martes, septiembre 24, 2024
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El ministro que hace campaña pueblo a pueblo

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Los pueblos de La Manchuela, en la oscura noche de diciembre, parecen belenes vistos desde la ventanilla de un coche, con sus escuetas luces alumbrando fachadas de ladrillo encalado. Para llegar a Casasimarro (Cuenca, 3.175 almas) se puede ir por Motilla del Palancar, o también por Olmedilla de Alarcón, pero en cualquier caso siempre hay que pasar por Pozoseco y Rubielos Bajos. Allí da un mitin esta noche Rafael Catalá, ministro de Justicia, candidato por Cuenca al Congreso de los Diputados en las elecciones de este domingo. Estas elecciones, que muchos dicen que se disputan en platós de televisión, tienen también lugar pueblo a pueblo, en auditorios compuestos por una docena de personas. Así es buena parte de la campaña de uno de los ocho ministros que se presentan a estas elecciones como cabeza de cartel de un circunscripción provincial, de la que ha sido testigo por un día Estrella Digital.

 “Es una vuelta a la raíz de la política, al contacto más directo con la gente. Me gusta”, asegura el candidato, que entra en la Casa de la Cultura de Casasimarro y casi saluda uno a uno a los asistentes al mitin. Fotos con todos. Y selfies, que podemos estar en un pueblo, pero la tecnología llegó, aunque tuviera que pasar antes por Pozoseco. La arenga a los simpatizantes y curiosos que han ido a la que posiblemente sea la primera visita de un ministro del Gobierno en la historia de este pueblo de la comarca de La Manchuela, durará más de media hora. “La gente se toma la molestia de venir, de noche y con frío, salir de casa a escucharnos. Hay que dedicarles su tiempo”, explica el ministro-candidato, ante la impaciencia de su equipo, abrumado por la agenda que aún queda por cumplir.

En la llamada “nueva política” los líderes de las formaciones emergentes se inspiran en series de televisión como Juego de Tronos; Rafael Catalá, contemplando un brumoso atardecer mirando los cultivos de cereal por la ventanilla del coche, rememora otra referencia cinematográfica: “Es como ‘El disputado voto del señor Cayo’, la verdad”. En la caza del disputado voto de Cuenca, esta tarde de martes el ministro Catalá ha dado mítines en Villagarcía del Llano, Quintanar del Rey y en Casasimarro. El candidato, al que sus rivales atacan porque no es nacido en Cuenca, demuestra un conocimiento enciclopédico de una provincia de poca población, muy diseminada, de raíz claramente rural y vocación agrícola. “Es que soy una persona muy metódica”, explica con media sonrisa. Es la España en la que se juegan por unos miles de votos las mayorías en el Congreso.

En la ajetreada vida de un candidato hay muchas horas de carretera junto a un aliado: una solución caliente de limón y miel para conservar la integridad de la garganta. Los mítines en lugares fríos, en la casa de la Cultura de cada pueblo, se complementaron por la mañana con reuniones con Asaja (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores), un paseo por el mercadillo de Cuenca capital (57.000 habitantes), un cara a cara con su principal rival, el socialista Luis Sahuquillo, una multitudinaria comida con cientos de agricultores en un hotel conquense, cuatro entrevistas con medios de variada índole, un rato de estudio y cientos de saludos y fotografías.

La mayor parte de estos actos suceden con la emoción del directo y la ausencia de cámaras, micrófonos, ni siquiera libretas que tomen nota de lo que sucede entre el candidato y sus posibles electores. En lugares como Casasimarro no valen los postureos de los platós ni hay maquillaje que salve no dar la talla ante agricultores y vecinos de manos y caras curtidas. Catalá, con un currículo académico y profesional apabullante, adapta el mensaje al auditorio, basado en las líneas argumentales del PP en estas elecciones: hay que crear empleo; la experiencia es un grado; hemos vivido momentos duros, pero juntos estamos saliendo del pozo de la crisis.

Uno de los momentos que más éxito obtiene Rafael Catalá en sus charlas por la España que nunca sale en la tele tiene lugar cuando hace una ligera referencia a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que produce carcajadas espontáneas: “Menuda es esa, vaya elementa”, exclama una señora de la concurrencia. Posiblemente la provincia de Cuenca no sea el lugar de España que los demoscópicos elegirían para ver qué sucederá en estas reñidas elecciones. Sin embargo, sí representa a una parte del país que difícilmente encuentra eco en las redes sociales. Y bien pensado, ni falta que le hace.

