lunes, septiembre 23, 2024
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Sánchez monta una bronca en un plató

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El hasta ahora líder de la oposición, Pedro Sánchez, organizó una emboscada en forma de bronca al, de momento, presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Un poco al modo de los jugadores de Estudiantes, hizo un pressing asfixiante basado en el arma de la corrupción, hasta el punto de provocar la exasperación y la indignación de Mariano Rajoy, que se vio obligado a afirmar: “Soy un político honrado. No se lo acepto. Es usted un ruin y un miserable”.

En un cara a cara bronco y marcado por los ataques personales y los malos modos, dio la impresión de que Sánchez se gustó en demasía sacando sus musculitos bien perfilados y rizando al presidente a gritos –el candidato socialista tiene demasiada tendencia a gritar– mientras Rajoy daba más la sensación del gafitas del patio al que acababa de imponer su ley el malote del cole.

No cabe duda de que fue sorprendente que, tras un breve receso de cinco minutos pasada una primera parte con pinta de tanteo, Manuel Campo Vidal pidió ideas sobre la disyuntiva territorial catalana, Sánchez hundió la barbilla y embistió: “Debió dimitir, señor Rajoy, usted no es un presidente libre, cuando Bárcenas sacó sus papeles”… En el diagrama de palabras, “Bárcenas” mandó sobre cualquier otra que dijo Sánchez, hasta el punto de decir “dinero b, con b de Bárcenas”. O sea, Bárcenas de cualquier manera. Seguramente los asesores de Pedro Sánchez llegaron al debate bastante agobiados por los malos augurios de las encuestas. Nada como una buena bronca para superar los problemas de pausa y respiración, fruto de los nervios, con los que comenzó el debate.

La sensación es que Sánchez peleaba contra Rajoy para demostrar a los que le están merendando los votos que tiene al menos un estilo tan Sálvame como ellos. Los de Estudiantes apelan siempre a la heroica cuando tienen que remontar. El problema de estos pressing es que en Twitter te llamen “macarra” o “matón”. Otro es liarse a mamporros con los del equipo equivocado. El rival de Sánchez no es Rajoy. Ése rival, esos rivales, estaban en un plató ajeno. Quizás por eso se reveló contra el pobre Campo Vidal y decidió responder a lo que le dio la gana cuando le planteaba los bloques de debate. Eso, a un registrador de la Propiedad como Rajoy, debió de sacarlo de quicio.

En cuanto al nivel político, Sánchez también sorprendió reivindicando el legado de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin duda demostraba que el PSOE ha gobernado, pero le puso en bandeja varias bazas de difícil defensa a Rajoy. Es decir, canastas fáciles, algo que todo buen coach odia que hagan sus pupilos. Quizás es que el 'coach' de Sánchez, presumiblemente Alfredo Pérez Rubalcaba, tiene querencia por aquellos años de Gobierno a los que él mismo dio fin.

No era de esperar de un político joven y en aparente buena forma que entrara a navaja a asuntos bastante antiguos de la agenda, de interés para algún medio enemigo de Rajoy. Bárcenas suena al NODO a los que están en asuntos como los desahucios, ingresos mínimos, garantías constitucionales. Cierto que la corrupción es una lacra en las filas del PP, y que Rajoy se vio obligado a convocar un pleno in extremis para explicarse y tragar quina con titulares un día sí y otro también. Pero sucede que en los debates el espectador está más al gesto que a otra cosa. Y ahí, más que nunca, la bronca, inédita en debates de estas características y trascendencia en democracias cercanas, es de consecuencias poco predecibles.

El penúltimo debate más importante de la historia de la Democracia española –esto se vive siempre con dramatismo– acabó con dos poco convincentes peticiones de voto a los españoles. Sánchez con un poco entusiasmante discurso de cambio, y con Rajoy insistiendo en los ejes de creación de empleo, servicios sociales, antiterrorismo y unidad de España, que sonaban también a un poco vistos y predecibles. Más parecía que ambos estaban aún rumiando la bronca, como cuando la voz interior, con las pulsaciones aún a 120, martillea con un “a la salida nos vemos en la esquina”.

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