lunes, septiembre 23, 2024
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Puerto Hurraco: la masacre que conmocionó a España

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El pueblo de Puerto Hurraco se encuentra en la provincia de Badajoz, Extremadura, en medio de una nada inquietante, amueblado de tierras, unas pocas casas, bochorno y un ambiente seco, propiciado quizá por la labor agraria del pueblo, que es el sustento fundamental de la economía local, a través del cultivo de la aceituna y el grano, así como la cría de cerdos y ovejas. Con apenas 140 habitantes censados y con una carencia casi absoluta de cobertura móvil, la aldea blanca de Puerto Hurraco, situada en un rincón olvidado de la comarca La Serena, es llamada la Siberia extremeña, y por sus vacías calles aún se respira el recuerdo de una masacre histórica, de un sambenito eterno que sus habitantes repudian por estar señalados con una marca negra en la historia de España desde aquel 26 de agosto de 1990.

Este comienzo, que podría ser digno de la creación de Truman Capote en su más famosa novela de no ficción, A sangre fría, se identifica, sin embargo, con una historia mucho más cercana a la de los Capuleto y los Montesco de Shakespeare, si bien lo único que comparte con el conocido crimen de Holcomb contado por Capote es que es tristemente cierto. Y que, igual que en 1960, Capote convirtió en novela el crimen ocurrido con la familia Clutter en el pequeño pueblo de Holcomb (Kansas, EEUU); Carlos Saura llevó al cine en El séptimo día la pugna entre los Izquierdo, conocidos en la aldea extremeña como los 'Pastaspelás', y los Cabanillas, conocidos como los 'Amadeos'; que se saldó con nueve muertos y seis heridos graves.

Aquella noche del 26 de agosto de 1990, Puerto Hurraco vivió el que se convertiría en el episodio más negro de su historia, y al mismo tiempo, uno de los más oscuros de la historia de España más reciente. Todo había surgido 30 años atrás, cuando las rencillas entre ambas familias comenzaron a florecer por lindes de terreno. Tal fue la controversia generada por los límites de sus tierras que el rencor, la envidia y un odio descomunal llevaron a la familia Izquierdo a acusar incluso de la muerte de su madre en un accidental incendio a la familia Cabanillas, años después del comienzo de las discordias.

Todo comenzó cuando Jerónimo, el hermano mayor de los Izquierdo, apuñaló hasta la muerte a Amadeo Cabanillas en 1961, homicidio que fue el directo antecedente y predecesor de lo que treinta años después se convertiría en una auténtica batalla campal entre dos familias de terratenientes. Pero el asesinato de Amadeo Cabanillas no fue el único antecedente, ya que en 1986, tras cumplir su condena en la cárcel, Jerónimo Izquierdo regresó a Puerto Hurraco para vengar la muerte de su madre durante un incendio accidental en extrañas circunstancias, ocurrido seis años antes de la salida de la cárcel del mayor de los Izquierdo. Así, Jerónimo apuñaló a otro de los hermanos de la familia Cabanillas, Antonio, quien sí sobrevivió al ataque, que podría ser digno de la autoría de Pascual Duarte en la novela de Camilo José Cela. Tras este nuevo ataque, el mayor de los Izquierdo fue internado en un psiquiátrico, donde murió nueve días después.

Pero el asunto no terminó aquí, sino que en la familia de los apodados 'Pastaspelás' aún quedaban cuatro hermanos con sed de venganza, y que culpaban a los 'Amadeos' de todos sus males. Ellos eran Emilio, Antonio, Ángela y Luciana Izquierdo, éstas dos últimas consideradas las posibles inductoras del crimen.

Así, la noche del 26 de agosto de 1990, Emilio y Antonio se despidieron de sus hermanas con una frase: “Vamos a cazar tórtolas”, y se dirigieron a protagonizar uno de los episodios más dramáticos y oscuros de la historia de España y de un pueblo que ha quedado manchado con el nombre del crimen para siempre.

Los dos hermanos irrumpieron en las tranquilas calles de Puerto Hurraco en torno a las 22.00 de aquel domingo sangriento, vestidos de cazadores y armados con dos escopetas, las cuales, saliendo de un callejón oscuro, comenzaron a disparar indiscriminadamente al tumulto de gente que se encontraron a su paso. Entre las nueve víctimas mortales de aquella masacre había algunos niños, que jugaban frente a los hermanos Izquierdo.

Entre los menores fallecidos se encontraban las dos hermanas menores de la familia Cabanillas, Antonia y Encarnación, de 13 y 14 años de edad, respectivamente; que fueron las primeras víctimas de la masacre de Puerto Hurraco provocada por los Izquierdo, aunque no las únicas, ya que el total de víctimas ascendió hasta 15, nueve víctimas mortales y seis heridos graves.

Así, Emilio y Antonio Izquierdo, después de desatar una auténtica masacre en la aldea extremeña, fueron detenidos por las autoridades. Mientras eran arrestados por los policías, los autores de la matanza pronunciaron unas últimas palabras antes de su ingreso en prisión. “Ahora que sufra el pueblo, como yo he sufrido durante todo este tiempo”, declaraba Emilio sin mostrar un ápice de arrepentimiento ante el crimen cometido. Por su parte, Antonio aseguró que su plan no terminaba con el asalto al pueblo, sino que si no les hubieran detenido, “habríamos vuelto al pueblo a dispararles durante el entierro de los muertos”, confesaba.

Los hermanos Izquierdo fueron metidos en prisión de forma inmediata. Ambos murieron en la misma cárcel, Antonio se ahorcó en 2010, y Emilio falleció a causa de un infarto dos años antes que su hermano. Sus otras dos hermanas, Luciana y Ángela, fueron interceptadas poco después en un tren e ingresadas en un psiquiátrico hasta su muerte, que tuvo lugar en 2005 de forma natural.

Por su parte, el pueblo Puerto Hurraco ha quedado manchado para siempre con el nombre de la tragedia, y sus vecinos están cansados del eterno sambenito que sigue siendo fuente de muchas de las visitas que recibe la aldea, casi fantasma.

«Fue un hecho puntual que ocurrió hace 20 años, y los medios no dejan de alimentarse de eso. Nosotros somos un pueblo muy alegre y dicharachero, somos poquitos y el año pasado nos cerraron el colegio porque solo había tres niños, pero no paramos de hacer cosas, somos muy voluntariosos y alegres porque nos gusta mucho nuestro pueblo, aunque tenga sus carencias», contaba la alcaldesa de Puerto Hurraco, Yoana Carrillo, hace algunos años, con la esperanza de que 'la matanza de Puerto Hurraco', así nombrada en Internet, se convierta por fin en una anécdota más y deje que la normalidad vuelva a las calles de la localidad extremeña.

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