sábado, septiembre 21, 2024
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«Habría que empeñarse mucho para hacerlo peor que Ana Mato»

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En la cafetería de la Escuela Nacional de Sanidad, situada a pocos metros del Hospital Carlos III, no se hablaba de otra cosa. El ébola había llegado a España y entre los profesionales sanitarios reinaba el desconcierto y la preocupación. 

Alberto Infante, doctorado en medicina y cirugía por la Universidad Complutense y docente del centro además de profesor emérito de Salud Internacional de la Escuela Nacional de Sanidad-Instituto de Salud Carlos III, se cruzaba casi a diario con sus colegas que en las tertulias de café le transmitían sus inquietudes. Infante es especialista en medicina internacional, profesión que compagina con la escritura desde hace más de 40 años, por eso, empujado por su editor decidió sacar adelante ‘Ébola ¿principio y final?’. Un libro que recoge todas las claves del último brote de la enfermedad y analiza la actuación del sistema, los fallos a nivel nacional e internacional, en la crisis sanitaria.

-¿Qué se comentaba en esas tertulias? ¿Cómo vivieron esos días frenéticos de otoño tus compañeros del Hospital Carlos III?

Primero con preocupación y luego con sorpresa por la manera en que se habían gestionado las dos repatriaciones de los misioneros y la manera en que se trató el asunto relacionado con el contagio de la auxiliar de clínica por parte de las autoridades sanitarias, tanto de la comunidad autónoma como del Ministerio de Sanidad. También con mucho nivel de crítica por lo que entendían que eran errores o fallos en el manejo de la situación durante todo el periodo que hay hasta que el Gobierno toma la decisión de que sea la vicepresidenta del Ejecutivo la que asuma el control de la situación y se la hurta al Ministerio de Sanidad. La gente vivía bastante sobresaltada, bastante inquieta y muy desconcertada.

-¿Qué supuso para España hacer frente a una crisis sanitaria como la sufrimos hace unos meses?

Hay que quedarse con las lecciones de esta situación. La primera versión es que España, como otros países de la Unión Europea no puede subvalorar los riesgos que se producen por este tipo de situaciones, por muy lejos que se encuentre el lugar donde ha surgido el brote. En un mundo globalizado la gente viaja mucho y muy rápido y hay también muchos cambios comerciales. Hay que estar preparados para afrontar y ser parte de la respuesta a crisis sanitarias globales. Desde primeros de noviembre en adelante la formación del personal se hizo de manera acelerada por lo que creo que ahora estamos mejor preparados, pero no hay que improvisar.

-¿Debería haber más comunicación entre los Gobiernos y los organismos sanitarios internacionales?

En este tipo de situaciones es muy importante que el Gobierno y las autoridades de la salud estén muy conectadas, siendo parte activa de las redes internacionales. En particular con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las Naciones Unidas, aunque también con las ONG españolas que trabajan en zonas o en países donde estas situaciones pueden emerger. Eso es muy importante porque ellos pueden actuar como centinelas que avisan, a parte de colaborar en la resolución del problema allí donde ha aparecido. Por otro lado, cuidando mucho más presupuesto y formación de personal sanitario para hacer frente a estas emergencias. La reducción de financiación de los sistemas públicos de salud tanto en los países menos desarrollados, como los países desarrollados, ha demostrado que es poco pan para hoy muchísima hambre para mañana, y esa otra de las grandes lecciones.

-¿Cree que hubo improvisación?

Hubo improvisación. Sobre todo entre la decisión de repatriar al primer religioso y el contagio de la auxiliar de enfermería, entre agosto y primeros de noviembre. Después ya no, al poner un solo portavoz, hacer la comisión científica y gestionar esto con criterios profesionales. Al principio sí hubo improvisación, después se hizo todo con bastante más cabeza y más organización.

-En el libro usted cuestiona y critica el funcionamiento y la estructura de la Organización Mundial de la Salud, ¿cree que se podría reestructurar?

