Todos los ejércitos del mundo -se dice- se preparan para luchar la última guerra del pasado. Lo bueno es que lo saben y al menos tratan de anticiparse al futuro, en principio sobre el papel.
El Ejército de Tierra se encuentra enfrascado en su mayor transformación de los últimos 20 años. Este último proceso de cambio se ha puesto en marcha a comienzos de la presente legislatura y responde a motivos internos, de búsqueda de la mayor flexibilidad y eficacia, y externos, por la reducción continuada de personal y, en los últimos años, la congelación de presupuesto.
Tierra ha pasado de 250.000 militares en tiempos del servicio militar obligatorio a 82.000 efectivos en la actualidad y 70.000 como previsión en cinco años, una «reducción permanente» lo que les sitúa «en el límite de la elasticidad», afirman responsable del Ejército, dando a entender que el recorrido de la tijera es corto. «Menos personal que la Guardia Civil», se queja algún militar de Tierra, medio en broma medio en serio.
El núcleo de la reforma es la creación de ocho Brigadas Polivalentes
Desde el Mando de Transformación del Ejército de Tierra explican a Estrella Digital que el actual proceso responde a tres factores. En primer lugar, a necesidades operativas, tras ya 25 años de operaciones de paz en el exterior y la necesidad de una organización que pueda adiestrar y generar más eficazmente un contingente desplegable para el tipo de misiones que hoy desarrollan los ejércitos.
El segundo factor que ha impulsado la reforma es la reiterada «polivalencia» que repiten desde el Cuartel General del Ejército de Terra, a partir de un equilibrio entre capacidades mecanizadas, acorazadas y ligeras. Aquí aparece la estrella de la actual transformación, las denominadas Brigadas Orgánicas Polivalentes.
El tercer condicionante que impulsa la transformación es externo, las restricciones tanto de personal como de presupuesto que viven las Fuerzas Armadas, sin visos de cambiar la tendencia a corto e incluso medio plazo.
El centro de la reforma lo protagonizan las llamadas Brigadas Orgánicas Polivalentes (aquí, mapa). Se pasa de las actuales 10 brigadas especializadas (y diferentes) a ocho polivalentes (BOP, todas iguales). Se pretende «lograr una capacidad equilibrada y flexible de fuerzas pesadas, medias y ligeras, polivalentes con posibilidad de proyección, sostenibilidad, capacidad de respuesta en todo el espectro del conflicto», en palabras del jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). En síntesis, que cada brigada tenga todas las capacidades.
Con unos 5.000 militares por brigada, estas nuevas BOP son el núcleo de la fuerza del ET y concentran aproximadamente la mitad de los efectivos de todo el Ejército. Forman parte también de la fuerza otras unidades complementarias, como ingenieros, logística, artillería, inteligencia, medios aéreos, operaciones especiales; más el apoyo a la fuerza sin la que se puede desplegar ni funcionar.
Enfoque realista
Las premisas del diseño de la nueva estructura de la fuera del Ejército de Tierra, según sus responsables, son la de mantener la disuasión, también el abanico de «capacidades en el menor tiempo posible para el cometido principal que es la defensa de España», la capacidad de afrontar operaciones en el exterior y los compromisos internacionales y «un enfoque realista». «Equilibrio» y «flexibilidad» son también conceptos repetidos en cualquier presentación sobre el proceso.
El Ejército de Tierra lleva tres décadas en un proceso de transformación de sus estructuras territoriales en otras de carácter funcional, de la distribución geográfica del franquismo, tiempos en los que existía el denominado enemigo interior y hasta los cuerpos policiales tenían carácter militar, a una organización que prima la operatividad.
Con esta misma orientación, en los años ochenta el Ejército de Tierra inició, mediante el denominado Plan Meta, un proceso de racionalización y reducción de la organización territorial, continuado con la aprobación de los denominados Plan Reto y Plan Norte, que reestructuraban y reducían la organización territorial en aras a optimizar la operatividad de la fuerza.
En relación con los fondos necesarios para cualquier transformación, la normativa que el pasado enero desarrollaba la organización básica de las Fuerzas Armadas y ponía en marcha este proceso en Tierra repetía el mantra de que «la aplicación de esta orden ministerial, incluida la modificación de las unidades existentes y la creación de aquellas que sean necesarias, se hará sin aumento de coste de funcionamiento de las Fuerzas Armadas y no supondrá incremento de gasto público».
Matizan en Tierra que lo anterior no significa que la transformación no requiera inversión, sino que se afronta con presupuesto propio, es decir, que el Ministerio de Hacienda no ha tenido que autorizar fondos específicos, y que se realizará mediante ahorros internos en otros apartados.
Un aspecto especialmente sensible en cualquier reorganización es el traslado de personal. Aunque desde el Cuartel General de Tierra no desvelan el número de militares afectados, la nueva Brigada Aragón, con sede en Zaragoza, concentrará por ejemplo unidades ahora presentes en Huesca, lo que ya ha levantado protestas locales. Desde Tierra se asegura que tratan de minimizar los traslados forzosos y esperan cubrir la mayor parte con movimientos voluntarios.
Tierra ha pasado de 250.000 militares en tiempos de la mili a los próximos 70.000
Otro elemento ligado al anterior nada desdeñable es el sentimental. Miles de militares se han formado y ejercido en unidades que cambian de nombre y algunas hasta desaparecen, perdiendo el carácter simbólico del arma en su denominación (infantería, caballería…). Las nuevas ocho brigadas suelen tener nombres geográficos (Canarias, Extremadura, Galicia, Guadarrama) y únicamente en dos casos han logrado mantener la especialización en el apellido, la Brigada Almogávares de Paracaidistas (Paracuellos, Madrid) y la Brigada Rey Alfonso XIII de la Legión (Viator, Almería).
Un tercer aspecto conflictivo de la reorganización del Ejército, junto con la financiación y los traslados, es la dotación de material, tras cinco años de presupuesto bastante congelado y modestas previsiones a futuro. Aquí Tierra hace un ejercicio de realismo, de asumir lo inevitable: cuando llegue el nuevo material, sobre todo los nuevos blindados medios 8×8, sustituirán el parque de los veteranos BMR y TOA.
El contexto en el que encaja la transformación de Tierra es un proceso de progresiva concentración del mando operativo de las Fuerzas Armadas en la figura del JEMAD, jefe de Estado Mayor de la Defensa, que en este 2014 ha integrado incluso las operaciones permanentes de vigilancia del espacio aéreo o marítimo, hasta hace poco responsabilidad de cada ejército.
En este panorama los tres ejércitos son responsables de mantener la organización a punto para cuando sean requeridas por el JEMAD. «La fuerza de lo conjunto viene de la fuerza de lo específico», argumentan desde Tierra.
En resumen, un proceso de transformación permanente que siempre despierta incluso críticas internas. Como si hubiera alternativa.