lunes, septiembre 23, 2024
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Los yihadistas dominan 250 kilómetros de costa y un aeropuerto en Libia

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Al Gobierno le preocupan los 250 kilómetros de costa que domina el DAESH (Estado Islámico en sus siglas inglesas) en Libia. Además los yihadistas tienen el control de un aeropuerto en el ya estado fallido de Libia. La alerta terrorista está en su penúltimo nivel de intensidad tras los atentados coordinados del pasado viernes, en Francia, Túnez y Kuwait.

Tras la caída del régimen de Gadafi, la primavera árabe se ha visto malograda en Libia, cuyos intentos de recomposición en uno o dos estados han cedido ante el empuje del DAESH. Esta situación explica el éxodo masivo de refugiados que huyen en barco desde la costa Libia camino de Europa. El Estado Islámico tiene así una doble plataforma desde la que desplegar su amenaza contra Europa, según explican los servicios de inteligencia españoles. A las causas humanitarias se unen las antiterroristas. Europa está acabando de perfilar la intervención en el Mediterráneo, hoy una fosa común multitudinaria. Pero el control yihadista de las costas hace muy difícil las acciones en tierra, la base de cualquier actuación como se ha demostrado en estos años.

La actuación tendrá una fase en el mar y otra en tierra. La de mar pretende evitar tragedias como las de los últimos meses. Pero la verdadera prevención se hace en tierra, como demostró España durante la crisis de los Cayucos. La intervención de la Guardia Civil coordinada con las autoridades del país fueron las que frenaron las oleadas de inmigrantes en precario.

Hoy la costa libia es un avispero en el que se antoja inasumible una actuación “boots on the ground”, con tropas en tierra. La hegemonía del DAESH se extiende a 250 kilómetros asomados al Mediterráneo, y bajo su área de influencia está también un aeropuerto, una doble amenaza a poco más de media hora de vuelo desde Libia.

La mayor parte de los refugiados, además de huir de la calamidad humanitaria local, son cristianos o musulmanes que no pueden convivir en el estricto islamismo que impone el DAESH a sangre y fuego. Una de las pesadillas de los servicios de inteligencia siempre ha sido que en medio de la avalancha humanitaria pasen de tapadillo activistas del yihadismo, tanto operativos como ideológicos.

El terrorista que decapitó a su jefe en la fábrica de gas de Lyon este fin de semana era un conocido de los servicios de inteligencia francesa. Sin embargo, desapareció del radar de los agentes franceses, como ha sucedido con centenares de sospechosos en Francia, Inglaterra, Alemania o España. Fuentes de la inteligencia explican que, para hacer un seguimiento competente y eficaz a una persona de estas características, hacen falta al menos 30 efectivos especializados.

Yashin Shalji era uno de estos sospechosos a los que no se ha podido seguir la pista de continuo, y que al final ha atentado en Francia. Estos sospechosos son detectados por sus movimientos cerca de mezquitas, o bien por internet. Pero la proliferación de simpatizantes del DAESH o de Al Qaeda hace difícil mantener una vigilancia efectiva sobre todos. Como explicaba a este diario una fuente de la inteligencia, “que nadie se crea que hay casualidades. En Túnez no eligieron un hotel español porque sí. Hay amenaza”.

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