Cristina Cifuentes ha presentado su programa de perfil más económico en un desayuno del Nueva Economía Fórum, en el Hotel Ritz. Ha presentado el programa, y ella por su parte se ha presentado como una mujer «de centro y liberal». También se ha presentado sin coleta, pese a que había anunciado hace unas semanas que ella era “la coletas del PP”, en contraposición su rubio y sedoso apéndice capilar con el desgreñado y castaño Pablo Iglesias.
Una “coletas” que hace campaña llamando a caladeros del centro. A pregunta de Estrella Digital en el coloquio posterior, Cifuentes ha asegurado que la diferencia de las campañas entre ella y Esperanza Aguirre por la alcaldía “no es una estrategia y si fuera estrategia, no sería buena estrategia porque al final a veces se confunde al electorado que piensa que dentro del PP se coexisten varios y dentro hay un único partido. Vamos en la misma dirección que es la de la recuperación”. Así las cosas, Aguirre y ella son, según sus palabras, “candidatas complementarias”.
El programa económico de Cifuentes, que ha sido el centro de su disertación, está basado en los “yacimientos de empleo”, con apuestas poco convencionales, como el de crear un “Sillicon Valley” en el sur de la Comunidad de Madrid. Una zona puntera de desarrollo en I+D+i en la que la candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid ve una oportunidad de empleo de calidad. Otro de los “yacimientos de empleo” –expresión made in Cifuentes– es el eje norte de la comunidad, con sus valores ambientales, turísticos y de gastronomía. Para acceder a esa zona, Cifuentes se ha soltado la melena y ha prometido la construcción de una vía paralela y alternativa a la A-I. De hecho, ha asegurado en el coloquio posterior que las decisiones para arrancar esta carretera estarán entre las primeras que adoptará si llega a ser investida presidenta de la comunidad madrileña.
Comedores de los colegios abiertos a niños de familias en precario, ampliar la tarifa plana de cotizaciones de la seguridad social, políticas de empleo… Cifuentes ha dejado claro a la concurrencia que si se sienta en la poltrona presidencial, va a mover el árbol, sobre todo con una dimensión social.
Lo difícil del discurso es no renunciar al legado que le deja su propio partido, pero dejar claro que el suyo es un proyecto ilusionante. Sus nuevas aportaciones se substancian en 300 propuestas de su programa electoral. Cifuentes ha asegurado que no tendrá inconveniente en “marchame a casa” si incumple alguna de sus promesas electorales.
En este tipo de actos es tan importante lo que se dice, como a quién se dice. El desayuno de Cifuentes, en jueves previo a festivo, ha coincidido con la reunión del Consejo de Ministros, por lo que las máximas autoridades presentes han sido la delegada del Gobierno que la ha sustituido, Concepción Dancausa–, y algunos secretarios de Estado, como Jaime García-Legaz o Montserrat Gomendio. Y la plana mayor del PP de Madrid, exceptuando a la candidata a la alcaldía y su equipo, presentes en otro sarao de campaña.
Ante el nutrido auditorio que ha llenado el salón principal del Ritz, Cristina Cifuentes, coleta suelta, ha desgranado nombres de la geografía madrileña que no suelen sonar en estos mullidos cenáculos: Parla, Pinto, Getafe –con su alcalde, Juan Soler, presente sin corbata–, Alcorcón… Parece claro en la estrategia electoral de Cifuentes que la pelea por el voto está en caladeros menos frecuentes para el PP, en lugares menos propicios. Sitios donde no se pueden hacer propuestas clásicas de la derecha y donde se premia la sensibilidad social. En esa línea la candidata del PP ha asegurado que ningún hospital público madrileño va a tener gestión privada, pese a la sentencia favorable reciente del Tribunal Constitucional.
La candidata ha mostrado buena forma –sin rastro de fatiga de su alarde en bicicleta con Rajoy y Aguirre en la víspera– y se ha declarado usuaria de la bicicleta y también de la sanidad pública. Sorprendentemente ha informado de que tiene una cita para unas pruebas diagnósticas de neurología, que quizás ha sido la única sombra de incertidumbre que ha planteado tras una sólida conferencia en torno a sus 300 medidas electorales. Bueno, esa y que también ha dicho, firme la voz, que el consejero que no cumpla los objetivos, “se tendrá que ir”. Alguno se ha removido en su silla ante el golpe de autoridad de la nueva “jefa”