PP y PSOE frente a Ciudadanos y Podemos. La vieja política frente a la nueva. Así se planteó y resolvió el primer debate a cuatro de la democracia. El resultado: la experiencia representada en los partidos de Rajoy y de Pedro Sánchez sacó pecho y logró recortar la alargada sombra de los nuevos actores políticos.
El bipartidismo representado por PP y PSOE demostró que está en condiciones de aguantar los embates de los partidos emergentes. El debate celebrado en Atresmedia entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y los líderes de Ciudadanos y Podemos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, acabó sin un vencedor claro. Pero dejó en los telespectadores la sensación de que a doce días de las elecciones las espadas siguen en todo lo alto, distinta de la debacle que las encuestas le atribuían hace sólo unos meses a los dos grandes partidos que han gobernado el país.
Fue un combate difícil. Enfrente, el PP y el PSOE se encontraron con dos huesos duros de roer: no sólo por su fácil y buena dialéctica, sino porque a diferencia de ellos, Ciudadanos y Podemos no llegan a la carrera por La Moncloa con una mochila tan pesada. Mientras el socialista Pedro Sánchez y la 'popular' Soraya Sáenz de Santamaría presumían, el primero de sus leyes de igualdad de género y la segunda de la recuperación económica, Pablo Iglesias y Albert Rivera se ocuparon de sacar los colores a la vieja política con una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos: la corrupción.
Existía la duda antes del comienzo de si PSOE, Ciudadanos y Podemos harían piña contra Soraya Sáenz de Santamaría, que tenía ante sí la difícil tarea de defender el balance de una legislatura plagada de escándalos de corrupción y de decisiones políticas difíciles: recortes del presupuesto público y en derechos sociales, una dura reforma laboral y un mercado de trabajo aún lastrado por el paro desbocado. Sin embargo, los tres candidatos de la oposición demostraron que cada uno estaba allí para ir a lo suyo. Sólo coincidieron en un asunto: en reprocharle a la vicepresidenta la ausencia del candidato de su partido, Mariano Rajoy.
El actual presidente del Gobierno fue el único candidato que no acudió al debate. Su 'número dos' en el Gobierno y en la candidatura al Congreso se encargó de justificarlo: «El PP es un equipo», insistió, al tiempo que dejaba claro que no se trata de un «proyecto personalista», en referencia a Ciudadanos y Podemos.
Sáenz de Santamaría y Pedro Sánchez dejaron claro de entrada dónde están sus particulares demonios. “Pablo Iglesias ya sabe que Podemos no va a ganar y el PP y Ciudadanos gobernarán desde las derechas”, espetó el líder del PSOE en su primera intervención, para estupefacción de Iglesias. La vicepresidenta, por su parte, marcó distancias con Ciudadanos y, sin mencionar directamente a Albert Rivera, presumió de tener “equipo” y “experiencia”, algo que a su juicio no pueden poner “otros” encima de la mesa.
Paga, Monedero, paga
Santamaría, que empezó comedida, con un discurso muy institucional y aferrada a la recuperación económica como única bandera de su gestión, acabó demostrando que ella no sólo fue al plató de Atresmedia a defender una gestión política, sino a dejar claro que su partido es el único que puede asegurar la «consolidación de la recuperación». Y para ello no sólo recurrió al argumentario de su partido, sino que en ocasiones también dio rienda suelta a su rabia: «Paga, Monedero, paga», fue su respuesta a la provocadora frase «»Luis, sé fuerte», de Pablo Iglesias en alusión al escándalo del extesorero del PP Luis Bárcenas.
Parecía que la vicepresidenta del Gobierno iba a estar sola en esta contienda, pero en ocasiones encontró en el socialista Pedro Sánchez más apoyo del esperado. Ambos, con tono a veces paternalista, trataron de aplacar a sus rivales menores. Santamaría se ocupó en especial de Rivera. Y Sánchez de Pablo Iglesias. Ambos dejaron claro que hay asuntos de Estado que no se pueden tocar: en primer lugar la unidad de España frente al desafío soberanista catalán, y en segundo lugar la lucha contra el terrorismo.
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, intentó unir su voz al mismo sonsonete, para dejar a Iglesias solo en estas dos cuestiones clave, pero no estuvo a la altura y se llevó alguna estocada. Santamaría le recordó que hasta hace un mes su partido no decidió unirse al pacto antiterrorista. 'Equidistancia', esa fue una de las mayores acusaciones que se le ha hecho este lunes a Rivera por parte del PP y del PSOE.
La obsesión de Rivera por presentarse como algo nuevo fue evidente. Pero desaprovechó la oportunidad que le brindó el debate para aparecer ante los españoles como el hombre de Estado que quiere ser. Estuvo nervioso y obsesionado con su programa y peco de poco claro en su afán de situarse “contra la vieja izquierda y la vieja derecha”. “No voy a estar con Sánchez ni con Rajoy”, resaltó, para después a medida que avanzaba la noche converger con el discurso de la representante del PP, en cuya defensa salió en un par de ocasiones.
Pablo Iglesias, por su parte, optó por agarrarse al clavo ardiendo de la remontada que ninguna encuesta pronostica. Su papel en el debate de este lunes consistió en recordar al PP y al PSOE que su gestión al frente de todos los Gobiernos de la democracia ha sido mala para la mayoría de los ciudadanos y que su partido es el único que puede aportar «ilusión» a este nuevo proceso electoral.
En lo que a los pactos posteelectorales respecta también quedó clara una cosa: el PP es el único que de verdad aspira a ganar estas elecciones y a formar gobierno. Todos echaron balones fuera salvo Sáenz de Santamaría. “Hay que abrir una nueva etapa política” y “estoy dispuesto dar entrada a independientes en mi Gobierno”, fue cuanto dijo Albert Rivera. Iglesias tampoco se mojó más allá del manido “huele a remontada” y Pedro Sánchez siguió con la misma matraca del comienzo: “Aspiro a ganar y Podemos no va a ganar”. La vicepresidenta fue algo más concreta: “Sólo gobernaremos si somos la lista más votada” y «Me da miedo un tripartito de perdedores», resaltó.
En general –salvo en el caso de Albert Rivera- los candidatos plantearon un debate más centrado en las ideas y en los sentimientos que en los programas. Quizá el más audaz de los cuatro fue Pedro Sánchez, que se atrevió a decir que hay que subir impuestos, un mensaje que podría restarle votos sobre todo entre la llamada clase media, ese electorado de centro al que todos los partidos quieren cautivar.