Jorge Fernández Díaz no sube a un helicóptero sin haber rezado el rosario previamente. Es bien conocida su acérrima fe cristiana; pero pocos saben que no se atreve a volar sin sus oraciones. Fuertes creencias y convicciones que lleva hasta ese extremo. Opusino y de misa diaria, el ministro es un hombre con fuertes convicciones religiosas, al que bien se le podría considerar una persona ‘’chapada a la antigua’’. Gobernador Civil en Asturias y Barcelona, militante de Alianza Popular, luego del Partido Popular, concejal en Barcelona, diputado autonómico, diputado nacional y hoy ministro, Jorge Fernández es otro de esos pesos pesados que lo ha sido casi todo en el PP, sobre todo en la división catalana. Ahí nadie le tose.
Nacido en Valladolid, pero residente en Barcelona desde los tres años, fue allí donde comenzó su actividad política, militando en sus inicios en UCD y CDS. Procede de una de esas familias numerosas de las de antes (10 hermanos) y con un progenitor de los duros: militar navarro, nacido enFitero. Aunque eso no le impidió 'desmelenarse' durante su juventud; o eso advierten quienes bien le conocen. La fama de fiestero y mujeriego no la abandonó hasta que «se encontró con Dios». Lo cuenta él mismo. Fue en 1991, en un viaje a EEUU, tras una invitación del Departamento de Estado norteamericano a políticos y periodistas españoles. Allí, sostiene el ministro, Dios salió ‘’manifiestamente a su encuentro por medio de un gran amigo’’.
Un misterio divino que, sin embargo, no lo ha librado de ser de uno de los ministros más polémicos de esta legislatura. Hoy inmerso en una de las grandes polémicas de este verano. Tal y como ha confirmado él mismo, el pasado 29 de julio recibió en su despacho oficial al exvicepresidente, Rodrigo Rato, gravemente salpicado por la corrupción. Desde entonces, las peticiones de cese y dimisión por parte de toda la oposición política no ha cesado. Se trata de uno de los miembros privilegiados del círculo más íntimo de Rajoy, y él ha sido el que el pasado martes aceleró los trámites para que diera explicaciones en el Parlamento Nacional. Después de una «larga» conversación telefónica, el Ministerio del Interior registró en el Congreso «a petición propia y de manera inminente» una comparecencia en el Congreso de los Diputados.
Claro que no es el primer escándalo protagonizado por el ministro. En marzo de 1982, mientras ocupaba el cargo de Gobernador Civil de Barcelona, Jorge Fernández mandó detener a seis dirigentes de IPC por portar una bandera independentista catalana en una manifestación.
Su catolicismo también le ha llevado a protagonizar varias polémicas. La última de ellas es la concesión de la medalla del mérito policial a Nuestra Señora Santísima del Amor, en febrero de 2014. Esta concesión no sentó nada bien dentro del Cuerpo Nacional de Policía, y además, algunas asociaciones laicas denunciaron al propio ministro por la decisión. “Dios es el gran legislador del universo”, “vivimos en una sociedad donde el pecado original está en estado químicamente puro” o “la política es un magnífico campo para el apostolado”, son algunas frases que han salido de la boca de Fernández Díaz, que no esconde su fe en ningún momento y además cree que la religión debería ir ligada al estado.
Es un anti aborto confeso, y no se cortó ni un pelo en llamar asesinos a los que interrumpen el embarazo en el año 2013. «El aborto tiene poco que ver con ETA. Bueno, tiene algo que ver, pero, en fin, no demasiado», fueron las palabras que pronunció Fernández Díaz en el año 2013. Con un hermano también político –Alberto Fernández, presidente del Partido Popular de Cataluña en Barcelona–, Jorge Fernández es uno de los pesos pesados de la política española en este momento, y como poderoso político catalán su nombre también estuvo relacionado con el escándalo de Método 3. La declaración que hizo el pasado abril el director de la agencia de detectives en la comisión de investigación de la familia Pujol en el Parlamento catalán, puso al descubierto que el PP catalán y ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, utilizaron a agentes de la Policía, como el comisario Villarejo, para combatir el proceso independentista.