miércoles, noviembre 27, 2024
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El ‘delfín’, una especie en peligro de extinción en el Partido Popular

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Francisco Álvarez Cascos,  Alberto Ruiz Gallardón, Rodrigo Rato, Jorge Vestringe, Mariano Rajoy, Antonio Hernández Mancha, Jaime Mayor Oreja… Durante años, el Partido Popular fue una de esas formaciones en las que alrededor del ‘líder supremo’ orbitaban importantes satélites que aspiraban al trono. Tanto Manuel Fraga como José María Aznar sabían convivir con ellos. Los bendecían como “sucesores naturales”. Y todo el mundo en el partido sabía con suficiente antelación quién podía ser elegido por el famoso ‘dedo divino’ del presidente.

Pero desde 2004, momento en el que Aznar eligió a Mariano Rajoy nuevo presidente del PP, los “delfines” pasaron a ser una especie en peligro de extinción en el PP. El ‘dedo divino’ funciona con la misma intensidad, aunque esta vez el factor sorpresa es fundamental en la sucesión de los líderes. Una de las razones que podrían explicar esta transformación podía haber sido la introducción de un mecanismo de elección interna más democrático que el existente (tipo primarias), cuya militancia fuera la encargada de elegir a sus cúpulas; pero nada más lejos de la realidad. Rajoy ha impuesto un modelo más simple: nadie hablará de sucesores hasta que él lo diga.

Una situación que no sólo afecta a la esfera nacional (donde el único nombre que suena es el del presidente gallego, Alberto Núñez-Feijóo), sino que actualmente también se está sintiendo en la regional. Tras la debacle electoral del pasado 24M, varios ‘barones’ autonómicos comunicaron a Mariano Rajoy su decisión de abandonar sus tronos: Luisa Fernanda Rudi (Aragón), Alberto Fabra (Valencia), José Ramón Bauzá (Baleares) y Juan Vicente Herrera (Castilla y León). Los tres primeros se quedaron si revalidar sus victorias de 2011; y el cuarto perdió la mayoría absoluta que atesoraba desde hacía 20 años. Una de las mayores crisis del PP estaba a punto de estallar y ¿quién espera ansioso en el banquillo?

Esta pregunta no tendría razón de ser si el PP ya hubiera reformado sus estatutos internos –tal y como ha prometido discutir en el Congreso Nacional de 2016-; e instaurado un sistema de elección directa de sus líderes (un militante, un voto). Pero eso aún sólo es un sueño. El PP todavía funciona a base del histórico ‘dedo divino’ de sus líderes, aunque la ausencia de 'delfines' está haciendo inevitable la guerra en las delegaciones regionales en crisis.

Relevos provisionales en Baleares y Valencia

Una de las contiendas más duras se ha vivido en Baleares. Allí, los días de vino y rosas concluyeron abruptamente tras el 24M. José Ramón Bauzá consiguió ganar las elecciones, pero no gobernar. Y entonces fue cuando comenzó el cruce de cuchillos. El llamado “sector crítico” balear se levantó en armas contra Bauzá, a quien ni siquiera han permitido continuar en el cargo hasta septiembre, como estaba previsto. Intentó por todos los medios convocar un Congreso Extraordinario, pero no lo consiguió. Génova se lo impidió. También intentó dejar un sustituto y también fue imposible. Bauzá dimitió el 17 de julio y al frente de la formación, de manera interina, Génova colocó al candidato menos polémico: al secretario general, Miquel Vidal, que se impuso al oficialista Jaume Bauçà y al crítico Sebastià Sagreras. Su mandato será breve. Pero le vale a Rajoy mientras sigue buscando opciones que nadie conoce.

