lunes, septiembre 23, 2024
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Contra el estigma y la discriminación por VIH: “Tienes que decirlo”

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El cuerpo con el VIH ya no es visible, pero la serofobia (el estigma y la discriminación hacia las personas con VIH) sigue existiendo.

Son muchos los que comparten la idea de que las personas conscientes de tener el VIH deberían siempre decir su estatus serológico, antes de tener sexo, por ejemplo, para que la persona serodesconocida o seronegativa del VIH decida si quiere estar o no con alguien con el VIH.

Bajo todo esto, subyace la norma de que es la persona seronegativa la que decide cuándo y con quién la persona VIH+ puede amar o no amar, desear o no desear. La persona con el VIH pierde, de esta forma, con su diagnóstico la capacidad de decidir, o al menos eso es lo que piensa buena parte de la sociedad.

Lo que lleva a un rechazo injustificado que sufren muchas personas con el VIH, así como sus efectos.  Cuando las personas con el VIH empiezan a profundizar en una relación, llega un momento en el que se plantean si no deberían haber dicho ya su estatus serológico. Entonces bien puede surgir la culpabilidad, vergüenza, miedo: el estigma de la diferencia.

Cuando han decidido contarlo, muchas de las parejas o amantes les han recriminado que lo han estado ocultando durante demasiado tiempo y que se les ha comprometido a una situación de peligro de la que deben alejarse por su seguridad. “Me has engañado”. “No quiero verte más porque no puedo permitirme estar en riesgo”. En muchas ocasiones da igual si han tenido relaciones sexuales seguras: se impone el rechazo que muchas personas con el VIH acaban por asumir como maldición. Si en cambio no dicen que tienen el virus, muchas personas VIH+ tienen la sensación como de que guardan un secreto maligno, junto al miedo de que alguien o algo revele ese secreto: que se corra la voz, que descubran un bote de pastillas, que encuentren un informe médico perdido en casa…

La preocupación de las personas con el VIH no debería ser si dicen o no dicen, y cuándo, o a quién, porque nos olvidamos que:

1.- Todos tenemos el mismo derecho a tener sexo, así como la misma responsabilidad para la salud. No es cuestión de quién sea más responsable, porque la responsabilidad en sí misma no es cuestión de grado. O eres responsable de evitar conductas de riesgo para tu salud o no eres responsable.

2.- El sexo seguro es, efectivamente, seguro. Usar preservativo es sexo seguro, y el sexo seguro se puede disfrutar con cualquier persona. Los preservativos no se rompen si se utilizan de manera adecuada.

Los avances en la medicación han conseguido que muchas personas VIH+ tengan una carga viral muy baja, lo que reduce mucho las posibilidades de transmitir el virus, incluso si se tienen prácticas de riesgo. En España, alrededor del 90% de las personas con VIH que toman el tratamiento consiguen lo que se conoce como carga viral indetectable, es decir, una concentración del virus tan baja que los estudios científicos avalan que la probabilidad de transmisión del virus es nula si la persona con VIH tiene rol receptivo en la penetración, o muy reducida en caso de persona con VIH que eyacule semen dentro de vagina o recto.

Esto conlleva a que muchas parejas que no comparten el mismo seroestatus reduzcan o eliminen la ansiedad ante, por ejemplo, una rotura de condón.

Otro recurso del que se dispone en la actualidad es la profilaxis postexposición (PEP). En el caso de que una persona seronegativa ante el VIH tenga una práctica sexual de riesgo con una persona con VIH (eyaculación en la boca; rotura de condón o no utilización del mismo durante la penetración), se puede recurrir a la profilaxis postexposición, un tratamiento que se solicita en Urgencias antes de que hayan pasado 72 horas de la práctica sexual de riesgo, y que consigue eliminar la posibilidad de una transmisión si se toma durante 28 días. La PEP se recomienda sólo en ocasiones muy especiales, ya que es posible que aparezcan efectos secundarios como un malestar general.

3.- A la persona con el VIH se le exige que demuestre un nivel de riesgo cero cuando mantiene relaciones sexuales. Sin embargo este nivel de riesgo cero no lo exigimos en ninguna otra actividad de nuestra vida, sexual o no. No hacemos un “por si acaso tenemos un accidente, no voy en coche contigo”.

¿Y cuáles son los argumentos que se encuentran las personas con el VIH cuando son rechazadas?: “Me da miedo el VIH y entonces ya no me apetece estar contigo, pero no es discriminación; “me gustas aunque ya no puedo excitarme contigo, pero no es discriminación”.

Y a este tipo de argumentos queremos responder desde Apoyo Positivo, porque cómo no va a ser discriminación si el comportamiento o expectativas han cambiado tras saber el estatus serológico de otra persona; cómo no va a ser discriminación si pensamos que el contacto con una persona seropositiva del VIH ha supuesto un peligro, aunque ese peligro no tenga una base real.

Y, ¿para qué se utilizan en realidad los “por si acaso”? ¿Benefician a alguien de alguna forma? Los “por si acaso” tienen que ver con el estigma del VIH, con la comodidad de creernos superiores con respecto a otras personas según el estatus serológico; tiene que ver con el bloqueo a la hora de aceptar la realidad del VIH.

En realidad, el estigma ante el VIH se mantiene porque cumple una función, la de hacer sentir seguridad a las personas que maltratan. El discurso implícito es éste: si presionamos a las personas con el VIH para que se sientan culpables y portadoras de enfermedad, no querrán tener sexo, por lo tanto, siempre que yo tenga prácticas desprotegidas podré estar tranquilo porque la persona con la que esté no tendrá el VIH. ¡Cómo se le ocurriría a una persona con el VIH tener sexo conmigo! ¡Y sin avisarme!…

El problema es que esa seguridad se hace a costa de ejercer violencia, además de ser irreal, porque la estrategia es ineficiente (se estima que en España hay un 30% de pesonas con VIH que no lo saben), porque podemos tener riesgo ante personas a las que contemplamos como “de confianza” y que bien pueden tener VIH u otra ITS.

Las estrategias para seleccionar a los amantes según su estatus serológico no implican protección y sí maltrato. Las personas con el VIH no perjudican; lo que sí nos daña es la falta de equidad y de información.

El VIH es asunto de todos.

Redacción

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