Duro no, durísimo. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no dio tregua al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que arrancó este martes su primera intervención en el debate sobre el Estado de la Nación con fuerza. Una dureza sin precedentes en este tipo de debates y marcada por las cuatro convocatorias electorales que se avecinan. Así pues, el socialista subió a la tribuna envalentonado. «¿Usted qué sabe de los españoles?», «¿Qué cafeterías frecuenta señor Rajoy?», «¿Con quién habla usted?», arrancó Sánchez su discurso en referencia a la declaración que hizo la vicepresidenta del Gobierno sobre que en las «cafeterías de España ya se respira la salida de la crisis». Continuó exigiendo a Rajoy que «salga del plasma» y hable con las personas. Remató tildándole de «mentiroso». Y concluyó afeando al presidente del Gobierno por sus SMS a Bárcenas. Tampoco le faltó mofarse de las medidas anunciadas «por séptima vez» por Rajoy, y la acusación de «desfachatez» por prometer «tres millones de empleo más».
El presidente del Gobierno, por su parte, aparentaba estar tranquilo. Su partido parecía haber quedado satisfecho con su discurso inicial. Y él mismo pensaba que el pistoletazo de salida a la larga campaña electoral de 2015 había sido un éxito. Había hecho lo que creía que debía de hacer: 'vender' recuperación económica, prometer medidas sociales destinadas a una clase media desencantada y arremeter a su estilo -sin mención explícita- contra los que le molestan. Antes era Bárcenas, hoy han sido Podemos y Ciudadanos, a los que tanto PP como PSOE quisieron echar del debate. Considerados los protagonistas ausentes, Rajoy y Sánchez optaron por protagonizar un combate cuerpo a cuerpo intentando dejar claro que el único rival de uno es el otro. Se acaba aquí con el aparente acercamiento que se podía haber producido tras la firma del pacto antiyihadista. Se había trasladado la idea de que el presidente intentaría dejar vivo al líder de la oposición, intentando mantener viva la llama del bipartidismo, pero no fue así. Más bien todo lo contrario. Rajoy escuchó al socialista en el Congreso mencionar a Bárcenas y ante la sorpresa de muchos de los presentes, especialmente de su bancada, pasó directamente al ataque frontal y a la humillación, .
«Usted piensa más en Iglesias que en los problemas de España. Es el secretario general del PSOE, debería usted de tener más nivel en sus intervenciones», arrancó el presidente del Gobierno su primera réplica. Minutos antes había tenido que ver cómo el líder de los socialista le enseñaba en la tribuna las portadas de algunos de los principales periódicos nacionales e internacionales hablando del rescate que tuvo que pedir España en verano del 2012. Incluso tuvo que aguantar cómo le traducía la palabra «rescate» en inglés de la portada del Financial Times. Y también había tenido que soportar lecciones de cómo crear empleo de calidad y acabar con la corrupción. La réplica estaba asegurada: «¿cómo se atreve usted a acusarme de generar paro, de destrozar la economía o de no luchar contra la corrupción?». Y entonces se hizo el 'y tú más'.
Ante Bárcenas, los ERE de Andalucía. «¿Cómo me habla de corrupción cuando tiene diputados y senadores llamados por el Tribunal Supremo y no les ha pedido ninguna responsabilidad? ¿Cómo me habla de corrupción cuando en Andalucía han blindado a tres señores diputados metiéndolos en una comisión permanente para que no sean citados por el juez?», remató Rajoy. Y ante el paro, la 'herencia recibida': «¿Cómo puede usted dar recetas?». Seguido, una ristra de datos que maneja el Gobierno sobre el desempleo, el déficit, la recesión, la pobreza, las pensiones y hasta el número de ejecuciones hipotecarias para establecer comparativa entre lo que se encontró a su llegada al Gobierno y la actualidad. En este sentido, Rajoy lo tiene claro: «se ha cambiado la tendencia y ello pese a la herencia que dejó el PSOE».
Sánchez intentó reponerse de tanto golpe en sus diez minutos de réplica. De nuevo, la corrupción salió a relucir. «¿De dónde sacó Bárcenas su fortuna?», le espetó el socialista. «Bárcenas era gerente del PP, luego tesorero, él pagaba las campañas electorales, repartía los sobres en las sedes del PP o incluso fuera, a veces en cajas de puros», le matizó en referencia a los supuestos sobresueldos que pudo recibir Rajoy. Por segunda vez, Sánchez citó los SMS intercambiados entre Rajoy y Bárcenas y sus «cariñosos mensajes» y acusó a Rajoy de «no tener vergüenza». El presidente volvió a estallar.
Eran sus últimos minutos, y lejos de contestar a los ataques del socialista con mesura y moderación, Rajoy volvió a optar por la guerra abierta. No le importó machacar vilmente a su rival, aunque esta enzarzada pública, y de bajo nivel, pueda regalar más votos a Podemos y Ciudadanos. «No ha aprovechado este debate», le advirtió Rajoy a Sánchez, dando por buena la tesis que apunta a una falta de liderazgo en el PSOE. «No ha dado la talla ni de lejos para ser presidente del Gobierno», siguió subiendo el tono Rajoy. «Yo le tomo más en serio que algunos de los suyos, y mire que me tengo que esforzar mucho para ello. Espero que no vuelva aquí para no decir nada. Su intervención ha sido patética», remató. Fin de la humillación. Sánchez, tocado por los líos internos de su partido y consciente de que se jugaba su futuro al frente del PSOE con este debate, optó por no contestar.