Pero esto no quiere decir que esté lejos de lo que está sucediendo en campaña. Ante el “cara a cara” con Sahuquillo, en Onda Cero Cuenca, el candidato ha estado media hora concentrado con una montaña de papeles. Sahuquillo, cabeza monda y bronceada, veterano diputado socialista, tiene fama de fiero y vehemente. El recuerdo del bronco debate de la noche anterior entre Rajoy y Sánchez preocupa en el equipo de Catalá, que teme un duro cuerpo a cuerpo, ante el que la figura reflexiva y calmada del ministro no parece que querrá entrar nunca. No sucede así, el debate es de guante blanco y Sauquillo demuestra hasta cariño por su rival: “Cuidad de este hombre, que es muy buena persona”, dice fuera de micrófono. Eso sí, no evita lanzar una maldad: “Le ha tocado el marrón de venir aquí a por el escaño”.

“Temía que la táctica de Sánchez en el debate fuera un cambio del PSOE y que empezaran las broncas”, explica Catalá. Entre los asuntos que tiene que defender está la gestión de Gobierno y asuntos más conquenses, como el emplazamiento del Almacén de Residuos Nucleares (ATC) en Villar de Olmo, o las políticas de trasvases en el Tajo-Segura. Y no ser de Cuenca, claro. “¿Por qué no puedo defender bien los intereses de Cuenca solo por haber nacido en Madrid?”, se defiende. Catalá encuentra cierto fatalismo en algunos conqueses. En el debate, el candidato socialista le ha espetado: “Si el ATC fuera bueno, no lo habrían traído a Cuenca”. El ministro no entiende este argumento.

El dinero de PAC

Pero no todo es guante blanco. En la multitudinaria comida de agricultores de Asaja, toma la palabra el consejero de Agricultura de Castilla-La Mancha, el socialista Francisco Martínez. Hay inquietud porque los pagos a agricultores de la PAC (Política Agraria Comunitaria) se hacen esperar desde hace meses. “El dinero de la PAC se pagará el viernes”, proclama el consejero, y provoca un runrún de agricultores viendo llover en plena sequía. Dos días antes de las elecciones.

De ese dinero se habla, muy en serio, en el mitin de Quintanar del Rey (7.177 habitantes, tercer municipio de Cuenca por población). El representante local del PP, tras la fanfarria habitual de la música del partido, calienta el mitin con palabras atropelladas y una prolija explicación sobre el pavimentado –defectuoso y erróneo, al parecer– de una calle del pueblo y la limpieza “del riato”. Luego entra en materia de elecciones: “Ahora vienen estos de los partidos nuevos, haciéndose los listos”. Bendita la espontánea incorrección política de la España rural.

Catalá ha hecho dos horas de sinuosa carretera para llegar hasta aquí. El auditorio lo componen algo más de un centenar de vecinos, con predominancia de las cabezas canosas. Centra su discurso en la creación de empleo, “que es la mejor forma de pagar las pensiones”. Y una confesión: “Lo hemos pasado muy mal. Pensad que cuando llegamos, el Gobierno socialista había dejado a deber 90.000 millones de pesetas, que me cuesta siquiera imaginar todo ese dinero”, exclama, entre los asentimientos del público.

De allí, el candidato irá al pabellón deportivo municipal, donde está entrenando el orgullo de Quintanar, el equipo de baloncesto que milita meritoriamente en liga EBA. Es inevitable que Catalá tenga que lanzar a canasta un tiro libre: encesta a la primera. El ministro fue, de chaval, un fino escolta tirador en el equipo de baloncesto del colegio San Viator, de Madrid. Un arma secreta que no se esperaba la morbosa compaña, que esperaba verle morder el polvo sin tocar siquiera aro.

“Me daba vergüenza ir a interrumpir un entrenamiento”, explica ya en el coche. Catalá está aferrado casi desesperadamente a su solución de miel y limón, en plena crisis de voz: “Si me quedo sin voz, estoy perdido”. En el coche se habla de estrategia, del trepidante ritmo de mítines que propone el líder del PP de Cuenca, Benjamín Prieto, y de asuntos ministeriales urgentes, se responden emails frenéticamente. Ministro del Gobierno que no evita hablar de corrupción, “que hace un daño tremendo”, de los posibles pactos, de la gran política que está, aparentemente, lejos de La Manchuela.

A Catalá se le ve tímido en esta experiencia electoral con “botas sobre el terreno”. Tan tímido como cuando se vio en un cartel electoral: “El impacto de verte en un cartel por la calle es tremendo”. Sus hijos, en irónica venganza, han afanado un cartel y se lo han puesto en la puerta de su habitación, en su casa.

Los coches oscuros salen, en sourround, de este pueblo que, iluminado, parece un belén. Aún nadie había dado un puñetazo a Rajoy, la tele no ha tenido a bien acercarse a Casasimarro, la vida transcurre a otra velocidad. Un político acostumbrado a ruedas de prensa tras los consejos de ministros, a tomar decisiones que provocan tormentas en las redes sociales, sale de dar un mitin a un puñado de vecinos, de convencerlos casi uno a uno. Política en plano corto, pueblo a pueblo. Y Twitter sin enterarse.

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