Minutos antes de la final de Champions en Lisboa, Rajoy confesaba al periódico ABC: “¿Qué culpa tengo yo? Soy del Real Madrid, lo he sido siempre”. El presidente del Gobierno se decantaba sin ambages por el equipo merengue, finalmente ganador para sonrojo de los colchoneros.
Ni una palabra más. Rajoy sentenciaba en una frase su tendencia en el campo sin aclarar los motivos que le llevaron a ser hincha del club blanco. Lo que parecía la continuidad de su obstinada obsesión por no dar explicaciones a los ciudadanos, ahora tiene un porqué. Es Rajoy de día, Mauri de noche.
A lo Hannah Montana, el presidente del Ejecutivo se coloca cada tarde la peluca rubia, el chándal y le pide a Elvira que llame a su escolta. “A Valdebebas”, grita apresurado. El corazón le late entusiasmado durante los 17 minutos que tarda el coche en rodear la M-30 y coger la M-11.
El presidente llama a la puerta de la ciudad deportiva. Un celador abre la mirilla, pregunta: “Cuando el grajo vuela bajo…”. Rajoy contesta: “Hace un frío del carajo”. Pone un pie en Valdebebas, en ese momento deja de ser el presidente del Gobierno para transformarse en Giovanni Mauri, el fisioterapeuta de Ancelotti.
El mismo gesto contrariado, la mandíbula prognata y la mirada perdida, como suplicando: “Que pase ya el marrón”. Rajoy pasa de ser un presidente blando a convertirse en el 'látigo' del Real Madrid. Es el gran responsable de la evolución de los blancos o, «un genio oculto» como, según publicó El Mundo, lo definen en Valdebebas. No podrá con la crisis, pero pudo con el Atlético de Madrid y hasta con Casillas. Mañana se enfrenta al clásico (Madrid-Barça), por eso el presidente no tiene agenda gubernamental para este sábado. No será hasta el domingo que retome sus actividades y visite Murcia. Después del triunfo o del disgusto…
Toda esta historia podría ser cierta, pero sólo es un parecido razonable que contar porque es viernes.