Y se hizo la paz. Después de una primera jornada bronca y muy desagradable en el Congreso de los Diputados, el debate sobre el Estado de la Nación ha arrancado moderado este martes. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se ha mostrado más relajado en esta segunda jornada parlamentaria. El portavoz nacionalista vasco, Aitor Esteban, le ha acusado de incumplir su programa electoral, de no hacer nada contra la corrupción, y de haber pronunciado un discurso «autocomplaciente». Pero Rajoy no ha entrado al trapo. «Todo lo ha hecho bien, la situación es buena y cada vez va mejor», ha resumido irónico Esteban, que no se ha olvidado de su tierra y del conflicto político que aún anida allí.
El diputado vasco ha optado por desempeñar un papel mediador en esta cuestión. Ha pedido movimientos a unos y a otros. A ETA, su desarme y «el reconocimiento del daño injusto causado». Y al Gobierno, «otra política penitenciaria» y que ponga fin al «régimen de excepción judicial» y se promueva el acercamiento de presos, porque es el momento de actuar «con inteligencia y magnanimidad». Según el PNV, Rajoy ha dejado pasar la «oportunidad de afianzar la convivencia en el País Vasco». «Sigue siendo rehén de su pasado, tanto como lo es el entorno político-social de ETA», le ha advertido Esteban, quien considera que «la paz es más que la ausencia de violencia y la convivencia es más que la paz». «Ahora es necesario restañar las heridas de la sociedad vasca tras 30 años de terrorismo», ha zanjado Esteban.
Rajoy, lejos de cargar el arma y disparar, cómo sí hizo este martes con el socialista Pedro Sánchez –con quien protagonizó un combate cuerpo a cuerpo sin precedentes en la historia parlamentaria española– se ha presentado como el sufridor y el cumplidor del Parlamento Nacional. De nuevo, el presidente del Gobierno ha defendido su política económica como la única alternativa posible para la recuperación económica y la salida de la crisis. «Yo he sufrido mucho con algunas de las decisiones tomadas», ha llegado a decir Rajoy este miércoles. «Han sido tres años durísimos», ha continuado. Y después de coger oxígeno ha rematado: «No estamos bien, pero estamos infinitamente mejor que hace tres años». No sin añadir antes su coletilla estrella, y lema electoral del Partido Popular, «aunque queda mucho que hacer».
Rajoy también ha defendido haber cumplido con el «gran objetivo» de esta legislatura: terminar con la sangría del paro y dar la vuelta a la situación económica. «Así lo avancé en mi discurso de investidura del 19 de diciembre de 2011; y el grueso de lo que dije se ha cumplido», ha asegurado el presidente, que ha insistido en que la creación de empleo sigue siendo su prioridad. Así pues, y derrochando incluso más optimismo que el día anterior, ha subido su apuesta y ha avanzado que la economía podría crecer más del 2,4% en 2015, como anunció en la víspera. Es evidente que Rajoy quiere revalidar su liderazgo en las próximas elecciones generales, y por ello ha dicho estar convencido de que si se persiste en su hoja de ruta –infundando miedo sobre Podemos-, en los próximos años, España podrá presumir de tener 20 millones de puestos de trabajo. «Es un objetivo alcanzable», ha proclamado Rajoy.
En lo que la cuestión del conflicto vasco respecta, el presidente del Gobierno se ha mostrado inamovible en su posición. «La política penitenciaria la vamos a seguir aplicando hasta la disolución de ETA. No hay ninguna razón para cambiarla», ha zanjado. También se seguirá aplicando la dispersión y ha instado a los terroristas a romper con ETA. «Si rompen, tendrán posibilidad de reinserción social», ha prometido Rajoy, no sin antes recalcar que la banda terrorista tendrá que abandonar la organización, colaborar con las fuerzas de seguridad y pedir perdón a las víctimas. «El mejor procedimiento y sistema para cambiar esto es que ETA anuncie, lisa y llanamente, que se disuelve y deje de ser una organización terrorista», concluyó.
