sábado, septiembre 28, 2024
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Fin de la campaña, es la hora de la verdad

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Baja el telón electoral. La campaña más reñida de la democracia toca a su fin. Quince intensos días de dura batalla que han dado para más de lo que se esperaba, incluido un debate a cara de perro entre los dos principales candidatosuna grave agresión al presidente del Gobierno. El pasado 4 de diciembre arrancaba una campaña muy importante por el elevado número de indecisos que registraba el CIS preelectoral, pero muy poco atractiva en cuanto a contenido. Era la cuarta contienda electoral que celebraba España en este año. Y la precampaña había sido larga. Las claves se conocían. La importancia de la televisión y de las redes sociales se preveía, sobre todo por el uso que de ellas han hecho Ciudadanos y Podemos. Y los mensajes de los partidos ya taladraban la psique ciudadana. Parecía que la campaña no iba a ser efectiva.

Sin embargo, en la última semana de esta campaña las previsiones iniciales han dado un vuelco. La batalla entre la vieja y la nueva política ha saltado por los aires. Así como también las predicciones sobre el imparable ascenso de Ciudadanos y la caída en picado de Podemos. Hoy sólo parece claro que el PP será la fuerza más votada. El segundo puesto sigue siendo una incógnita. Ahora más que nunca. PSOE, Ciudadanos y Podemos se lo disputan con uñas y dientes.

Los debates televisados han sido determinantes en este cambio de las tornas a última hora. El debate a cuatro organizado por Atresmedia sirvió para relanzar a Pablo Iglesias y estancar a Albert Rivera. Así como también para machacar a Pedro Sánchez -a quien se identificó como el perdedor- y apuntalar al Partido Popular, que no estuvo representado por Mariano Rajoy sino por su 'número dos', Soraya Sáenz de Santamaría, que salió airosa del reto. Mantuvo el tipo.

Pero el aguante de la vicepresidenta no fue suficiente. Seis días después, el PP 'pinchó' en su intento de llenar la plaza de toros de Las Rozas (Madrid). Estaba previsto que fuera el acto más multitudinario de su campaña, con 4.300 butacas, pero no lograron colgar el cartel de completo. Todo lo contrario que Podemos, que ese mismo día consiguió resurgir de sus cenizas, cual 'Ave Fénix'. Pablo Iglesias y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, congregaron a 10.000 personas en la Caja Mágica de Madrid. Ése día, Pablo Iglesias lo vio claro: sus enemigos a batir eran Ciudadanos y PP. Después de las estocadas de Iglesias a Sánchez en el debate a cuatro, volvió a sentirse en primera línea y con opciones de ocupar con La Moncloa, aunque sea con el apoyo de los socialistas.

La incógnita del día después

Sánchez ve un escenario similar, pero a la inversa. El candidato del PSOE a la Presidencia advirtió a Podemos tras el debate a cuatro que se había equivocado de enemigo. ¿La explicación de los socialistas? un «acuerdo preelectoral» entre PP, Ciudadanos y Podemos para atacar a Pedro Sánchez porque en realidad es «el único» que tiene opciones de desbancar a Rajoy. Su objetivo, dice, está claro: desalojar al PP de La Moncloa. Sabe que no logrará mayoría absoluta, por lo que el apoyo de la formación morada será imprescindible para cumplir su deseo. Además, el apoyo de Ciudadanos también podría ser determinante.

Ese entendimiento daría lugar all famoso «tripartito de perdedores» sobre el que el PP advierte desde hace quince días. «Me da miedo», reconoció la vicepresidenta del Gobierno. Aunque aún nadie quiere desvelar sus verdaderas cartas, la evidente ausencia de mayorías absolutas ha obligado a marcar ciertas posiciones. Podemos y PSOE tienen claro que no dejarán gobernar al PP, lo que ya no está tan claro es si Sánchez e Iglesias se pondrán de acuerdo en quién será el presidente del Gobierno. Ciudadanos también ha marcado territorio: no hará presidente ni a Rajoy, ni a Sánchez con su apoyo. No formará parte de un tripartito, y menos aún si Podemos es miembro destacado de él. No entrará en ningún Gobierno que no presida él. Pero su intención es dejar gobernar a la lista más votada con su abstención.

