos de Monarquía-República, porque, según los sondeos disponibles, no se está produciendo un trasvase de apoyo a la República equiparable al desapego que está registrando la Monarquía”, señala Alternativas.
La popularidad de la Monarquía alcanzó un techo de 7,5 de valoración en las encuestas en 1995, a más de dos puntos de distancia del siguiente. Entre 2004 y 2010 la confianza ya había bajado hasta 5,5 y el primer suspenso en el Barómetro del CIS llega en 2011 con un 4,9. El siguiente sondeo, sospechosamente tardío -sigue contando Alternativas-, en abril de 2013 ofreció la nota más baja registrada desde la aprobación de la Constitución con un 3,7.
La Fundación presentó en Madrid el pasado miércoles su octavo informe sobre la democracia en España, titulado en la edición 2014 “La democracia sin política”, que también podría formularse al revés, la política sin democracia. El informe ahonda en las tres heridas que la crisis y la gestión de la misma han dejado en herencia: una sociedad desigual, empobrecida y desafecta, aunque no pasiva; una política superada por las circunstancias, impotente y, a la vez, seriamente dañada por la corrupción; y un deterioro institucional que ha afectado a la practica totalidad de las instituciones, desde el Gobierno hasta la Monarquía.
Entre las escasas referencias directas de los asistentes a la actualidad política inmediata, el expresidente Felipe González afirmó que “los que no quisieron esta Constitución no quieren hoy que se reforme”, y señaló que en la historia constitucional española de los últimos dos siglos no se han reformado los máximos textos legales, se han agotado cada uno de los modelos, lo que conduce el final de cada etapa hacia un proceso constituyente.
En su ámbito de decisión, la Casa Real ha impulsado un cambio que empieza a trastocar la convaleciente democracia española.