Amaiur y ERC caldean el debate
No ostante, el debate ha subido de tono cuando ha llegado el turno del Grupo Mixto. En concreto, con las intervenciones de Amaiur y ERC. El diputado vasco Sabino Cuadra ha sido el primero en provocar a Rajoy, que ha acusado a su Gobierno y a su partido de estar «más cómodos en la situación de conflicto». «Han buscado siempre reventar el proceso de paz iniciado en Euskadi», ha insistido Cuadra, que ha calificado de «burda y chabacana» su represión. «No se van a salir con la suya. Hay que mirar al futuro, no al pasado», ha seguido el diputado de Amaiur, que ha asegurado que su partido tiene «la mano tendida para avanzar por el camino de la paz». El presidente, por su parte, no ha querido entrar al trapo. Únicamente se ha referido a la insinuación de Cuadra sobre la «comodidad» del PP «cuando ETA mata». «Esa afirmación es repugnante. No tiene ni un ápice de humanidad«, ha zanjado el presidente con la mayor ola de aplausos que se ha producido en el Congreso en todo el debate.
Aunque no ha sido la única intervención incómoda. Alfred Bosh, portavoz de ERC en el Congreso, tampoco se ha quedado corto. Su discurso, centrado en Cataluña, ha girado en torno al derecho a decidir de los catalanes. «El próximo 27 de septiembre se va a celebrar un referéndum de independencia en el que todos votarán. Si ganamos los del sí aplicaremos una hoja de ruta para concluir con la separación. ¿Qué hará?», le ha retado el diputado catalán. «Seguro que seguiremos siendo grandes amigos. Usted en el reino maravillosos del Candy Crush y yo de vuelta a Barcelona, que es donde pertenezco. Adiós, Mariano Rajoy, adiós. El 27S haremos un nuevo país mejor, más justo y más próspero. Nos vemos en la ONU. Bon vent i barca nova», ha rematado. Rajoy ni le ha prestado atención. Ni un minuto ha tardado en contestarle: «mi posición es sobradamente conocida. Yo estoy a favor del derecho a decidir de todos los españoles», ha zanjado.
Los temas de pasillo
En los pasillos, sin embargo, la máxima atención se la han llevado otros temas. La humillación de Rajoy a Sánchez, la falta de respeto de Celia Villalobos al Congreso y el desvanecimiento de Baldoví han acaparado todos los focos. En lo que respecta al cuerpo a cuerpo protagonizado por PP y PSOE, el Gobierno lo tiene claro: «La ristra de insultos que hubo minutos antes por parte del líder de la oposición justificaba perfectamente decir claramente cuál era la posición del presidente», ha zanjado el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Por parte de los socialista, aún se están recuperando del golpe. «Insultos impropios», es la reflexión más generalizada. Según el portavoz parlamentario del PSOE, Antonio Hernando, el presidente del Gobierno «perdió los papeles» frente a un Pedro Sánchez que se mostró como «un líder fuerte que se planta ante el presidente del Gobierno y su visión edulcorada de la realidad». «Rajoy se enfadó, y el que se enfada pierde», ha zanjado Hernando en los pasillos.
Sobre la pillada de Celia Villalobos jugando al Candy Crush con su tablet mientras presidía el debate e intervenía el presidente del Gobierno, el PP ha salido en su defensa. No todo el partido. La mayoría de los diputados han hecho todo lo posible para esquivar esta pregunta. Pero ha habido una que se la ha jugado por Villalobos. La vicepresidenta tercera del Congreso, Dolors Monserrat, ha salido en su rescate: «la gente puede hacer lo que quiera mientras esté escuchando. Hay personas que pueden hacer dos cosas a la vez». El presidente del Congreso, Jesús Posada, también ha tenido que contestar a esta cuestión, pero él ha optado por ser más esquivo: «los detalles los tiene que dar ella».