miércoles, noviembre 27, 2024
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El PP cambia su argumentario para situar a C’s entre sus enemigos ideológicos

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“Las propuestas económicas de Ciudadanos se encaminan hacia la socialdemocracia y no hacia una economía de libre mercado como la que defiende el PP”. Esta declaración, hecha este lunes por el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, en la sede nacional, es diametralmente opuesta a la que el partido ofreció a sus cargos públicos en uno de sus argumentarios oficiales el pasado mes de abril, cuando los de Albert Rivera y sus gurús económicos, Luis Garicano y Manuel Conthe, presentaron sus propuestas económicas. Entonces, los conservadores acusaron a la formación naranja de «copiar el 90%” de su programa electoral de 2011.

Este desesperado cambio de estrategia, que se ha desplegado tras los resultados obtenidos en las pasadas elecciones catalanas (el PP perdió 8 escaños, mientras que Ciudadanos ganó 16),  sólo responde a un evidente motivo: al nerviosismo en las filas conservadoras a que el ascenso de Ciudadanos que pronostican las encuestas, se materialice el próximo 20 de diciembre en las urnas, y encima sea a costa de su cuota de poder. 

Una vez constatado que intentar hacer creer que Ciudadanos es una copia del PP no ha funcionado, ahora llega el momento de dibujarlo como el diablo. El ego de Rivera ya le hace verse en La Moncloa, y eso ha activado las alarmas en Génova. Ahora la estrategia del PP está en centrar todo su ataque en el ideario que este partido detalla en su web, donde dice situarse en el espectro «centro-izquierda no nacionalista». Hoy Génova ya ve a Ciudadanos como rival, y como tal ya ha empezado a desplegar la estrategia del miedo contra ellos. Si Podemos es la extrema izquierda, Ciudadanos es la izquierda. Y si Podemos es comunista y marxista, Ciudadanos es socialdemócrata. «El único partido que defiende en España una economía de libre mercado es el PP», proclaman los conservadores.

Aunque sólo hayan pasado seis meses desde la circulación del argumentario inicial, lo cierto es que el panorama político actual no se parece en nada al de entonces. Cuando los de Albert Rivera presentaron sus propuestas económicas, ni en las peores pesadillas de la cúpula conservadora imaginaban que Ciudadanos hoy sería uno de sus principales rivales. Entonces, su única obsesión era Podemos y su líder, Pablo Iglesias, que a base de salir en tertulias televisadas y poner su cara en las papeletas había conseguido hacer historia en Europa.

Esa poca importancia a Ciudadanos, y la idea que se empezó a fraguar en Génova sobre la posibilidad de que los de Albert Rivera pudieran servir al PP de muleta en futuros pactos gubernamentales, les llevó a restar importancia a esta formación, que para ellos se circunscribía al ámbito catalán. La primera sorpresa se la llevaron en Andalucía. El pasado 22 de marzo fue la primera vez que Ciudadanos obtenía representación fuera del Parlamento de Cataluña. Consiguieron 9 escaños, mientras que el PP perdió 17.  Fue el primer aviso del electorado conservador del año. Ciudadanos comenzaba a despuntar, pero para el PP seguía sin ser una amenaza real. La estrategia genovesa entonces se centró en dos líneas directas. En primer lugar, afear la condición catalana de los de Rivera. Cómo olvidar a Carlos Floriano hablar de ‘Ciutadans’ cada vez que tenía oportunidad.  Y en segundo lugar, considerar a Ciudadanos una copia suya.

Esto es lo que ocurrió el pasado abril, cuando los de Albert Rivera presentaron su programa económico. Varias medidas para hacer frente a la crisis económica; y la reacción del PP no fue otra que acusarles de plagio. Es más, los conservadores remitieron un argumentario oficial a sus altos cargos en el que les obligaba a reiterar en público que las medidas de Conthe y Garicano para solucionar la lacra del paro coincidían en «más del 90 por ciento con las de su programa de 2011». «Apoyo a autónomos, facilitar financiación a pymes, bonificar cotizaciones de la Seguridad Social o reducir los trámites para crear una empresa no sólo estaban en nuestro programa, sino que además han sido cumplidas por el PP en esta Legislatura», recordaban los conservadores.

Es más, era habitual que sus máximos dirigentes en conversaciones privadas con periodistas admitieran que medidas como la famosa «mochila austriaca», que consiste en constituir un seguro contra el despido mediante las aportaciones empresariales a una cuenta individual de cada trabajador del uno por ciento de su salario, ellos la habían valorado en varias ocasiones, pero que la habían descartado «porque no es el mejor momento económico para el país».

Estrategia obsoleta

Pero esta estrategia se ha quedado obsoleta. En las últimas elecciones municipales y autonómicas, Ciudadanos logró meterse en el grupo de los grandes y decidir la configuración de varios gobiernos regionales y locales. Las previsiones que las encuestas otorgaban a los de Albert Rivera se desinflaron en las urnas. Pero el PP ya pudo darse cuenta, tras lo pactos alcanzados, de que un ascenso de Ciudadanos no significaba un aliado seguro para formar gobierno. Y que los de Rivera cada vez rascaban más votos en ese importante grupo de abstencionistas que en 2011 votaron al PP y hoy ya no lo tiene claro.

Una cruda realidad que además pudieron constatar tras las elecciones catalanas del 27 de septiembre. Ciudadanos se convirtió en la gran triunfadora del bando no independentista, y aunque el escenario catalán no es extrapolable, lo cierto es que desde entonces, todas las encuestas publicadas alertan sobre el ascenso meteórico de Albert Rivera en la esfera nacional. El triunfo del PP parece indiscutible, pero no está claro que los escaños obtenidos sean suficientes para gobernar ni siquiera en minoría. Si la representatividad lograda no es suficiente, y el PP necesita a Ciudadanos para formar Gobierno, Rivera ya ha puesto precio al acuerdo: la cabeza de Rajoy.

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