viernes, noviembre 29, 2024
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Entre el 20 y el 40% de los españoles padecen intolerancia a la lactosa

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Entre un 20 y 40 por ciento de los españoles es intolerante a la lactosa, según ha informado la Asociación de Intolerantes a la Lactosa España (ADILAC) con motivo del lanzamiento, junto a los laboratorios SALVAT, de la campaña ‘Vuelve a disfrutar de los lácteos’.

Esta iniciativa tiene como objetivo concienciar sobre la importancia de un correcto diagnóstico, promover hábitos alimentarios saludables y enseñar a interpretar correctamente el etiquetado de los alimentos son los ejes básicos de la campaña. «También queremos desmitificar la creencia de que los intolerantes a la lactosa deben resignarse a no poder disfrutar de las comidas y eventos sociales», ha aseverado el jefe de Asuntos Médicos de Laboratorios SALVAT, Juanjo Martínez.

La intolerancia a la lactosa es la sintomatología provocada por una deficiencia de la lactasa, una enzima producida por el intestino delgado y encargada de la absorción de la lactosa, un tipo de azúcar presente en la leche de los mamíferos y en muchos alimentos preparados.

De hecho, la deficiencia de lactasa es la deficiencia enzimática más frecuente en todo el mundo y se estima que afecta al 75 por ciento de la población. Ahora bien, su prevalencia varía ampliamente según la zona geográfica, con índices muy bajos en los países nórdicos europeos y que aumenta progresivamente hacia el sur de Europa, Oriente Medio, Asia y África.

En concreto, existen tres tipos de intolerancia: la primaria, la más frecuente, se debe a la pérdida progresiva de la lactasa intestinal, puesto que con la edad el intestino delgado tiende a producir menos cantidad de lactasa; la secundaria, causada por alguna patología que daña la mucosa del intestino delgado como una gastroenteritis, la enfermedad de Crohn o la intolerancia al gluten, por lo que, una vez se trata la causa primaria y se regenera la mucosa intestinal, remite; y la congénita, muy rara, que es la incapacidad completa de producir lactasa desde el nacimiento.

Los síntomas más comunes son dolor e hinchazón abdominal, gases, flatulencias, náuseas, vómitos y diarrea, los cuales suelen aparecer entre 15 minutos y dos horas después de haber ingerido alimentos con lactosa y pueden remitir entre tres y seis horas más tarde. Además, al existir una alteración de las mucosas intestinales, también pueden producirse síntomas inespecíficos como abatimiento, cansancio, problemas cutáneos, falta de concentración, nerviosismo y trastornos del sueño.

«Debido a que sus síntomas son comunes a otras enfermedades digestivas y se manifiestan de forma muy variable dependiendo de cada individuo, está infradiagnosticada o erróneamente diagnosticada, por lo que es fundamental concienciar sobre la importancia de un correcto diagnóstico», ha explicado el jefe del servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario La Paz de Madrid, Pedro Mora.

No obstante, la gravedad de la sintomatología varía dependiendo de la cantidad de lactosa ingerida y de la tolerancia individual, dado que algunas personas notan molestias de forma inmediata tras consumir pequeñas cantidades de lácteos (u otros productos elaborados con lactosa), mientras otras pueden permanecer de forma asintomática toda su vida, si no sobrepasan una determinada dosis diaria. Asimismo, el grado de intolerancia también puede variar en función de la etapa de la vida y el estado general de salud de cada persona.

Asimilan mejor los productos fermentados

En este sentido, los expertos han informado de que los intolerantes a la lactosa asimilan mejor los productos fermentados, como yogures y quesos, especialmente los curados, debido a que la lactosa se descompone parcial o totalmente en el proceso de fermentación por la acción de las bacterias. Sin embargo, los expertos han avisado de que, en algunos casos, ésta no se elimina en su totalidad y los fabricantes pueden añadir leche fresca y otros ingredientes al final del proceso productivo para mejorar su sabor y suavidad.

«Es fundamental que el intolerante a la lactosa sepa cuál es su nivel de intolerancia en cada etapa de su vida y qué alimentos contienen más o menos lactosa de forma natural o como aditivo. Eso le permitirá conocer en cada momento qué cantidad de lactosa puede tolerar su organismo y modificar sus hábitos alimentarios para evitar la aparición de los molestos síntomas asociados», ha alertado el presidente de ADILAC, Oriol Sans.

Dicho esto, el experto ha recordado que cualquier producto aparentemente sin lactosa, pues en su estado natural no lo contiene, puede incluir aditivos añadidos que lo conviertan en un producto no apto para intolerantes a este azúcar. Por eso, ha destacado la necesidad de leer siempre «con atención» la etiqueta de los ingredientes y preguntar al fabricante ante cualquier duda.

Ejemplo de ello son los embutidos, bollería, cereales, chocolates, golosinas, cremas, salsas, conservas, panes, harinas, pastas, arroces, postres, platos precocinados, así como medicamentos, suplementos vitamínicos y dentífricos. También se utilizan derivados de la lactosa como edulcorante bajo en calorías para caramelos, chicles sin azúcar, galletas, helados, alimentos bajos en calorías y laxantes, así como en el proceso de elaboración de bebidas destiladas alcohólicas.

Aprender a comer bien sin poner en riesgo la salud

Ahora bien, la totalidad de los intolerantes a la lactosa responden satisfactoriamente a una dieta con ausencia de lactosa. Sin embargo, no consumir lácteos en la dieta puede llevar a insuficiencia de calcio, vitamina D, Vitamina A y proteínas. Por ello, los expertos han subrayado la importancia de enseñar hábitos alimentarios saludables que se adapten a su nivel de intolerancia y a leer correctamente el etiquetado de los alimentos.

Y es que, prosiguen, existe la creencia «errónea, pero muy extendida», de que la leche de vaca es la única fuente fiable de calcio. «Pero la naturaleza ofrece muchas, y muy buenas, alternativas de aporte de este nutriente a nuestra dieta, como: espinacas, acelgas, cebolla, brócoli, huevo, sardinas, salmón, besugo, gambas, almejas y mejillones, judías y garbanzos o frutos secos, entre otros. Por ejemplo, 100 gr de almendras proporcionan 250 mg de calcio, mientras que 100ml de leche proporcionan algo menos de la mitad, 120mg», han informado.

Si no se quiere renunciar al sabor y a las propiedades nutritivas de la leche de vaca, desde hace unos años se pueden encontrar en el mercado variedades de leche cuya lactosa se ha eliminado o hidrolizado previamente mediante la adición de latosa, de forma parcial (‘bajas en lactosa’) o total (‘sin lactosa’). Una oferta que se ha complementado con productos derivados lácteos como quesos, yogures, batidos de sabores, nata, etc.

También existe variedad de bebidas vegetales alternativas a las de origen lácteo, cien por cien libres de lactosa, como las de soja, avena, almendras, avellanas o arroz, entre otras. Todas ellas tienen un sabor y valores nutricionales propios, son fáciles de digerir y con frecuencia vienen enriquecidas con nutrientes esenciales como el fósforo, el calcio o las vitaminas. Además, ofrecen las mismas aplicaciones culinarias que la leche de vaca y se pueden utilizar para preparar purés, pasteles, batidos, helados o salsas.

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