Sin duda. No solo lo creo yo. El día 25 de enero se va a celebrar en Ginebra una reunión extraordinaria, la tercera en la historia del Comité Ejecutivo de la OMS. Será un encuentro especial sobre lo que ha ocurrido con el ébola. Ahí se va a analizar todo. Lo primero que plantea es que haya un panel independiente de expertos que haga un análisis de cómo ha funcionado la OMS y el sistema de Naciones Unidas en esta crisis para llevarlo a la asamblea mundial de la salud el próximo mes de mayo. Esto demuestra que hay un interés muy evidente de los estados miembros de que este estudio se haga a fondo, que se haga además con expertos independientes y que esté consultado.

Un dato muy importante es que el Reglamento Sanitario Internacional aprobado en 2005, obliga a los Estados miembros a cumplir una serie de requisitos y a día de hoy más del 70% de los países del mundo no los cumple. Es esencial que los Estados miembros se pongan las pilas para que todas las cuestiones que tienen que ver con el reglamento se cumpla y así evitar este tipo de situaciones.

-¿Qué tipo de propuestas se debatirán en la reunión del 25 de enero?

La propuesta más novedosa y más interesante, aunque también la más polémica, es crear y organizar una fuerza mundial de trabajadores de la salud para situaciones de emergencia que tenga incluso un equipo de respuesta rápida. Este es un tema complejo porque hay que ver quien las formaría, que relaciones tendría con las ONG que están sobre el terreno o que estatuto legal debería ponerse en marcha para actuar en estos casos. Pero demuestra que hay un interés muy grande por explorar esta posibilidad. La OMS debería actuar como líder del sistema de ayuda humanitaria, no tiene que ser ella sola, pero debería ser el foco central para articular y coordinar las actuaciones. Además, hay que reconstruir los sistemas de salud de los países afectados porque no tienen recursos humanos de salud suficientes.

-¿Esta crisis de emergencia de salud pública ha destapado las deficiencias del sistema?

En la última Asamblea Mundial de la Salud, durante la tercera semana de mayo, no hubo ningún documento ni ninguna resolución que hiciera referencia al ébola. Para entonces ya había miles de casos y cientos de muertos. Un mes después la cosa ya está descontrolada, hay alarma y hay que declarar a primeros de agosto una emergencia sanitaria mundial. Fue todo muy sorprendente.

-¿Eso significa que no estamos preparados para hacer frente a un estado de emergencia sanitaria?

El dato que mejor mide el estado mundial de preparación es que el 70% de los Estados miembro no cumple con los requisitos del Reglamento Sanitario Internacional. Ese es el grado de preparación.

-¿Ha echado en falta que los responsables den la cara, tanto en España como a nivel global?

Es una opinión muy personal, pero a nivel internacional la directora general de la OMS no actuó bien. Hasta que llega el mes de junio no da la alarma mundial de que el brote está descontrolado. Yo creo que estuvo muy pasiva. Y no solo es una opinión mía, es una opinión generalizada que será pública y que saldrá a lo largo de estos meses. De hecho, es público y notorio que hubo algún que otro encontronazo público entre el Banco Mundial, que criticó la inacción inicial y la OMS. Es un poco el equivalente de lo que pasó en España. A Margaret Chan le pasan por encima porque sus jefes piensan que no ha reaccionado, igual que aquí a la ministra Ana Mato le pasó por encima la vicepresidenta del Gobierno.

Respecto a España, hacerlo peor que la ministra anterior y su equipo es difícil, habría que empeñarse mucho en hacerlo peor. Finalmente se les ha reemplazado, aunque este Gobierno hace las cosas sin decir porque las hace, sin el elemento pedagógico que supone explicar a la ciudadanía que cuando un responsable público hace mal las cosas se le quita. Aquí los quitan porque les producen daño a la imagen o porque les puede suponer un coste electoral, pero por supuesto les aplauden, dicen que lo han hecho estupendamente y eso me parece una burla.

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