Coincidiendo con el Día Mundial contra el Trabajo Infantil (12 de junio) es bueno hablar de una de las formas de explotación de la infancia que más riesgo supone para millones de niños y de la que apenas se habla.
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (ILO) cerca de 68 millones de niños y adolescentes tienen trabajos peligrosos en la agricultura mundial. Y la exposición a pesticidas es uno de los riesgos más relevantes que sufren.
La agricultura, además, es considerada un sector prioritario y desatendido por la dificultad de acceder y vigilar la situación de infinidad de niños diseminados por tantos pueblos y aldeas. Cabe pensar en ésa infinidad de enclaves remotos, perdidos entre los campos de África, Asia, América,… donde tantos niños echan una mano en las labores del campo. Bien sea en recoger cosechas fumigadas o incluso en participar en el propio manejo y aplicación de pesticidas.
La agricultura es, curiosamente, el sector en el que más niños se exponen a peligros en el trabajo, lo que representa el 59% del total de 115 millones de niños con trabajos peligrosos sobre un total de 215 millones de niños trabajadores que hay, especialmente en países en desarrollo y con pocas garantías de protección de su salud.
Algunos estudios, como uno realizado por la Universidad de Washington sobre niños filipinos, muestran que los niños que trabajan en la agricultura pueden tener 5 veces más riesgo de resultar gravemente dañados que en cualquier otra actividad, siendo la exposición a pesticidas una de las causas principales.
En concreto, tras los riesgos físicos, los químicos son los segundos en importancia según investigaciones realizadas sobre los niños que trabajan en la agricultura en algunas zonas del planeta, con un 45% de ellos expuestos a esta amenaza, según la Organización Internacional del Trabajo.
Tal y como destaca este organismo internacional «los niños tienen tasas más altas de daños y muertes en el trabajo que los adultos tal y como muestran las investigaciones realizadas». En el asunto concreto de los pesticidas, conviene recordar que los cuerpos en formación de los niños son mucho más vulnerables que los de los adultos a estos venenos. Y tal y como resalta la ILO ningún niño debería estar expuesto a riesgos de este tipo, urgiendo a los países a poner fin a circunstancias tales como las que sometan a los niños a «un ambiente insano que puede, por ejemplo, exponerles a sustancias peligrosas».
Según Paola Termine Especialista técnica de la OIT sobre trabajo infantil en agricultura «los niños tienen menor tolerancia a las sustancias tóxicas, ya que respiran, comen o beben más en relación a su peso corporal. Su capacidad de eliminar las toxinas también difiere de la de los adultos. La exposición a químicos peligrosos y pesticidas puede afectar seriamente su desarrollo físico y neurológico. Al mismo tiempo, los niños tienen una capacidad inferior a la hora de evaluar riesgos. Muchas veces pueden terminar jugando en, o cerca de, un área tratada con pesticidas porque se distrajeron o simplemente porque no fueron capaces de leer un cartel. Este problema se hace más evidente si tenemos en cuenta que los niños constituyen una parte importante de la fuerza de trabajo rural».
Esta experta aclara las situaciones de riesgo cotidiano que los pesticidas generan a millones de niños por causa del uso de pesticidas: «el ejemplo más evidente es el de los niños que trabajan en los campos rociando químicos. Pero existen otras situaciones peligrosas, por ejemplo, cuando las madres rocían pesticidas mientras cargan a sus bebés en la espalda, o cuando los niños lavan la ropa contaminada de sus padres o su equipo de protección y están expuestos a residuos tóxicos, o cuando se almacenan los pesticidas en el hogar. La mayoría de los niños están sujetos a la exposición ambiental de pesticidas mientras trabajan, viven cerca o pasan a través de campos fumigados».
Estudios realizados en algunos países muestran un panorama muy poco halagüeño. Así por ejemplo, investigaciones realizadas en Nicaragua, que podrían ser aplicables a otras muchas zonas del planeta, evidencian flagrantes violaciones de los derechos de la infancia, a pesar de los acuerdos internacionales suscritos para evitarlo. En ése país, los registros del Programa de Pesticidas de Ministerio de Sanidad, muestran continuamente muchos miles de casos de envenenamiento agudo con pesticidas entre niños de 5 a 14 años de edad entre 1995 y 2006. Aún así, aunque este tipo de problemas se den con más frecuencia en países en vías de desarrollo, también pueden darse situaciones muy preocupantes en algunos casos fuera de ellos, tal y como evidenció recientemente el informe que publicó Human Right Watch sobre niños y adolescentes expuestos en las plantaciones de tabaco de alguna zona de Estados Unidos.
A entidades como la Organización Internacional del Trabajo le preocupan no solo las intoxicaciones agudas que los niños pueden sufrir, sino otros efectos tales como los efectos de exposiciones a largo plazo que pueden causar un incremento del riesgo de cáncer, aludiendo a estudios que mostraban que la exposición a pesticidas puede multiplicar por 4 el riesgo de sarcoma de los tejidos blandos y por casi 3 el de tener leucemia, además de incrementar el riesgo de padecer tumores en periodos posteriores de su vida. También le preocupan los daños detectados en el desarrollo del aparato reproductor de los niños expuestos y los efectos sobre el desarrollo neurológico, copiosamente descritos en la literatura científica.