Unos 1.800 ultraderechistas, según la policía, se manifestaron hoy en Berlín contra la canciller alemana, Angela Merkel, y su política en la crisis de los refugiados, acusándola de «traicionar» a su patria.
La marcha, bajo el lema «Merkel debe marcharse», arrancó a las 15.00 (13.00 GMT) frente a la estación central de la capital alemana con una serie de discursos cargado de graves ataques contra el Ejecutivo de la gran coalición.
«Si por defender a mi patria me llaman nazi, que me llamen nazi. ¡Me importa una mierda», gritó uno de las personas que intervinieron desde el estrado al comienzo de la marcha, provocando aplausos y una cerrada ovación de los manifestantes.
La protesta, escoltada por un importante número de agentes de policía de Berlín y otros estados federados, tuvo varios momentos de tensión, especialmente cuando los ultraderechistas eran confrontados por grupos de antifascistas y contramanifestaciones a lo largo de su recorrido, que de hecho sumaron muchos más participantes a sus convocatorias.
Frente a uno de los edificios del parlamento, los ultraderechistas lanzaron botellas contra unas decenas de contramanifestantes convocados bajo el lema «Por un Berlín mixto y abierto al mundo».
Entre los gritos más repetidos por los manifestantes destacaron, además del eslogan de la marcha, «Merkel debe marcharse», las palabras «resistencia» y «expulsión», ambas en relación a la llegada de extranjeros a Alemania.
Pese a que en la convocatoria se animaba a familias alemanas a sumarse a la protesta, la mayoría de los participantes eran grupos de jóvenes adultos, principalmente hombres, muchos con la cabeza rapada y ropas negras.
También participaron en la iniciativa ultraderechista grupos de personas mayores, algunos portaban símbolos de la extinta República Democrática Alemana (RDA), la Alemania comunista, y otros camisetas con el rostro del presidente ruso, Vladimir Putin, y mensajes en cirílico.
Además se veían banderas del Sacro Imperio Romano Germánico y versiones alternativas a la oficial propuestas por teóricos ultraconservadores, fórmulas típicas para evitar la prohibición de mostrar simbología nazi, mientras que otros lucían camisetas con eslóganes como «Fuerza blanca».
La llegada de 1,1 millones de refugiados el año pasado a Alemania ha polarizado a la población del país y ha dado alas al discurso de la ultraderecha, que está viviendo un fuerte auge.