Y aquí es donde el PP ha visto la luz. No ha sido fácil que Rajoy reconociera que va a tener que pactar tras el 20D si quiere gobernar. Y es evidente que Albert Rivera ocupará un papel destacado. El líder 'popular' ha apelado a la estabilidad política para avisar que lo que quiere es un «pacto de gobernabilidad», no un «pacto puntual» de investidura.

Todo está por ver. El último barómetro del CIS publicado ya advirtió de que Ciudadanos tendrá en su mano la llave de La Moncloa. Y así podría ser. Las últimas encuestas privadas publicadas bajaron las expectativas de voto de Albert Rivera. Ha pasado en cuestión de días de ocupar la segunda posición a verse de nuevo en la cuarta, como hace unos meses. La polémica surgida en torno a su propuesta electoral para reformar la Ley Integral de lucha contra la violencia de género y equiparar las penas, ha enturbiado la recta final de su campaña.

Los 'populares' arrancaron con una idea clara: reivindicar el viejo bipartidismo frente a los llamados partidos emergentes. Su intención era que Pedro Sánchez fuera su principal rival, pero el 'cara a cara' del pasado 14 de diciembre marcó un antes y un después en esta estrategia. El tono bronco utilizado por el socialista para acorralar al candidato del PP con la corrupción no gustó en Génova. Y ahí empezó la verdadera guerra. Hoy, los conservadores han pasado a la acción y han dado al PSOE donde más le duele: volver a alimentar el fantasma de la 'gran coalición' y 'colocar' a Podemos en segunda posición en sus 'tracking', encuestas internas de pequeña muestra que no se publican, pero sí se pueden filtrar de manera interesada

Rajoy lo ha desmentido este viernes, pero el daño ya está hecho. Los votantes del PSOE lo pensarán dos veces antes de acudir a las urnas. Sobre todo, los que dudan en mantener la fidelidad a sus siglas. Primero, por temor a que su voto se vaya al PP, opción que muy pocos ven posible. Y segundo, porque puedan pensar que si se lo dan a Podemos consiguen antes el cambio que anhelan.

El puñetazo al presidente

Una recta final de la campaña muy animada y en la que ha habido de todo, incluida una grave agresión. Y no verbal, que podría ser lo esperado en este tipo de contiendas electorales tan reñidas, sino física. El presidente del Gobierno y candidato del PP a la reelección recibió un puñetazo en la cara por parte de un joven de 17 años en una céntrica plaza de Pontevedra, su tierra natal. Perdió sus gafas, pero no su dignidad. El líder conservador continuó con su paseo previsto y cerró la jornada con un mitin en La Coruña. No hizo ni una mención pública al respecto. Al siguiente día se levantó, hizo ejercicio y continuó con su agenda de presidente y de candidato del PP. Pidió no sacar «conclusiones políticas», anunció que no pensaba denunciar a su agresor y se presentó ante la opinión pública como un político responsable.

Los partidos dicen adiós a sus campañas en las elecciones que se antojan más disputadas desde la Transición. Todas las grandes formaciones han elegido Madrid como escenario para despedirse de esta dura contienda electoral, menos Podemos, que ha optado por Valencia junto a Mónica Oltra y Ada Colau. El PSOE ha elegido la localidad madrileña de Fuenlabrada, Pedro Sánchez hará su último mitin junto al portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo. Albert Rivera lo hace en Madrid capital, en un acto organizado en la céntrica plaza de Santa Ana. Alberto Garzón (Unidad Popular-IU) en el polideportivo Municipal Juan de la Cierva de la de Getafe. Y Mariano Rajoy hace coincidir la habitual cena de Navidad que organiza la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, con este acto. Una cena-mitin, así la han bautizado en Génova. En 2011, cerró en el Palacio de los Deportes de Madrid. Hoy hay miedo a no llenarlo.

La suerte ya está echada. 36 millones de españoles están llamados a las urnas este domingo. Se acabó el 'tour' por España. Se acabaron los mítines. Adiós a las banderolas, las pancartas y las vayas publicitarias gigantes. El 21D, España amanecerá distinta y habrá que empezar a dialogar.

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