Aunque si hay un caso clamoroso, ése es el de la Comunidad Valenciana. La marcha de Alberto Fabra no ha sido ninguna sorpresa. Hace meses que en Génova se daba por supuesta. Su cuestionada gestión al frente del Ejecutivo valenciano y las bajas expectativas electorales que le otorgaban las encuestas hizo a Rajoy plantearse el recambio. Fue una de las candidaturas más cuestionadas, pero al final Génova le dio la oportunidad. Encabezó la lista valenciana; y como era de prever, el PP logró uno de los peores resultados de su historia. Ganó las elecciones, igual que Bauzá, pero perdió más de medio millón de votos y quedó lejos de poder formar Gobierno, ni siquiera con Ciudadanos. 

El 26 de mayo anunció que continuaría al frente del PP valenciano hasta el próximo Congreso regional, pero que no volvería a repetir en el cargo. Finalmente sus planes se vieron truncados tras levantarse el secreto de sumario de la ‘operación Púnica’. Un informe de la Guardia Civil apunta a que la red liderada por Granados y Marjaliza trató de financiar de manera irregular al PP valenciano. El pasado sábado formalizó su renuncia y tres días después ya tenía sustituta. La que fuera ‘número dos’ de Fabra, Isabel Bonig, se situará al frente de la formación hasta el congreso de comienzos de 2016. Lo que ocurra a partir de entonces sólo Rajoy lo sabe.

Los 'delfines' fallidos de Aguirre y Herrera

La situación no está siendo mucho más sencilla en Castilla y León. Tras el 24M, Juan Vicente Herrera también mostró su disposición a abandonar el barco. Igual que en Valencia, esto tampoco era un secreto para Rajoy. El ‘barón’ castellanoleonés le ha mostrado en numerosas ocasiones su intención de dejar la primera línea, pero Rajoy sigue haciendo oídos sordos. Consiguió convencerle para que repitiera el 24M, logró para el PP la única victoria consolidada, pero perdió la mayoría absoluta. Tras los comicios puso en duda su futuro.  Y según aseguran a estrelladigital.es fuentes ‘populares’, su intención desde el principio fue dimitir. Una llamada del vicesecretario del PP Javier Arenas frenó sus intenciones.

El problema, de nuevo, el “delfín”. Rosa Valdeón, la exalcaldesa de Zamora y elegida como sucesora por Herrera, no reunió consenso con los jefes territoriales del PP castellanoleonés. Especialmente enemistada con el que fuera presidente de la Diputación de Zamora y actual secretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo, su nombramiento se frenó en seco. Y la situación en Castilla y León sigue sensible. Herrera fue investido de nuevo presidente; pero nadie descarta que vuelva la tormenta durante el próximo Congreso regional.

Como ocurrirá en Madrid, donde la situación cada día es más tensa. La presidenta regional, Esperanza Aguirre, discípula de la vieja escuela, sí que cuidó a su “delfín” particular durante años. Ignacio González, su sustituto al frente del Gobierno regional cuando ella dimitió en 2012 y el actual secretario general en Madrid estaba llamado a ocupar el trono. Pero todo se truncó cuando Aguirre apostó por su regreso a la primera línea. Su sueño era ocupar la alcaldía de Madrid como broche de oro a 30 años de carrera política; y para ello no dudó ni un instante en sacrificar a su “sucesor natural”.  Rajoy, temeroso de la resurrección del aguirrismo, desechó el tándem con Ignacio González. Aguirre lo aceptó y el presidente eligió a Cristina Cifuentes para encabezar la lista en la comunidad.

Como condición, Aguirre no podría repetir en el próximo Congreso madrileño. La lideresa madrileña aceptó todo. Entre sus planes no estaba perder las elecciones. Ella confiaba en revalidar su poder en las urnas y reforzar el aguirrismo, pero una campaña desastrosa puso en bandeja el triunfo a su ‘archienemiga’ Manuela Carmena (Ahora Madrid). Aguirre firmó su sentencia de muerte, y la situación hoy en la región es insostenible. Se supone que su relevo no se producirá hasta el próximo Congreso madrileño, pero ya hay voces contestatarias que piden una gestora en Madrid. Aniquilado el 'delfín', se abre un nuevo periodo de incertidumbre. Cifuentes suena con fuerza, pero de nuevo Rajoy tendrá la última palabra; y sólo él la conoce.

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